El anuncio de Josh Kroeger, diciendo que a sus 37 años de edad saldría del retiro, solo para volver a jugar en la LVBP; y la noticia de Phil Regan, contratado nuevamente para ejercer como coach de pitcheo en Lidom, con 83 ya cumplidos, nos hizo recordar un tema que es necesario refrescar de cuando en cuando, para que no haya olvido: el de las leyendas que deberían estar en nuestro Salón de la Fama y todavía no están.
Repasemos antecedentes. Únicamente seis peloteros o coaches nacidos en el extranjero tienen una estatuilla en el templo que corona el Museo de Beisbol en Venezuela. Los seis vieron la luz en Cuba, aunque Cocaína García y Aurelio Monteagudo murieron siendo venezolanos. Los otros son Regino Otero, Lázaro Salazar, Diego Seguí y Luis Tiant.
Son muchos los nombres que siguen fuera. Antiguas figuras a quienes debemos en parte este gusto de disfrutar hoy del pasatiempo nacional.
Ha trascurrido muy poco tiempo desde la creación del pabellón ubicado en Valencia. Son apenas dos décadas. Se justifica que la deuda sea grande. Muchos venezolanos con méritos claros todavía no han sido exaltados y la prioridad del Comité Histórico son ellos. Es lógico. Pero mantengamos en la memoria a aquellos forasteros que deberían acompañarles algún día en la inmortalidad.
No hablamos todavía de casos como los de Kroeger, Regan o Buddy Bailey. El primero todavía no es elegible, debe pasar un lustro fuera de acción. En 2020 completa ese tiempo sin ponerse los spikes. Los otros se mantienen en actividad. Pero ojo, que al menos en el caso de los dos estrategas, hablamos de managers comparables con Otero y Salazar. Nuestro Salón de la Fama espera por ellos.
El estadounidense Tom Evans sí es elegible. Y es alguien que no debería faltar. No solamente cumple con el requisito de haber disputado al menos cinco temporadas en la LVBP, además dejó estadísticas contundentes. Suyo es el récord de 53 jonrones para un importado. También la marca de 216 empujadas. Bateó para .291/.378/.544 en más de 1.000 apariciones en el plato, con .922 de OPS. Se casó con una barquisimetana y seguramente habría seguido reforzando al Cardenales, de no haberse lesionado las rodillas. Jugó ocho justas en Venezuela.
El cubano Paulino Casanova es una de las leyendas de los aficionados de más edad. Y se entiende por qué: defendió los colores de Tigres, Tiburones y Leones, fue el catcher de tres equipos campeones (Caracas en la zafra 1966-1967, La Guaira en la 1968-1969 y la 1970-1971), fue un toletero respetable y un maestro con la mascota. Es, además, uno de apenas cuatro extranjeros con 200 o más remolques en nuestra liga.
Los otros por arriba de los dos centenares de fletes fueron también instituciones de la LVBP. Hablamos de Roberto Ramos, cubano como Casanova, y del norteamericano Cito Gaston.
Ramos, otro receptor, trabajó para Lara, Zulia y Magallanes. Fueron ocho torneos, con buenas cosechas con el madero y un anillo de ganador, con las Águilas, en la 1983-1984, en la que también celebró en la Serie del Caribe.
Gaston, que comenzó con los pájaros rojos y se despidió con los escualos, defendió a los Navegantes entre 1968 y 1976. Ha sido uno de los forasteros más temibles en el home y tiene un extra inolvidable: es parte del Poder Negro magallanero, un capítulo fundamental de nuestros diamantes.
Al Poder Negro también pertenecieron muchas estrellas, muchas leyendas, pero casi ninguna supera las cinco campañas necesarias para poder algún día ser elegido al templo valenciano. Sí las tiene Jim Holt, que dejó estadísticas y fama a su paso por Venezuela. Y también Jim Pendleton, anterior a esa etapa, pero igualmente brillante.
Walter Williams fue una fuerza con tres divisas, especialmente con zulianos y larenses; Adrian Garrett impuso topes y castigó a los pitchers con el Valencia, Aragua y Caracas; José Tartabull fue una referencia de los melenudos hace medio siglo; Enos Cabell fue un bengalí tan constante como el mismísimo David Concepción durante buena parte de los años 70; Tom Grieve fue un contundente slugger con los dos clubes felinos; Orlando González fue una ametralladora con los crepusculares.
Son 12 nombres los que hemos puesto en esta columna, 12 leyendas. Faltan los lanzadores, a quienes dedicaremos su propio espacio. Y los managers, claro está. Porque antes de entronizar a Regan y Bailey, que algún día tendrán que estar en nuestro Salón de la Fama, hay que hacer justicia con Oswaldo Virgil. Pero ya volveremos sobre el tema, para hablar de él también.
@IgnacioSerrano
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