¿Quién es el mejor bateador nacido en Venezuela? Puede que alguien quiera plantear un debate aquí, pero la respuesta casi un unánime dirá que Miguel Cabrera. Y eso, si acaso alguien se atreve cuestionar la legitimidad del único triplecoronado de las Grandes Ligas en el último medio siglo.
Y el mejor lanzador criollo, ¿quién ha sido? Aquí puede haber una diatriba mayor a la hora de escoger entre Johan Santana y Félix Hernández. Pero las opciones no van mucho más allá de ellos dos, por más méritos que reúnan Freddy García, Wilson Álvarez o el Carrao Bracho.
Otro tanto sucede al discutir en la búsqueda del mejor defensor criollo en la historia. Aunque leyendas como Teodoro Obregón, Enzo Hernández, David Concepción y Luis Aparicio Ortega tengan un lugar muy bien ganado en los corazones de aficionados memoriosos, la puja al final se centrará en Luis Aparicio Montiel, nuestro único Salón de la Fama hasta ahora, y Omar Vizquel.
Lo mismo ocurre cuando se trata de buscar al manager venezolano con la trayectoria más rutilante en los diamantes, sin importar liga o país. Del pasado podemos preferir a Pompeyo Davalillo, en el presente a Alfredo Pedrique, y viendo al futuro podemos apostar por Carlos Mendoza, Henry Blanco u Omar López. Pero no hay piloto nativo con mejor hoja de servicio que Oswaldo Guillén.
No se trata analizar qué estratega resultaría mejor para dirigir a la Selección Nacional en el próximo Clásico Mundial. El punto es precisar simplemente quien es el número uno en cada renglón, para poder plantear así una conclusión colateral.
No ha habido en Venezuela otro timonel como Guillén. Son más de 1.200 juegos dirigidos en las Grandes Ligas, con una marca claramente por arriba de .500 y un anillo de campeón de la Serie Mundial.
El mirandino fue uno de los campocortos más seguros y de más alcance en la historia, aunque la grave lesión que sufrió en una rodilla le arrebató el sitial que merecería tener en la discusión que planteamos en el tercer párrafo.
Lo que sí es indiscutible es que, si dependiera del currículo, de su ascendencia sobre la actual generación de bigleaguers y de las medallas que lleva colgadas en el pecho, tendría que ser él quien dirigiera la Vinotinto.
No pudo en 2006 porque era el manager de los Medias Blancas. Tampoco en 2009, por la misma razón. Pero ha debido serlo en 2013 y no fue. Y en 2017, después de ser nombrado para el cargo por Carlos Guillén, fue removido porque no era grato al ministerio del Deporte, según nos informaron entonces.
Es por eso que ha dicho públicamente que no desea ser tomado en cuenta para la edición de 2021. Que ese tren pasó y ya no se montó. Que nunca aceptará ser propuesto nuevamente para el cargo.
Su nombre surgió como el más apto en el debate que Marcos Grunfeld organizó hace una semana entre Fernando Arreaza, Efraín Zavarce y este cronista. Él está en su derecho de rechazar incluso esa consideración que hicimos allí.
Como dijimos más arriba, el motivo de esta columna tampoco es insistir en sus capacidades. Lo que acá nos importa ahora es recordar que Guillén acaba de declarar en enero que se siente vetado en la MLB, que desea tener otra oportunidad como piloto en las Mayores, que anhela poder despedirse en sus propios términos. Eso dijo, fuerte y claro.
Desde finales de 2012, cuando fue dejado en libertad por los Marlins, no ha recibido propuestas de la Gran Carpa. Y aquí sí cabe la pregunta: ¿cómo podría hacer que desde las Grandes Ligas vuelvan a voltear hacia él? ¿Cómo pudiera demostrar que todavía tiene el toque, que es una alternativa válida en la mejor pelota de mundo? ¿Dirigiendo en México o en la LVBP? No. ¿Ganando una Serie de Caribe? Tampoco.
El único escenario donde Guillén pudiera captar la atención de los 30 gerentes generales, de decenas de otros ejecutivos y de muchos propietarios de equipos, ahora mismo, es el Clásico Mundial. No tiene otro.
Su nombre va a ser considerado por la Federación Venezolana de Beisbol, eso es seguro. Y él está en su derecho de cortar de inmediato la llamada y decir que no, gracias, que ese tren pasó, a pesar de que esta es otra administración en la FVB y en la selección.
Pero ese rechazo anticipado, que no toma en consideración que ahora la Vinotinto depende del equipo encabezado por Aracelis León y Luis Blasini, no por Edwin Zerpa y Carlos Guillén, es también la renuncia a la única ventana que pudiera abrírsele al mejor estratega de todos los tiempos en Venezuela, una oportunidad dorada para demostrarle al mundo entero que merece un puesto en la MLB, dando un golpe en el Clásico Mundial.
@IgnacioSerrano
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