DEPORTES

EL EMERGENTE. Cómo alargar un récord, según Pete Rose

por Ignacio Serrano Ignacio Serrano

Javier González es una de nuestras personas favoritas en este universo tan querido que es el beisbol venezolano. Es uno de los reservorios de memoria a quienes acudimos cuando se trata de una duda histórica. No importa la hora ni cuántos océanos haya de por medio. Palabra. Es historiador por estudio, gusto y profesión. Tiene una brillante obra en la que documenta pasajes, equipos y episodios de nuestra pelota, y en los últimos años ha escrito junto a Carlos Figueroa Ruiz algunos de nuestros libros favoritos sobre el pasatiempo nacional y sus protagonistas.

Javier tiene la buena costumbre de saludar cada mañana en su cuenta de Twitter, haciendo un repaso de las efemérides deportivas que Venezuela conmemora o celebra ese día. Es emocionante, porque con frecuencia nos recuerda pasajes y personajes que habíamos olvidado.

Este miércoles publicó una foto del gran Manny Trillo con los colores de los Filis de Filadelfia y el recordatorio de que otro 8 de abril, el de 1982, marcaba el inicio de una seguidilla asombrosa por parte del segunda base de Caripito.

Íbamos a escribir una nota sobre aquella cadena, que duró hasta agosto, un total de 109 días, que se extendió por 89 juegos y le permitió acumular 476 chances sin cometer errores. La segunda cifra era un récord para intermedistas en una temporada (Joe Morgan tenía otra de 91, pero combinando dos torneos consecutivos). Y la tercera cifra era una marca absoluta en la posición.

Como hacemos a menudo, emprendimos la búsqueda de información adicional que nos permitiera recrear aquel momento, apelando a los recursos que nos regala internet, maravillosa Biblioteca de Alejandría de la posmodernidad. Como nos pasa en esos viajes, terminamos distrayéndonos con joyas como la magnífica biografía que el estupendo periodista zuliano Leonte Landino escribió en inglés para la Sociedad Americana para la Investigación del Beisbol (SABR), cuyo enlace les dejamos aquí.

Uno de los mayores gustos que tiene escribir con tanta regularidad una columna de beisbol es ese: volver al pasado y a veces toparte con tesoros. Y entonces, una crónica se convierte en una delicia de trabajo, incluso si la idea original se va al traste y nos lleva por un camino distinto al concebido.

El diario The New York Times ha sido tan generoso con la humanidad —no puede decirse de otro modo— que ha ido poniendo en la web cada uno de sus artículos publicados en ediciones anteriores, sean de política, economía u opinión. También están los de deportes, por supuesto, incluyendo ese de Trillo que surgió de pronto en la pantalla de la laptop, mientras rebuscábamos en la web algún material adicional sobre la histórica seguidilla de este monaguense devenido zuliano.

El infielder oriental se veía pateando el suelo en la gran foto, a cuatro columnas, con casi media página de alto. “Errar es muy raro en Trillo, de los Filis: este es su primero en 89 juegos”, decía el titular a ocho columnas.

Sí, la hazaña del venezolano era tal, que el principal periódico de la Gran Manzana le dedicaba tan generoso espacio a la noticia, aunque hubiera ocurrido la noche anterior, sin escuadras neoyorquinas de por medio, en un encuentro disputado en Filadelfia, entre los Filis y los Cachorros de Chicago.

La crónica de Frank Brady es una delicia, por lo bien escrita, por el anecdotario que reúne, por las voces que cita y por ser Trillo el protagonista. Y de pronto, allí estaba Pete Rose, haciendo referencia a su compañero de equipo.

“Es el mejor”, declaró el primera base de los Filis. “No quiero comparar a nadie. Morgan fue y es el mejor segunda base ofensivo que he visto. Manny es el mejor segunda base defensivo con el que he jugado, a favor o en contra”.

La acción que cortó la hilera tuvo polémica. Fue un roletazo de Bill Buckner que Trillo atacó con esfuerzo. Años después le contaría al periodista Augusto Cárdenas que esperaba por una anotación más benévola, un hit. La pelota, recordó para Augusto, dio un bounce en el borde de la grama artificial y saltó muy alto.

A Brady le ofreció un matiz diferente. Mientras Rose daba por seguro que “de haber sido hit, nadie habría protestado”, el de Caripito se encogió de hombros hace 38 años y señaló: “No estoy molesto con el anotador. Creo que debí haber manejado la bola. Para mí, era una jugada fácil”.

Lo que el primera base de los cuáqueros replicó fue lo que terminó de hacernos cambiar el rumbo de esta columna. Era mejor dedicarla a recomendar aquella nota del Times, porque en el peor de los casos, quien no sepa inglés, podrá llevarla al español con el traductor de Google. Aquí está el artículo.

Aunque fue una acción debatible, las más de 50.000 personas presentes en el Veterans Stadium se pusieron de pie y aplaudieron. Era un homenaje a la cadena récord, aunque todavía no apareciera en la pizarra si lo que había ocurrido era un imparable o un pecado.

En los dos o tres minutos que tardó Bob Kenney en ver las repeticiones y consultar con colegas periodistas, Trillo saludó a la afición. Rose temió lo peor.

“Sabía lo que iba a pasar”, aseguró el inicialista. “Le decía a Manny que si seguía sacudiendo los hombros, saludando con su gorra al público, estaba admitiendo que la racha había terminado. No creo que haya entendido lo que le estaba diciendo. Pero la gente estaba allí, de pie, aplaudiendo su buen intento. Y el anotador oficial estaba sentado allá, diciéndose que si el mismo Manny pensaba que la seguidilla había terminado, pues entonces él tampoco tendría problemas para cargarle el error”.

Rose sí que sabía cómo alargar un récord. Después de todo, vivió de marca en marca en las Grandes Ligas. A veces fue protagonista, claro, y a veces testigo, como lo fue de la brillante defensiva de Trillo, un camarero tan seguro, que sigue siendo noticia casi cuatro décadas después.

@IgnacioSerrano

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