Nadie molestaba a Carlos Pérez en un restaurante en Guacara. Estaba plácidamente sentado con su papá, de quien heredó el nombre. Ni siquiera el mesonero que los atendía sabía que el muchacho acababa de salir de la pretemporada de los Leones del Caracas. Resultaba comprensible su anonimato. El beisbol venezolano no lo conocía bien en aquellos días de 2014, y aun no tenía el aura que destellan los grandeligas. Pero no tardó mucho tiempo en poseerla.
Después de almorzar con su padre – quien ama el beisbol y lo rodean algunas leyendas de buen bateador, pero no conocía mucho del oficio de la receptoría-, y luego de los entrenamientos con los melenudos, Pérez dejó de ser incógnito. Tuvo un promedio de bateo de .329 y un OPS (sumatoria de embasado y slugging) de .864 en 159 apariciones durante la campaña 2014-2015. Cinco meses pasaron para que diera el salto a las mayores, con los Angelinos de Los Ángeles de Anaheim. “Recuerdo aquellos días y todos esos años de preparación que uno tiene para llegar a un punto determinado”, dijo la semana pasada, poco después de su estreno de esta campaña con los capitalinos, ya como un reputado careta de las mayores. “En esos días estaba en un nivel que sentía que podía jugar en MLB. Gracias a Dios pude debutar con Anaheim”.
La evolución de Pérez fue rápida y callada, una característica que también posee su personalidad reservada. En 2016 se metió entre los catchers finalistas al Guante de Oro de la Americana. Y en los albores de este año, sus habilidades llamaron más la atención de los entendidos por una simple razón: Es uno de los mejores brazos al tirar a la segunda almohadilla.
Matemáticas delatoras. Su poptime (el tiempo en el que un receptor recibe un pitcheo, tira a la intermedia y la bola es recibida por un infielder) se estableció en 1.92 segundos, y el promedio de 2016 en la gran carpa fue de 2.01 segundos. También puede engañar a los umpires con el arte del mascoteo (framing en inglés), pues su porcentaje de bolas convertidas en strikes de 2017 fue de 9.2, la mejor entre los venezolanos.
“Su mascoteo es un ejemplo de la confianza que ha desarrollado en sí mismo”, explicó Yorvit Torrealba, ex receptor y coach de banco del Caracas. “Hay catchers que se enfocan tanto en mascotear que lo hacen bruscamente. Carlitos tiene manos suaves. Cuando lo vi por primera vez aquí, hace dos o tres años, no estaba así. Era conocido por ser un receptor ofensivo, pero ha mejorado. Está listo para establecerse en las mayores”.
Solo hay algo que debe mejorar para optar por un lugar en las marquesinas de los receptores defensores de las mayores, y para eso debe hacer a un lado su personalidad tímida: convertirse en un líder en el terreno de juego.
“El manager Mike Scioscia (catcher por 13 zafras en las mayores) es muy exigente con cualquier aspecto de la receptoría, aunque sea un detalle mínimo. El siempre me dice que hay que ser un líder fuera y dentro del estadio”, comentó Pérez. “Así que sigo trabajando en mi comunicación con los lanzadores, esa es otra cosa que quiero practicar aquí. Trato de hablar con los pitchers, llevarlos y calmarlos en momentos difíciles. He venido evolucionando en eso cada día”.
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