PANAMÁ. El pitcheo, y sobre todo el de relevo, le dio a Cardenales el título en la temporada 2018-2019 de la LVBP y le permitió celebrar dos victorias en sus primeros dos encuentros en esta Serie del Caribe. Pero luego de eso, cuando tenía al alcance la final del clásico regional, le falló esa, su mejor arma, esos tan seguros brazos, y el campeón de Venezuela se despidió anticipadamente del torneo internacional, con la nostalgia de creer que pudo haber logrado más durante su estadía de una semana en el estadio nacional Rod Carew.
El staff que llegó con 0.00 de efectividad al tercero choque de la cita permitió 12 carreras en los últimos dos días, suficientes para que ni siquiera el rebuscado sistema de desempate le permitiera pensar que era posible ir al juego decisivo, este domingo, ante la República Dominicana o Panamá.
La puntilla fue clavada por el representante de Cuba, los Leñadores de Las Tunas, que vencieron al Lara este sábado 3 por 0, con gran labor del derecho Lázaro Blanco, su as, candidato a ser el mejor pitcher derecho de la justa y quien se apareció con solamente tres días de descanso, para recorrer cinco innings en blanco con nada menos que 113 pitcheos.
La eliminación, sin embargo, se fraguó antes, el viernes, ante los también descartados Charros de Jalisco. Y ocurrió ante el desplome del bullpen, ese que llevó a los pájaros rojos a dominar cada etapa del campeonato local, incluyendo 12 victorias en 16 intentos en los playoffs.
La delegación de México aprovechó al abridor Yohán Pino, como luego los cubanos a Raúl Rivero. Pero después de los 3.2 actos con tres anotaciones que aquel completó, vinieron tres de los apagafuegos principales del manager José Moreno para encajar cinco anotaciones en apenas 1.2 tramos.
Ese hiato, protagonizado por Felipe Paulino, Vicente Campos y Elvis Araujo, significó el inicio del adiós definitivo. De haber mantenido el paso de las fechas anteriores, otra podía haber sido la historia, bien porque el triunfo ante los aztecas habría estado al alcance o bien porque perdiendo 5 por 4 habrían podido avanzar incluso con un tropiezo frente a los Leñadores.
Porque los Cardenales habrían tenido en ese caso un diferencial positivo de cuatro marcas, contra una de Las Tunas y menos cuatro de los norteamericanos. Habría sido otra historia. En cambio, se desfondaron ante los Charros de Jalisco, hipotecaron su destino y quedaron ante la disyuntiva de vencer a Las Tunas o quedar fuera.
Pasó lo último. A Rivero no le fue bien, tampoco tuvo la ayuda de la generalmente segura defensa criolla y los bomberos trabajaron en puntas de pie después de él. Ocho boletos enrarecieron el trayecto, tres errores empeoraron el panorama y la pizarra favoreció a la más grande de las Antillas por blanqueo.
Terminó así el torneo para los dirigidos por José Moreno. Fue un recorrido semejante al de una montaña rusa, con dominio entre octubre y diciembre, la tragedia que se robó luego las vidas de Luis Valbuena y José Castillo, el rediseño del equipo y la campaña brillante de enero, lección de vida para quienes caen y esperan levantarse después.
No alcanzó ese impulso para dominar la Serie de Caribe. Pero queda la esperanza de pensar en la posibilidad de salir en octubre, en busca del bicampeonato en la LVBP.