CIENCIA

Uruguay está debajo de la Anomalía Magnética del Atlántico Sur: ¿qué significa y qué consecuencias tiene?

por Avatar GDA | El País | Uruguay

La Anomalía Magnética del Atlántico Sur tiene cuatrocientos años de antigüedad y se ha ido expandiendo y transformándose a la par del campo magnético terrestre. «Funciona como una especie de sumidero, que atrapa las partículas del viento solar. Eso afecta a las cosas que están en órbita. Por ejemplo, la estación espacial tiene que apagar sus computadoras cuando pasa por acá», explicó a El País Ramón Caraballo, magíster en Geociencias por la Universidad de la República (Udelar) y Doctor en Ciencias de la Tierra por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Para describirlo en palabras sencillas, Caraballo planteó que el campo magnético de nuestra tierra es como una piedra en medio de una correntada -y que esa correntada sería, a los efectos de esta explicación-, el viento solar. En Uruguay la intensidad del campo magnético es de un tercio en relación al valor global, por lo que estamos menos protegidos ante las inclemencias de las tormentas geomagnéticas por las erupciones solares.

A este fenómeno particular se lo conoce como la Anomalía Magnética del Atlántico Sur y se ha extendido de manera tal que afecta a casi todo el continente sudamericano.
«Esta anomalía se corresponde a una zona de alta intensidad que hay en Siberia. Ellos vendrían a estar súper protegidos: digamos que todo lo que les sobra a ellos (de protección) nos falta a nosotros», explicó.

Región en el Sol con manchas solares oscuras. Foto: Space Place (NASA)

La Anomalía Magnética del Atlántico Sur

Esta debilidad del campo magnético hace más susceptibles a las redes eléctricas o a los sistemas de geolocalización a sufrir daños durante las tormentas solares: esto afecta desde los barcos a los aviones y hasta los celulares. La tormenta del 10 de mayo fue la más intensa en 20 años -la última que se registró de esta envergadura fue en octubre de 2003-, y esto también se vio en nuestro país.

«Se avistaron auroras en Costa de Oro, en El Pinar. Si vas a cualquier libro de física básica, te dice que no se ven acá. Eso ya te da una señal de la intensidad del fenómeno. El Sol tiene períodos de once años en los que se llena de manchas y este ciclo es más movido que el pasado. Este efecto se ve como premonitorio de lo que puede llegar a suceder cuando este ciclo alcance su pico en un año, un año y medio», explicó.

Un ejemplo de alteración a raíz de una tormenta eléctrica fue el que sufrieron un grupo de campesinos en Dakota del Sur. «No podían usar las cosechadoras automáticas porque les daba error el sistema de georeferenciamiento y andaban en círculos», explicó.

El problema, sostiene Caraballo, es que las tormentas solares pueden generar apagones muy extensos geográficamente, y atacan siempre a los sistemas de alta tensión. «Si falla Salto Grande, por ejemplo, el resto de los cables quedan de adorno porque la zona de distribución eléctrica queda interrumpida», manifestó. En una situación así, el problema mayor es que se llegue a dañar el transformador, ya que no pueden ser suplantados fácilmente.

«La pregunta no es si va a suceder, sino cuándo y cómo nos preparamos para un evento así. En Uruguay se ha hecho muy poco, por más que hemos insistido, y en Latinoamérica los únicos países que se han preparado son Brasil México«, sostuvo.

En México particularmente se incluyó a estos fenómenos en la ley de protección civil -y están en pie de igualdad con los sismos. «Los tomadores de decisión han tomado consciencia de este riesgo y mandataron a la academia y a los operadores eléctricos que se estudie este tema», planteó Caraballo.

Otra arista de este problema es que Uruguay está muy interconectado con Brasil Argentina. Caraballo recordó el apagón eléctrico de 2019 que afectó a Uruguay, Argentina y Paraguay a la vez, y planteó que una afectación masiva por una tormenta solar sería similar a este episodio. «Inicialmente no hay riesgos a la vida, sino a la tecnología, de la que estamos tan agarrados. No tenemos que perder de vista que somos muy dependientes de la red eléctrica y vivimos en un mundo fuertemente interconectado», argumentó.

Llamarada solar registrada por la NASA. Foto: NASA

¿Una tormenta solar puede prevenirse?

«Una tormenta solar no puede prevenirse como una tormenta común, ya que no existen modelos para el sol. El sol es caótico», afirmó Caraballo.

A su vez, el campo magnético no es estable, por lo que cada cinco años se deben renovar los modelos que se utilizan para estudiarlo, y muchas veces evolucionan de maneras que los investigadores no preveen. «No hay soluciones enlatadas para este fenómeno: lo que funciona en Estados Unidos no funciona en Uruguay, porque tienen infraestructuras diferentes», indicó.

Caraballo es miembro del Observatorio Geofísico del Uruguay de la Facultad de Ciencias de la Udelar y a futuro le gustaría poder enfocarse, junto a otros colegas, en el estudio regional del tema. «Es una zona interesante para el estudio de este fenómeno», opinó. El observatorio cuenta con una serie de magnetómetros terrestres, que se instalaron en 2012, y permiten ver las variaciones del campo magnético terrestre.

«Generalmente el campo magnético varía muy lento, en meses o siglos. En una tormenta magnética se mueve muy rápido, varía minuto a minuto. Si mirás el planeta es como un ovillo de alambre, por la cantidad de cables que hay. Y todos esos cables se ven afectados por las variaciones del campo magnético, que terminan afectando a los dispositivos. Y es algo silencioso, no es que un ingeniero vaya a ver algo roto, simplemente se va a apagar. Si no conocen el fenómeno, pueden diseñar una solución que no abarque este problema», sostuvo.

Para Caraballo, la clave para estudiar estos fenómenos está en la colaboración regional con otros países. «Uruguay es un barrio del sistema interconectado argentino-brasileño. Hace 50 años la red uruguaya no tenía conexión con Argentina o con Brasil. Tenemos un sistema muy heterogéneo, con diferentes voltajes y diferentes dispositivos. Es un campo muy interesante, muy desafiante y hay todo por hacer en Latinoamérica», sostuvo.

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