Miguel Cabrera llegó al Spring Training con varios kilogramos menos. Reducir su peso corporal era una meta urgente. Sus rodillas han sufrido, al tener que cargar a un atleta cercano a los dos metros de estatura física y más músculos que casi cualquier otro grandeliga venezolano.
La lesión crónica que sufre en una de ellas era la razón más apremiante. En 2019 le vimos a menudo batear utilizando solamente la parte superior del cuerpo. El dolor fue una limitación. Y quien batea sin utilizar las piernas, podrá conseguir contacto, pero difícilmente podrá mostrar poder. Eso explica el descenso drástico de sus extrabases.
Ahora se le ve más delgado. Su manager Ron Gardenhire está contento. También Lance Parrish, asesor de los Tigres de Detroit, y Al Ávila, su gerente general. Cabrera mismo está contento. Sonríe en Lakeland, mientras toma rodados y practica en la jaula lo que mejor sabe hacer: batear.
Si está sano, y si se mantiene saludable durante todo 2020, tendrá la oportunidad de rebotar respecto a la campaña pasada. Pero ojo, que ese no es el único desafío para el nativo de Maracay.
No hay mayor adversario para un deportista que el paso del tiempo.
Cabrera se alista para participar en su décimo octava temporada. Parece mentira, ¿verdad? Luis Aparicio se retiró precisamente después de 18 torneos. Andrés Galarraga y David Concepción sumaron 19. El único criollo por arriba de eso fue el casi inagotable Omar Vizquel.
Más allá de la experiencia está la edad, aunque una cosa se relaciona con la otra. El aragüeño cumplirá 37 años de nacido el 18 de abril. Sí, todavía tiene cierto aire de muchacho en el rostro, o quizás seamos nosotros, que a fin de cuentas no nos sentimos envejecer delante del espejo diario, hasta que ya es irremediable.
¿Qué podemos esperar de Cabrera en esta justa? Ojalá que muchos jonrones, empujadas y average. Apenas le faltan 185 hits para los 3.000, 6 remolques para los 1.700, 23 cuadrangulares para los 500, 23 dobletes para los 600 y 71 anotadas para las 1.500. Será emocionante verle cruzar cada una de esas fronteras.
Pero ni el deseo basta para vencer al tiempo ni es posible leer el futuro. Sí podemos, en cambio, mirar atrás, en busca de los más grandes aporreadores de la historia, y ver qué hicieron ellos al cumplir los 37.
Willie Mays ya no volvería a dar 30 vuelacercas y su tope de impulsadas sería 89 en el trayecto que le quedaba. Reggie Jackson tampoco volvería a sacar 30 pelotas ni empujaría 100. A Harmon Killebrew apenas le faltaban 32 de sus 573 bambinazos.
No quisimos buscar entre los grandes sluggers que vivieron la Era de los Esteroides por razones obvias, aunque algunos parezcan haber jugado limpios, siempre. Pero no todo es temor y desconsuelo. Babe Ruth depositó 41 bolas en las gradas a los 37 años de edad, y 34 más en la temporada siguiente, con averages sobre .300 y brillantes numeritos. A Hank Aaron le restaban dos cosechas sobre 40 tablazos de vuelta completa y una tercera de 34. Frank Robinson viviría su impulso final, con una última campaña de 30 jonrones. También Mike Schmidt, que sacudió 35 vuelacercas justo después de soplar las 37 velas de pastel.
Cabrera, en cierto modo, pertenece ya a esa cofradía, aunque completará su inevitable placa en Cooperstown cuando redondee las cifras que citamos hace cuatro párrafos. Le quedan cuatro campeonatos en su contrato vigente, así que va a llegar a esos guarismos. Pero mientras más rápido sea eso, mejor, porque será señal de que las cosas vuelven a estar bien con él.
Las lesiones le han arrebatado mucho desde 2017 y tampoco ha querido variar su mecánica al batear. Por ello, porque no desea sacrificar su capacidad para poner la pelota en juego e irse hacia la banda contraria, ha rechazado la idea de halar más los envíos y subir el ángulo de swing. Las mediciones probaron que en 2019 le dio duro a la pelota, pero también demostraron que apenas la levantó.
Notables paleadores de todos los tiempos tuvieron arrestos para mantenerse en el tope a los 37 años de edad, como Ruth, Aaron, Robinson y Schmidt. Ojalá Cabrera esté por fin completamente sano, para ver si le puede emular.
Algo sí está claro, más allá de cómo se sienta en la justa que va a empezar: está entrando a la última recta de su brillante carrera, sea cuando sea que llegue el final. Hay que disfrutar de sus turnos como si fueran los últimos, gozar el privilegio de verle todavía con un madero entre las manos, porque es el mejor bateador venezolano de todos los tiempos y hasta a los más grandes les toca un día decir adiós.
@IgnacioSerrano
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