A los 8 años de edad, Egan Arley Bernal Gómez sació la curiosidad de qué se siente al ganar, pues se subió a una bicicleta y se impuso en una competencia en Zipaquirá.
Por esos días, la gente quemaba la fiebre de las máquinas duras, grandes, de las llantas anchas, las que se llamaron las «burras del ciclomontañismo».
Bernal salía esporádicamente con su papá, Germán, quien era un ciclista recreativo. Las primeras veces no lo hizo en triciclo, no tuvo de niño ese juguete; le tocó en una «bicicleta familiar», esa que pasó por varios propietarios y que se quedó en su casa cuando la utilizó su hermano.
Fabio Rodríguez, el ex ciclista colombiano, fue el organizador de la carrera y Bernal fue el campeón, lo hizo con un casco prestado. El premio fue un uniforme y una beca en un club deportivo, ambos fueron como el cohete que lo llevó a la Luna, porque para él esos regalos llegaron como caídos del cielo, los necesitaba.
De ahí pasó al ciclomontañismo. Pablo Mazuera lo llevó a la Fundación Mezuena y allí su DT fue Sergio Avellaneda, quien comenzó a prepararlo. Integró la Selección Colombia que participó en el Mundial de Noruega, y en la categoría júnior fue plata. Al año siguiente, la idea era el oro, pero le alcanzó para el bronce.
La ruta era su delirio, decía que algún día quería correr en la bicicleta más ligera, pero nunca hizo parte del lote de la Vuelta del Porvenir, aunque sí del de la Vuelta del Futuro, en la que quedó en la casilla 20, un punto alto que le dio a Egan la opción de seguir soñando.
A la ruta. Estando en Italia, Bernal fue a ver correr el Team Colombia, una escuadra orientada por el italiano Claudio Corti, pues tenía varios amigos en el equipo. Le presentaron a Gianni Savio, el mánager del Androni, un hombre que conoce muy bien el ciclismo colombiano. Hablaron y le dijeron que iban a seguir su carrera y que esperaban que el fin de semana se destacara en el Giro delle Fiandre.
Más tardó Bernal en ganar esa competencia que Savio en llegar a su hotel, para ficharlo por cuatro años.
Enfundado en el uniforme rojo con blanco, Egan Bernal comenzó su carrera como rutero en 2016. Las expectativas eran grandes, pues las mediciones confirmaban que estaban frente a un ciclista superdotado.
En Colombia estudió bachillerato, lo terminó y se matriculó en la carrera de Comunicación Social en la Universidad de La Sabana, pero perdió el semestre por faltas.
“No pude continuar, las fallas fueron el gran problema, pero el promedio era bueno. Tenía una beca, pero perdí por fallas. Llegaba tarde a clase, no tenía un trato diferente por ser deportista, me salí por eso y me dediqué al ciclismo”, le dijo a El Tiempo.
Ese primer año fue muy productivo. Egan se sacrificó y sufrió. El paso del ciclomontañismo a la ruta le dio duro, porque la técnica sobre la bicicleta es bien distinta. Tampoco fue sencillo hacerse con un lugar en los grupos, ya que en el todo terreno no hay lotes, una vez parte la carrera, el lote se rompe, por lo que no sabía cómo afrontar una carrera.
“Las partes complicadas de la carrera y estar adelante fue lo más difícil. Los recorridos son mucho más largos y esto es algo muy duro. Esa fue la gran diferencia”, señaló Bernal.
Su primera gran figuración fue el título de los jóvenes en la Settimana Internazionale Coppi e Bartali, en la que ocupó la casilla 17 en la clasificación general. Semanas después confirmó su categoría al obtener la misma victoria, pero en el Giro del Trentino, una carrera que ganó Mikel Landa y que contó con varios equipos del World Tour, la máxima categoría del ciclismo mundial.
La primera victoria en una general fue en el Tour of Bihor, algo que lo llenó de confianza, porque no solo demostraba que tenía futuro, sino que lo respaldaba con sus actuaciones.
Ese mismo año fue cuarto en el Tour de l’Avenir, y ahí tuvo encima los ojos de los grandes empresarios, pero faltaba más.
El año 2017 fue clave. Ganó seis clasificaciones del mejor joven y el título del Tour de l’Avenir, con mucha autoridad, con dos triunfos de etapa, lo que generó inquietud en los grandes equipos.
Fue tanta la expectativa sobre Bernal que el Sky se lo llevó, a pesar de que tenía dos años más de contrato con el Androni.
El año 2018 era importante para él. A sus 21 años ajustó el primer gran título de su carrera: el Tour de California, con victorias en dos etapas. Además, se impuso en la Colombia Oro y Paz, la primera prueba nacional de la categoría 2.1, y se convirtió en el campeón nacional de la contrarreloj individual.
En Europa, una caída en la etapa final lo privó de ser segundo en la Vuelta a Cataluña, detrás de Alejandro Valverde, pero ganó la cronoescalada y fue subcampeón de la Vuelta a Romandía. “Será el remplazo de Chris Froome en unos años”, le contó a El Tiempo Darío Cioni, DT del Sky.
En el Tour de Francia, carrera que no estaba en los planes, fue artífice del título de Geraint Thomas, y le echó una mano grande a Chris Froome, quien fue tercero.
Egan se cayó en la Clásica San Sebastián y volvió dos meses después en pruebas en Italia para terminar su gran año, el que algunos llamaron de aprendizaje, una temporada en la que se convirtió en la gran revelación del ciclismo del planeta.
Hoy es el ciclista que todos miran en el mundo. El título que consiguió en la París-Niza ratifica que tiene un gran futuro y que no está lejos de ganar una importante carrera de tres semanas.