El humo azul y blanco tapa el soleado cielo de la mañana en La Plata, las bombas de estruendo suenan por cientos detrás de una de las gradas y la multitud ruge como si fuera una final.
Nada indica que se trata del recibimiento para un equipo en La Plata que marcha último en la Superliga argentina de primera división con un punto en seis fechas, que hace 216 minutos que no mete goles y que no gana desde abril.
Pero la magia intacta de Diego Maradona y la esperanza del pueblo de Gimnasia y Esgrima La Plata forman una simbiosis única que no sabe de estadísticas ni racionalidad.
“Hay que seguir trabajando. Después del partido hablamos con el cuerpo técnico y el presidente y coincidimos: no hay un paso atrás, hay que seguir metiendo”, arengó Maradona, a pesar de la derrota 2-1 ante Racing en el estadio del ‘Bosque’, que se llenó en La Plata con más de 25.000 aficionados para su debut como DT de este equipo al borde del descenso.
Con uniforme deportivo gris
Pero la imagen de Maradona dista de ser aquella altiva de sus años de jugador. Vestido con un uniforme deportivo gris, una gorra azul, el paso muy cansino muestra sus dificultades para caminar. Sin embargo, no le impide saludar a la hinchada que agita desde las tribunas decenas de banderas con su rostro.
Con el puño golpeándose el pecho una y otra vez, Maradona intenta demostrar su agradecimiento al club que le dio la oportunidad de regresar al fútbol argentino, donde no dirigía un campo desde que dejó su cargo en la selección albiceleste tras el Mundial Sudáfrica-2010.
Luego se cruza en una abrazo con Eduardo Coudet, entrenador de Racing el vigente campeón argentino y partenaire ocasional para su regreso.
De 58 años de edad y con una reciente operación de rodilla, Maradona quiere ahora estar en Argentina.
Aplausos retribuidos
Los primeros minutos, Maradona los vivió tranquilo, mientras su ayudante Sebastián Méndez se mostraba más enérgico.
Pero el astro no pudo con su genio y también se levantó para aplaudir una buena corrida de Lucas Licht, se lamentó por un tiro libre del paraguayo Víctor Ayala que salió muy cerca y golpeó con el puño un cartel de publicidad cuando el arquero de Racing Gabriel Arias le desvió un cabezazo de gol a Leonardo Morales.
Queja con el árbitro
Hasta le habló al árbitro asistente pidiendo un fallo a favor.
Con poco, Gimnasia jugaba mejor que Racing, pero el campeón aprovechó un error de Martín Arias y se puso en ventaja para silenciar al Bosque. No obstante, más allá del 0-1, Maradona recibió una nueva ovación cuando cruzó el campo al final del primer tiempo y lo retribuyó a su vez con aplausos.
El esperado grito llega por fin en el inicio del segundo parcial. El número 10 Matías García hizo explotar de euforia a Maradona con un cabezazo goleador. El técnico se abrazó con sus colaboradores y siguió su particular romance con los hinchas, gritando el tanto y agitando los brazos con los aficionados que tenía a sus espaldas.
Pero la alegría fue efímera. Dos minutos más tarde, Racing se volvió a adelantar. «No terminamos de gritar el empate que ya estábamos 2-1. El fútbol tiene esas cosas», se lamentó.
Diego se hundió en su banco, aunque luego se paró para vivir lo que restaba del partido de pie, alentando a sus jugadores y sufriendo ante la impotencia de alcanzar el empate.
García tuvo el empate en el final, pero elevó su remate. «Me quedó la amargura de no poder empatar el partido en la oportunidad que tuvimos en el final. Estaba esperando que la red se moviera, pero salió por arriba», deploró. Allí murieron las esperanzas de un Maradona que vivió el encuentro con intensidad, aunque sin excesos ni gestos reprochables.
Se fue triste, pero con la ilusión intacta de levantar a su Gimnasia.
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