Según recientes estudios, el refrán «desayuna como un rey, come como un príncipe y cena como un mendigo» ya no es una evidencia tan clara como se pensaba antes para beneficiar la salud.
Es cierto que una cena abundante sí puede provocar que la digestión sea más pesada, más difícil. Eso podría hacer que el descanso no sea reparador. Pero todo depende de varias cuestiones como, por ejemplo, qué se come.
Además, las mismas investigaciones arrojan que no se puede dar una respuesta que sirva para todas las personas. Dependerán de sus ritmos biológicos y de un término que se conoce como crononutrición. Este es el estudio de la alimentación sobre esos ritmos biológicos.
Según el diario El País, María José Castro Alija, doctora en medicina, experta en nutrición y profesora titular de la Universidad de Valladolid, hay personas que son vespertinas y otras que son matutinas. Eso supone que la respuesta a la pregunta depende del metabolismo de cada individuo y de cómo se produce su proceso digestivo.
Cena, salud y pérdida de peso
En alimentación, entonces, cada vez se puede generalizar menos. La vieja teoría de que cenar mucho, por ejemplo, supone un aumento de peso no se sostiene con los últimos estudios. Uno acaba de analizar la diferencia de pérdida de peso en personas que desayunaban mucho y luego iban comiendo menos a lo largo del día, frente a otras personas que desayunaban muy poco e iban comiendo más a lo largo del día, y cuya ingesta más importante era por la noche: la ganancia de peso prácticamente era igual en los dos grupos.
Eso demuestra que, en la pérdida de peso, no es crucial cuándo se coma. Lo que sí parece es que influye en el apetito y en la sensación de saciedad. Un desayuno más abundante parece que disminuye las hormonas del apetito y aumenta las de la saciedad. De hecho, mucho más que cuando la comida más abundante se hace a la hora de la cena.
En nutrición, asegura la experta, hay que mirar directamente a la personalización: la respuesta metabólica va a ser distinta entre unas personas y otras, como lo es también el ritmo de producción de hormonas.
Durante mucho tiempo se ha dicho que el desayuno es la comida más importante del día. Pero el desayuno no es más que romper el ayuno. Y depende de cada persona, puede funcionar mejor un desayuno abundante o no. Todo se deja en evidencia con los ayunos intermitentes en los que se cambian los horarios de las ingestas.
Las normas generales que se veían recomendando se han quedado desfasadas en temas de salud. Lo que se sabe ahora es que hay que hacer un estudio de cada persona y, en función de la respuesta que tenga, sus ritmos cronobiológicos, sus horarios y cómo se sienta emocionalmente, la recomendación nutricional debe ser una u otra. Es algo mucho más complejo que sumar y restar calorías.
También influye mucho si está todavía en proceso de crecimiento, si tiene mayor necesidad de aporte, o cómo funciona su proceso digestivo. Para la profesora, decir radicalmente que es malo cenar en abundancia justo antes de acostarse es pernicioso, y con los conocimientos actuales en nutrición no puede hacerse.