Extrovertido. Alegre. Intranquilo. Jocoso. Son todas estas características, y más, las que se pueden observar en el jugador Willians Astudillo dentro del dogout de los Caribes de Anzoátegui.
Se le ve, a leguas, que disfruta jugar el deporte que lo ha consagrado y que lo ha llevado a ganarse el corazón de la gran mayoría de la afición oriental. Aunque no es solo su personalidad la que encanta a los fanáticos, pues dentro del terreno también es capaz de hacerse notar. Hoy por hoy es una de las figuras del conjunto aborigen y uno de los artífices del título de la LVBP conquistado la temporada anterior.
El jugador de 27 años de edad llegó desde los Tigres de Aragua junto con los hermanos Arcia durante la temporada muerta del 2014 y se posicionó como uno de los jugadores suplentes predilectos. Su polivalencia a la hora de defender posiciones y su predominante contacto poco a poco lo ayudaron a ganar tiempo de juego y convertirse no solo en uno de los nuevos jefes dentro de la choza oriental, sino además cumplir su sueño de debutar en las Grandes Ligas.
“La clave del éxito fue la perseverancia. El trabajo diario. Me mantuve luchando, luchando y luchando hasta que gracias a Dios lo logré”, manifestó Astudillo al referirse al extenso camino que le tocó recorrer para poder llegar a ocupar el pedestal que hoy ostenta, tanto en el beisbol venezolano, como en la MLB.
El nacido en Barcelona, estado Anzoátegui, tuvo que aguardar 10 largos años en las ligas menores y probar suerte con al menos cuatro organizaciones distintas para finalmente lograr el objetivo de todo pelotero. Con Caribes corrió con una suerte parecida. La presencia de grandes figuras como José Castillo, René Reyes, Niuman Romero y otro núcleo de jóvenes promesas lo mantenían relegado al banquillo, una situación que jamás le disgustó porque confiaba plenamente en lo que era capaz y aprovechaba cada oportunidad para mandarle el mensaje al cuerpo técnico y a la directiva de que podían contar con él.
“Yo nunca bajé la cabeza. Salía a cumplir día a día, año tras año, a aportar mi granito de arena cada vez que se me abría la oportunidad de jugar y eso es lo que sigo haciendo. El hecho de que haya participado en Grandes Ligas no cambia para nada mis planes. Uno siempre debe mantenerse como la misma persona, tratar de ayudar al equipo que es lo más importante ”, expresó el hábil paleador que debutó con los Mellizos de Minnesota y generó un importante número de elogios por su prominente contacto en el cajón de los bateadores; a tal punto, de que se ponchó en tan solo 3 ocasiones después de 93 apariciones legales frente a los lanzadores contrarios.
El hecho de contar con un nuevo estatus dentro del plantel aborigen, le concede una mayor responsabilidad sobre sus hombros, algo que, más allá de presionarlo, le genera satisfacción.
“Sé que me ven ahora como esa persona grandeliga. Tengo que tratar de hacer lo mejor y ser el ejemplo para los demás y eso me gusta porque hay muchas personas que han seguido mi carrera y creo que he sabido asumir esa responsabilidad”, dijo.
Inicio atropellado. En su primer año con la tribu, también primero en la LVBP, participó en apenas 11 desafíos, que fueron suficientes para exhibir sus habilidades con el bate. Dejó promedio de .359 después de 39 turnos, en los que consiguió 14 imparables, 2 de ellos cuadrangulares.
Para aquel entonces, Astudillo pertenecía a los Filis de Filadelfia, organización a la cual le estampó su rúbrica y con la que se mantuvo en las menores a lo largo de seis campañas, sin incluir la del 2013, en la que una lesión lo apartó de los terrenos.
En el sistema de granjas de los cuáqueros no encontró el chance para subir a pesar de exhibir siempre average por encima de los 300 puntos e, ncluso, realizar una transición de infielder a receptor en búsqueda de oportunidades.
En vista de esta diatriba el toletero anzoatiguense decidió declararse agente libre una vez finalizada la zafra 2015 y enseguida consiguió trabajo con los Bravos de Atlanta. Mientras eso sucedía, seguía actuando en Venezuela con los Caribes, equipo representativo de su ciudad natal, Barcelona.
Con ellos participó en ese segundo campeonato y su producción no fue tan prolífera como en su estreno. En 30 compromisos apenas pudo ligar para .217 sin batazos de largo recorrido; similar a lo que fue el torneo 2016-2017 cuando volvió a ver acción en tres decenas de partidos y a pesar de que consiguió 2 vuelacercas, tan solo pudo llevar hasta el plato a cinco compañeros.
En Estados Unidos la fortuna seguía sin acompañarlo. Se mantuvo con los Bravos apenas por una contienda en la que llegó a jugar en la sucursal Doble A antes de optar por la agencia libre una vez más y recalar en la organización de los Cascabeles de Arizona.
En la escuadra desértica, con la que alcanzó la casta de Triple A en 2017, confrontó diversos inconvenientes físicos que lo llevaron a disputar tan solo 36 partidos. No obstante, dejó un gran desempeño tras batear ..342 y pegar cuatro vuelabardas.
A finales del calendario pasado los Mellizos de Minnesota optaron por otorgarle un pacto de ligas menores con invitación a los campos de entrenamientos. Allí no deslumbró, pero en su estadía con el Rochester (AAA) se encargó de repartir batazos a doquier, de tal manera, que su actuación no pasó inadvertida para el alto mando de los gemelos, quienes antes los inconvenientes que presentaron en el equipo grande decidieron abrirle un espacio en el roster y brindarle la opción de consagrase como el venezolano 388 en jugar en la liga de beisbol número uno en el mundo.
“Fue un momento único. Mágico. Le doy gracias a la organización, al manager y a todos los venezolanos que estaban allí porque me abrieron las puertas y me ayudaron para terminar jugando casi que a diario y ahora estar en los planes para la temporada que viene”, contó llenó de satisfacción Willians Astudillo.
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