De arremetida y postergando a ese River que tantas veces lo mandó a la banca en los últimos años. Boca se toma una revancha que saborea de manera especial, más que otras, casi que incomparable.
Es el campeón de la Superliga al doblarle el brazo a River en la tensa pulseada desde que la Superliga se reanudó este año. Cumplió su parte con el triunfo ante Gimnasia por 1 a 0, que llevó el sello de este Tevez decisivo y se potenció con la confianza que le dio Miguel Russo y le escamoteaba Alfaro.
Fue el sexto gol del Apache en este 2020. A los 36 años de edad, cuando parecía que su papel secundario se acentuaba, se reinventó con el entusiasmo de un juvenil, volvió a sentirse clave, como lo era en Boca a principios de este siglo.
Russo (de mucho mérito con los retoques que introdujo), Riquelme y la nueva dirigencia arrancaron con buena estrella. Festeja un título con apenas dos meses de gestión. El cuarto título local de Boca de los últimos seis. Una hegemonía para seguir recargando energías para el objetivo internacional de la Copa Libertadores.
Era un examen de concentración el partido para Boca. Iba a medir su capacidad para poner los cinco sentidos en los 90 minutos. Su pericia para que los pensamientos estuvieran más en la Bombonera que en Tucumán. Para recuperar el rigor competitivo después de que el corazón se reblandeciera con el recibimiento a Maradona. Recibía a un Gimnasia que hace rato ocupa los sótanos de los Promedios, pero que transitaba su etapa más optimista, con tres triunfos consecutivos, entre la Superliga y la Copa Argentina. Un momento para que el Lobo creyera que la salvación no es una utopía.
El primer tiempo de Boca fue deshilachado, confuso, impreciso. Nada que no le haya pasado en otros partidos Es un equipo que de repente conecta ofensivamente y modifica el desarrollo. No importaba que fallara algunos pases, que el peruano Zambrano hiciera foules cuando salía a cortar, que Tevez pareciera sofocado por la calurosa noche, que nadie tomara la batuta del juego.
Gimnasia le regaló la iniciativa y le reducía en campo propio los espacios de maniobra. Boca no estaba cómodo ni lúcido, quizá con el oído pendiente de que el entorno de las tribunas le trajera noticias de River. Llegaron bastante pronto, a los 19 minutos, con el gol de Toledo para Atlético. La Bombonera rugió, le insufló motivación a un equipo que no terminaba de encontrase en una instancia que penaliza a los distraídos.
Sin mayores noticias de los atacantes, Fabra ventilaba la ofensiva con sus proyecciones por la izquierda. Fabricó un penal que Tello no le creyó, lo mismo ocurrió con una caída de Campuzano en una barrida de Licht.
Con poco, Boca convirtió a Broun en figura en la primera etapa. El arquero, con grandes reflejos, tapó un cabezazo de Soldano y desvió un remate de Salvio, tras una buena combinación entre Fabra y Tevez.
Con el empate de River, a los 39 minutos, un espeso silencio recorrió el estadio. Igual, el destino de Boca estaba en sus manos, pero no atinaba a encontrar la manera de resolverlo.
Daba para especular que Wanchope Ábila entraría desde el arranque del segundo tiempo, pero Russo le dio un cuarto de hora más a Soldano, de escaso aporte. Además de atacar, Boca no debía incurrir en descuidos. Esa parte del plan la olvidó cuando comprometió una salida y Contín exigió una estupenda atajada de Andrada. También Cuadra tuvo espacios para sacar un derechazo desviado.
Gimnasia se metía cada vez más atrás, cumplía el papel del superviviente que se siente un héroe en cada cruce y cierre. El riesgo de esas resistencias es que cuando caen una vez pueden desmoronarse profundamente. Para intentar agarrar un poco más la pelota, Maradona mandó a la cancha a Paradela por Pérez García.
El aliento empezó a convivir con la impaciencia en la Bombonera. Se maldecía cada pérdida o avance mal resuelto. Y la bronca estalló cuando Salvio desvió una definición adentro del área. Russo mandó a la cancha a Capaldo, un volante con llegada por sorpresa, por Zambrano (Campuzano pasó de zaguero central).
Se empezaba a jugar también contra el reloj. La insistencia necesitaba ajustes, la pegada firme. Broun parecía invencible al tapar un cabezazo de Salvio, pero no supo poner el cuerpo ni las manos a un derechazo de Tevez. Iban 27 minutos del segundo tiempo y Boca se sentía campeón por primera vez en la noche.
Ahora sí, Tucumán pasaba a ser el epicentro exclusivo. Las cabezas giraban en las tribunas a un lado y otro, ávidas de cada segundo de lo que ocurría con River. El final en Tucumán coincidió con un despeje de Tevez en la puerta del área de Boca. La metáfora perfecta. Tevez en las dos áreas, principio y fin de este Boca que en algún momento creyó que este campeonato no era posible y que lo termina festejando en las narices de River.