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La gente y los perros pasan hambre en Calabozo

Orlando Rodríguez, concejal del Municipio Francisco de Miranda, aseguró que en Calabozo la gente resuelve su alimentación con frutas tropicales. Señaló que la crisis humanitaria en la población pudiera ser peor que en otras regiones del país

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Los perros callejeros de Calabozo están esqueléticos. Caminan con dificultad en la Plaza Bolívar de la ciudad, alternándose entre el olfato que busca comida y sus patas debiluchas. Ya la gente no suele regalar alimentos a estos animales: hay que elegir entre el hambre ajena y la personal.

El 23 de agosto había uno blanco muerto, al parecer de hambre, cerca del Monumento de los Fundadores, en la entrada norte de la población. Era como si el can hubiese acudido al lugar, entre sus últimos suspiros, para despedirse del mundo ante Fray Bartolomé de San Miguel, Fray Salvador de Cádiz y el indio (los fundadores de Calabozo representados en la estatua).

Es común que haya perros con las costillas visibles o cadáveres de ellos a lo largo del plano relieve calaboceño.

“Los perros en Calabozo están acostumbrados a comer arroz. La disminución de la producción ha causado que se alimenten menos. Por eso se ven tantos desnutridos”, opina Luis Castillo, joven de 24 años nacido en la localidad guariqueña.

Entre las acusaciones que el chavismo ha hecho contra los gobiernos que estuvieron en el periodo desde 1958 hasta 1998 se encuentra que los ciudadanos ingerían perrarina, porque no podían comprar otros alimentos. La teoría aún no ha sido del todo confirmada, pero, suponiendo que sea verdad, en estos tiempos de escasez una persona que gane sueldo mínimo tendría que invertir más de la mitad para adquirir un paquete de 4 kilos.

Si comer en Calabozo es difícil para los perros, para la gente es peor: la Canasta Básica Familiar de agosto se ubicó en 502.881,34 bolívares, según el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros. El salario mínimo es de 22.576,50 bolívares y el bono de alimentación está en 42.480. Los productos regulados solo se consiguen en largas colas o “bachaqueados”, pero estas opciones no garantizan la seguridad alimentaria.

Una alternativa es ingerir papas, yuca o plátanos, sin embargo, sus precios por kilo varían entre 700 y 1.500 bolívares.

En la ciudad el hambre está a la vista. Aunque no existe una cifra que englobe la situación en la localidad, el problema nacional puede ser consultado a través de un estudio realizado por More Consulting desde el 8 hasta el 12 de agosto: 24,2% de los venezolanos come solo una vez al día y su nutrición está basada en carbohidratos como la yuca o la papa. El informe señala que 17 millones de personas sacrifican su alimentación por la de sus hijos.

Durante una visita a Los Apretaditos fue posible constatar parte de la situación en la cual se encuentran los calaboceños respecto a la alimentación.

Este sector posee un suelo totalmente cubierto de tierra. Las casas están construidas con zinc o madera. Algunas de ellas cuentan con grandes terrenos, así que hay quienes tienen gallinas y cochinos (flacos). Los habitantes suelen situarse frente a sus hogares, exhibiendo miradas tímidas que manifiestan duda y miedo, o que piden ayuda y atención. Lucen delgados, como los perros, que apenas ven comida comienzan a mover temblorosamente la cola.

Andri Veliz, residente de 27 años de Los Apretaditos, asegura que en algunas ocasiones ha preferido dejar la comida con la intención de cederla a sus tres hijas. “Yo antes era gorda y ahorita estoy flaquita (…) He estado hasta tres días sin alimentarme”, señala.

Otra vecina, de nombre Rosa Escobar, y que vive –a su juicio- en un rancho que casi se le derrumba encima, dice que ha habido días en los que solo ha comido mangos. Vela por tres hijos, dos de ellos con condiciones físicas que requieren de tratamiento médico.

El hijo de Escobar requiere de tratamiento especial

“Si consigo arroz, se lo doy sancochadito a mis hijos”.

La casa de Escobar es amplia: cuenta con televisor, nevera, cocina, armario, cama y chinchorro; bienes que para ella solo pertenecen a sus hijos. El lugar está dividido en dos partes, pues en un espacio vive su primogénito con su familia. Dentro de la estructura, erigida con zinc, se siente mucho calor cuando la luz del sol está incandescente. En las jornadas de lluvias intensas el hogar se inunda. “Se meten culebras, plagas, ratones. Todo”, manifiesta la dueña.

Escobar dice que del Estado recibe el subsidio de la Misión Madres del Barrio, 12.500 bolívares mensuales que utiliza para obtener medicamentos o alimentos, si los encuentra.

También ha sido beneficiada por la Asociación para la Defensa de los Productos Agropecuarios (Asodepa), que impulsa el proyecto “Asodepa Mano Amiga”, el cual otorga bolsas de 20 kilos de comida que contienen arroz, harina de maíz, aceite, mantequilla, papelón, sardinas, avena, crema de arroz, huevos, leche, pollo y carne. La intención de este plan es favorecer a personas con dificultades para alimentarse.

A Rosa Escobar le concedieron uno de estos sustentos el 23 de agosto (no le ha llegado nada de los Comités Locales de Abastecimiento y Distribución). Cuando su hijo más pequeño, de 7 años, vio el paquete, saltó de emoción. “¡Mantequilla, mamá! ¡Huevos, mira!”, expresaba. A otras 9 familias también les dieron bolsas.

La mujer además debe enfrentarse a la escasez de medicinas. No solo cuida a dos hijos con dificultades de salud, sino a ella misma, pues es hipertensa. Narra que el de 30 años, que sufre de parálisis cerebral, ha pasado semanas sufriendo de dolores en el riñón y la cabeza, porque no ha hallado los medicamentos que necesita.

Escobar, que se dedica a la costura y lleva seis años en Los Apretaditos, lamenta que siempre ha vivido entre dificultades. “Solo queda aferrarse a Dios”, dice.

Habla la gente:

Yury Flores, madre de 11 hijos: “La comida no nos alcanza. He dejado de comer por mis hijos. El gobierno no nos ayuda. No me ha llegado ni una bolsa del CLAP. A veces comemos mangos en el mediodía”.

Elisa López, de 20 años de edad: “He pasado una semana comiendo mangos, aunque en esta nos vendieron la bolsa del CLAP”.

Carolina Sifontes, de 25 años de edad y madre de cinco hijos: “Mi esposo no tiene trabajo. Comemos mango. Estamos pasando una situación extrema. No conseguimos medicamentos tampoco. Primera vez que paso por una circunstancia así”.

Madre de 10 hijos que pidió no revelar su nombre: “En estos días nos llegaron las bolsas del CLAP. Me dan dos por la cantidad de hijos que tengo. Mucha gente se queja, pero tienen que entender que prácticamente somos dos familias. A veces no se consigue la comida, así que puede que no tengamos”.

“Los mangos no tocan el suelo”

Orlando Rodríguez, concejal de Primero Justicia en el municipio Miranda, aseguró que la crisis humanitaria en Calabozo pudiera ser más grave que en otras regiones. “Así como es difícil que las noticias que pasan aquí se propaguen a otras partes, también lo es que lleguen medicamentos y alimentos”, señaló.

“A pesar de que somos quienes deberíamos producir alimentos, aquí no los hay. Hay un chiste, que no es tan chiste, que suele escucharse acá: en la plaza Urdaneta los mangos no tocan el suelo, porque la gente está esperando que se desprendan para agarrarlos. Aquí sobrevivimos gracias a las frutas tropicales, lo cual es terrible”.

Lo que indica el vocero municipal puede comprobarse con solo caminar en el centro de Calabozo. La zona está repleta de colas de personas que amanecen esperando a ver si adquieren algún producto básico. Los alimentos que suelen conseguirse son huevos, carne, pollo y verduras. El problema son los costos. Se pueden gastar hasta 10.000 bolívares haciendo un mercado para solo dos personas.

El kilo de carne y de pollo supera los 4.000 bolívares, y el cartón de huevos vale entre 3.200 y 3.500. Un kilo de cebolla tiene un precio promedio de 1.000 bolívares, igual que el de tomate.

Stephanie Rondón, gestora social de Asodepa, contó que durante los recorridos para entregar alimentos ha visto casos de niños que pasan hasta tres días sin probar bocado.

“Hemos visto niños con desnutrición (…) Una señora me comentó llorando que tuvo que decirle a sus hijos que fueran a la basura a comer. Aquí de verdad se ve el hambre. Yo nací acá y nunca antes había visto lo que ocurre actualmente”.

Las zonas que ha abarcado la organización privada son diversas: de personas de bajos recursos, invasiones y de ciudadanos que suelen tener ingresos para vivir. “Por ejemplo, Las Dinamitas y Francisco de Miranda son sectores de gente trabajadora. Pero últimamente se han visto en situaciones difíciles, con muchas carencias. No les alcanza el dinero para comprar o han perdido sus empleos”, explicó.

Por el momento las localidades que han sido beneficiadas son Brisas del Coleo, Rafael Urdaneta, Los Apretaditos, Vicario, Cañasistola, Las Dinamitas, Soroco (que rodea el basurero), Tacope, Bello Horizonte, La Trinidad, Guamachito, Francisco de Miranda, Los Indios, Cruz del Perdón y Negro Primero.

En total, 70 casas han sido atendidas. Como muchas de ellas son multifamiliares (de hasta 21 habitantes), Rondón acotó que aproximadamente 120 personas han recibido la ayuda.

Asodepa Mano Amiga no solo entrega bolsas de alimentos gratuitas a los desamparados, sino que busca la forma de incorporar a los ciudadanos al ámbito laboral. “Muchos de ellos tienen talentos y han estudiado, pero no hay campo de trabajo en el que puedan ser incluidos”.

¿Y los CLAP?

De acuerdo con una fuente de la Alcaldía del Municipio Francisco de Miranda, la distribución de las bolsas del CLAP disminuyó en Calabozo luego de que el proyecto pasara a la administración de la Gobernación de Guárico.

Parece existir un conflicto entre ambos poderes. Esto queda en evidencia al ver un tuit de la cuenta @Expectativa67, retuiteado por el perfil oficial de Zobeida El Hinnaqui, alcaldesa de Calabozo, el cual reza: “Desde que llegó @Fgraterol5 (Francisco Graterol, delegado del PSUV en Guárico) al @CLAPmMiranda, ha demostrado que @Elhinnaoui lo hacía mejor y deja mal parado a @Rerchacin (Ramón Rodríguez Chacín, gobernador de Guárico).

Cuando se le pregunta por los CLAP, el concejal Orlando Rodríguez responde: “La miseria, el hambre. Eso es impresionante, la situación que viven en Calabozo con los CLAP. Todo pareciera que fuera de grandes corruptos. Este gobierno todo lo que hace es aumentar la corrupción (…) Aquí no funciona”.

El 30 de junio fue detenido Omar El Hinnaqui, director general de la Alcaldía del Municipio Miranda y hermano de la alcaldesa, por su presunta responsabilidad en el asesinato de Ramón Barreto, ex diputado del Consejo Legislativo en Calabozo, y de su esposa, Digni Díaz.

Las víctimas fueron atacadas a tiros el 25 de junio por sujetos que se desplazaban en motos cuando se dirigían a su residencia, ubicada en la urbanización Los Palomares de Calabozo.

Sobre este hecho se pronunció en julio el gobernador Rodríguez Chacín. Señaló que el caso estaba resuelto policialmente y que conocía cuánto había pagado el autor intelectual. Sobre la alcaldesa, indicó que su residencia había sido allanada y que ahí se encontraron evidencias importantes.

“Si bien es cierto que uno de los indiciados en el caso es familiar directo y cercano de la alcaldesa, y además alto funcionario de la Alcaldía, él tendrá que responder por los hechos que se le imputan. Hasta el momento no hay evidencia criminalística que vincule a la alcaldesa con el asesinato de Ramón Barreto”, agregó.

El mandatario regional advirtió que también fue descubierto un manejo irregular del CLAP en Calabozo, del cual estaba encargado Omar El Hinnaqui. “La comida para el pueblo también está entre los delitos. Hay pruebas de que estaban siendo sustraídos con fines perversos, comercializando y llevando a otros estados”.

Orlando Rodríguez igualmente indicó que el hermano de Zobeida El Hinnaqui maniobraba un negocio con los CLAP: “Parece que él acaparaba la comida. En complicidad con la alcaldesa, escondía los alimentos para sacarlos a otros municipios. Los revendían bajo cuerda. Todo esto llevó a que el gobernador entrara en una pelea con la alcaldesa”.

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