Un cambio hecho a la medida. El pacto que sellaron Caribes y Tigres el fin de semana es uno de esos acuerdos que tienen por fin el atender una necesidad inmediata en cada equipo, cediendo algo que cada escuadra tenía en exceso. Eso, claro, si cabe hablar de excesos en la actual realidad de la LVBP.
Anzoátegui necesitaba fortalecer la receptoría. A pesar de la firma de Jesús Sucre, que quedó sorprendentemente en libertad, debido a problemas financieros del Magallanes, una lesión en el talón derecho ha limitado a solamente dos encuentros al careta grandeliga, dejando en el poco experimentado Georvic Pérez la tarea de llevar el pitcheo tribal.
Aragua requería ayuda en el cuadro y la ofensiva. Con poca profundidad en el infield y una alineación en slump colectivo, buscaba una solución de continuidad que diera estabilidad a la defensa y, de ser posible, aportara más con el madero que las alternativas que había a bordo.
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Aborígenes y bengalíes tenían algo que ofrecer, para llenar esas necesidades. Los orientales poseen la mejor producción del campeonato y un grupo de infielders que encabezan Luis Sardiñas, Alexi Amarista y Niuman Romero, con el útil César Valera para servir como principal suplente, ante la pérdida de Edwin García. Los centrales cuentan con Wilfredo Giménez y el recuperado Alex Monsalve, a quien obtuvieron hace dos años pensando en usarle con la frecuencia con que hoy finalmente pueden.
Era, pues, un matrimonio perfecto. Dos piezas coyunturales, para cubrir necesidades básicas planteadas por la situación actual de nuestra pelota.
En el caso de los indígenas no es únicamente un acuerdo de cortísimo plazo. Sí, Sucre regresará del cuarto del trainer, dejando a Gabriel Lino como su principal suplente. Pero el deseo de añadir nombres en una posición clave es de larga data en la oficina de los aborígenes. Más allá de la ausencia forzada de Tomás Telis y José Godoy, esa gerencia siempre ha estado preocupada por conseguir catchers para su organigrama, en la idea de que tienen menos alternativas —jóvenes y no tanto— que en otros sectores del terreno.
Lino ganó el Premio Pollo Malpica al mejor receptor defensivo de la LVBP en la temporada 2015-2016. Hasta 2018 fue un invitado habitual en el Spring Training de las Grandes Ligas. Sabe mascotear, llamar pitcheos y defender el home.
En Caribes tenían una preocupación con Pérez, quien hasta ahora había sido el sustituto de Sucre: aunque ha bateado bien, no mostraba esas habilidades con los aperos que caracterizan al recién llegado. Y si hay un rincón del diamante donde la defensa es vital, incluso sin un madero importante, esa es la receptoría. El maltrecho staff de lanzadores de los anzoatiguenses sabrá agradecerlo.
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Los Tigres le dieron la titularidad de ocupar la antesala al veterano Marcos Vechionacci, pero éste comenzó la tercera semana con .133 de average. Opciones como Uriak Márquez y Rusbel Faríñez no lucían viables. El novato Tomás Romero y el siempre seguro Gabriel Noriega han formado una eficiente llave de dobleplays, pero si el retorno de Vechionacci no traía hits al lineup, y si ubicar al Pollito Rodríguez en la esquina caliente podía dar ventajas a los equipos contrarios, era menester buscar una respuesta fuera de casa.
Núñez tuvo períodos de titularidad en Puerto La Cruz, con una ofensiva aceptable y mucho mejor guante que el Pollito, a quien los aragüeños ahora pueden emplear en otros roles, como la primera base o el designado. Además, el recién llegado puede ayudar en segunda y el short, de ser necesario. El problema detectado en las primeras dos semanas queda atendido con esta movida.
Anzoátegui y Aragua tenían una necesidad urgente que atender. Lo hicieron con este pacto, hecho a la medida de esas necesidades.
@IgnacioSerrano
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