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Dios salve a la reina: Venezuela espera ver coronada a Yulimar Rojas en Tokio

Por AFP
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El ranchito en el que Yulimar Rojas creció en una barriada pobre de Venezuela ya no existe. Las lluvias y el viento lo echaron abajo, pero el orgullo de su gente por ella permanece en pie, indestructible, con el sueño de verla coronada en Tokio-2020.

«Yulimar fue criada en un ambiente humilde, con bastantes carencias, pero ahí la llevamos. Ahí en un humilde ranchito vivíamos toditos. Ahí se fue levantando», cuenta a la AFP Yuleisi Rodríguez, madre de la atleta, candidata número uno a ganar el oro en el salto triple femenino en los próximos Juegos Olímpicos. Rojas logró colgarse la medalla de plata en Río-2016. «Desde pequeñita siempre fue hiperactiva, siempre le gustó el deporte».

Los ranchos son las precarias viviendas de bloques y techos metálicos amontonadas en zonas humildes como el sector Altavista del barrio de Pozuelos, a las afueras de la ciudad costera de Puerto La Cruz.

«Me siento orgullosa de que Yulimar saliera de este sitio, Altavista, nos lleva en alto», dice Rosa Rodríguez, vieja vecina de la deportista, en el portón de su casa. «Es una princesa, una princesa negra, ¿pa’ qué más?».

«Acá vivíamos», dice Yerilda Zapata, una de las hermanas menores de Yulimar Rojas, apuntando hacia un pequeño terreno  en Venezuela que, a ojo, no tiene más de 40 metros cuadrados.

Yerilda sonríe al ver una piedra con abruptos bordes, como si hubiese sido cincelada, y relata que Rojas salía de la casa donde vivía con su madre, su padrastro y sus cinco hermanos (dos varones y tres mujeres). Lanzaba una pelota de sóftbol contra la roca con tanta fuerza que le arrancaba pedazos.

Todo lo que fuese deporte atraía a su hermana, y también una que otra fiesta.

«Yuli es, ¿cómo decirle?, lo más tremendo», suelta, con picardía, Yerilda. «Es la más rumbera, la que más goza, la que decía: ‘Bueno, vamos para esto. Vamos para lo otro».

Ese tumbao se nota en cada competencia, cuando Yulimar Rojas prepara sus saltos con breves bailecitos antes de tomar impulso y alzar vuelo con la meta de aterrizar más lejos de lo que lo haya hecho nadie.

Con marca tope de 15,43 metros, la chispeante saltadora de 25 años y 1,92 de estatura está a apenas 7 centímetros del récord mundial que fijó la ucraniana Inessa Kravets en 1995. «El límite es el cielo», dijo el año pasado en entrevista con la AFP.

«Era buena en todo»

Yulimar Rojas nació en Caracas pero creció en Anzoátegui. La entonces boyante industria petrolera del área atrajo a su padrastro, Pedro Zapata, el hombre que la crió.

Él, exboxeador profesional, llevó la pasión por el deporte a la casita de Pozuelos.

«Es una bendición. Yo siempre creí en ella», dice con orgullo de papá, vestido con un suéter con la imagen de Yulimar Rojas.

«Desde pequeña esa muchacha era buena en todo: kickingball, pelotica e’ goma, básquet, sóftbol, fútbol, todo», agrega a un costado de la deteriorada pista de atletismo del complejo Salvador de la Plaza.

No era tan buena en sus estudios, reconoce con una carcajada Yuleisi.

En el gigantesco centro, con estadio de fútbol, canchas de tenis y pistas de atletismo que resisten a duras penas años de falta de inversión en medio de una asfixiante crisis, el primer entrenador de Yulimar, Jesús Velásquez, trabaja con jóvenes que sueñan con seguir los pasos de la medallista olímpica y múltiple campeona mundial (2017 y 2019 al aire libre y 2016 y 2018 bajo techo).

Entrenan allí, lejos de la élite internacional, dos hermanas de Yulimar: Yerilda es especialista en lanzamiento de disco; y Yorgelys, en bala.

Con nostalgia, Velásquez recuerda los días en los que Rojas comenzaba, cuando construyeron con sus propias manos una fosa de salto bajo una mata de ponsigué, un fruto tropical. «En los entrenamientos pedía más: profesor, vamos a hacer otro salto. Está bien. Profesor, vamos a hacer otro salto. Ok, está bien».

«A que te gano»

Velásquez tuvo que luchar, sin embargo, con el primer gran amor deportivo de Yulimar. «¡Se la pasaba en el gimnasio de voleibol!», dice este hombre, menudo y delgado, de barba blanca.

Yulimar tenía 13 años y las dos selecciones de voleibol de Venezuela, masculina y femenina, habían clasificado a los Juegos Olímpicos de Pekín-2008.

Al final Velásquez ganó el pulso, llevando a Yulimar a la alta competencia en atletismo, en principio con excelentes resultados en el salto alto, que incluyeron una presea de oro en los Juegos Suramericanos de 2014, en Chile.

«Ella misma se autocambió al salto triple. Yo en ese entonces estaba entrenando a unos atletas de las categorías menores. Ella sin decir nada, conversó con los atletas: ‘A que yo te gano a ti’. Yo lo que observé fue el momento que hizo el salto. Yulimar cayó en el foso y entonces pregunté: ¿y donde picó? Ojo clínico, dije: aquí hay 12 metros». 

Nada mal para una primera vez.

Aunque muchos los llamaron «locos» por cambiar el salto alto por el salto triple, dados los avances de Yulimar en la primera prueba, ahí empezó el ascenso.

Yulimar Rojas se consolidó en el estrellato del atletismo con el mito cubano Iván Pedroso como entrenador, a quien la atleta conoció por Facebook, y los éxitos no han parado. Desde noviembre de 2016 pertenece a la sección de atletismo del FC Barcelona.

Espinas y rosas

Pedazos de tartán arrancados y maleza se ven en la pista del Salvador de la Plaza.

Génesis Álvarez, de 20 años de edad, sigue las instrucciones de Velásquez con la meta de hacer el ciclo olímpico hacia París-2024. «Yulimar Rojas  es un orgullo, un ídolo para Venezuela. Todos tenemos una meta: llegar a ser como ella», cuenta.

El mal estado de la pista le costó cinco meses de rehabilitación: «Salté, caí en un hueco y me dañé la rodilla».

La escuela de talentos, en la que deportistas adolescentes hacían sus estudios, está en ruinas bajo un cartel con fotos de Yulimar Rojas y el exfutbolista Alexander Rondón.

«Yo tenía tiempo que no venía. Siempre viene mi esposo a buscar a mis hijas. Me quedé impactada, no pensé que estaba en esas condiciones», lamenta Yuleisy.

Génesis, quien se dio el gusto de conocer a Yulimar, subraya los consejos que ella y el propio Velásquez le han dado: «Para llegar a la meta, llegar al triunfo, hay que trabajar duro. Hay que pasar las espinas para poder llegar a las rosas».

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