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EL EMERGENTE. Las respuestas urgentes de los Tigres

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Los Tigres no debieron quedar fuera de los playoffs en esta última temporada. Tuvieron mejor efectividad colectiva e hicieron más carreras que los Leones, y, sin embargo, fue el Caracas, no Aragua, quien logró jugar en enero.

El beisbol a veces no tiene lógica aparente.

Esa eliminación ha hecho que los bengalíes asuman el mando en el mercado de cambios, desde que este quedó abierto al finalizar el campeonato. Tres canjes se han hecho a partir de entonces en la LVBP y los rayados aparecen en los tres. Recibieron al infielder Alberto González de los Tiburones, al relevista Dedgar Jiménez de los Navegantes y ahora toman tres peloteros del Cardenales: el abridor David Martínez, el inicialista Wilson García y el patrullero Anthony Jiménez.

Un punto en común resalta en cada pacto: los aragüeños han entregado peloteros no establecidos en todos esos traspasos, a fin de recibir peloteros hechos. Enviaron al catcher Sebastián Rivero a La Guaira, el jardinero Juan Infante fue a parar al Magallanes y Lara tomó ahora al receptor Gabriel Moreno y al pitcher Máximo Castillo.

La única excepción en el grupo de cinco jugadores que han salido de Maracay desde finales de enero está en el ex grandeliga Wilking Rodríguez, un apagafuegos que partió rumbo a Barquisimeto en este convenio múltiple, que involucró seis nombres. Pero no es suficiente como para desmentir una obviedad: no es una mera declaración, la gerencia tigrera luce dispuesta a entregar futuro con tal de fortalecer el presente.

Es un sacrificio forzado por las circunstancias. Rivero acaba de practicar con los Reales de Kansas City y es un legítimo prospecto en esa organización, como lo son Moreno y Castillo en los Azulejos de Toronto. Quizás algún día sean estrellas y alguien se lo reproche a los actuales ejecutivos de la divisa con sede en la Ciudad Jardín. Es una apuesta hecha con tal de enderezar el rumbo y ser protagonistas en la postemporada de 2021.

Este cambalache con Cardenales expone incluso más que los otros dos cuál es el plan de los Tigres.

Los bengalíes tuvieron la cuarta mejor efectividad colectiva de la fase regular. Pero estuvieron particularmente desasistidos en la rotación. Sus abridores dejaron 5.49 de promedio contra 3.74 de los bomberos. Probaron 15 brazos para iniciar encuentros. Vaya exceso. Trajeron seis importados para cumplir esa tarea y todos fracasaron. El criollo Guillermo Moscoso fue el único miembro estable del lote. Tantos problemas tuvieron en esa área que debieron mover al cerrador brasilero Tiago Da Silva del noveno inning al primero.

El veterano David Martínez es la respuesta que obtienen a esa primera carencia en esta negociación con los larenses. Es un serpentinero controlado y consistente, que tuvo un discreto torneo 2019-2020, pero con experiencia en las Mayores y una hoja de servicio hasta ahora confiable.

A los rayados les costó también anotar carreras. Únicamente los melenudos y los Bravos de Margarita pisaron el plato menos veces que ellos. Sin una rotación estable y con un lineup que produjo muy poco, se entiende que al final hubieran desafiado el discurso de las estadísticas, quedando fuera ellos y no los capitalinos.

La adquisición de González iba en ese sentido, con el añadido de aprovechar el desajuste disciplinario de los escualos. Ahora siguen ese proyecto con un bate de claro perfil ofensivo, García, invitado al Spring Training por los Indios de Cleveland debido a su potencial como toletero, precisamente.

Jiménez también responde a esa búsqueda. Es verdad que nunca ha aportado lo que de él predijeron los scouts y ya no es un prospecto, pero todavía es joven y le queda tiempo para saldar esa cuenta.

Las tres piezas que llegan, llegan para atender carencias que exigen correcciones inmediatas. Los Tigres han cedido buen talento al salir al mercado, especialmente en este paquete, incluyendo a un Rodríguez que sacrifican gracias al superávit que parecen tener en el bullpen, el único punto fuerte de la novena.

Si Martínez, García y Jiménez responden, valdrá la pena el sacrificio. Es verdad que el pitcher pudiera haber iniciado su declive, está por cumplir 33 años de edad. Y pudiera ser que el inicialista juegue poco, como pasó en Maracaibo y Barquisimeto. Puede, incluso, que el outfielder nunca cuaje y no dé los batazos que de él todavía se esperan. Es imposible predecir el futuro y anticipar con total certidumbre cuál será el desempeño de los seis peloteros involucrados. Pero algo parece evidente: nadie podrá acusar a los felinos de no hacer un intento real de corregir los problemas que les dejaron fuera en la última zafra.

@IgnacioSerrano

www.elemergente.com

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