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Descubierto un nuevo cometa ATLAS en trayectoria rasante al Sol, visible a finales de octubre

El cometa ATLAS ya es accesible a telescopios de aficionado, pero como en su trayectoria se acerca angularmente al Sol solo puede verse cerca del crepúsculo
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En un momento en el que andamos pendientes del cometa 2023 A3 Tsuchinshan-ATLAS, un nuevo objeto, también descubierto por el programa Asteroid Terrestrial-impact Last Alert System (ATLAS), nos ha sorprendido con su inesperada aparición. El nuevo cometa, C/2024 S1 ATLAS, procedente de los confines del sistema solar, puede llegar a ser mucho más brillante que el lucero del alba, Venus. Es más, podría ser el segundo cometa visible a simple vista en apenas un mes, un acontecimiento bastante inusual.

C/2024 S1 ATLAS se está adentrando en el sistema solar y su órbita es de alta inclinación y excentricidad. Su órbita además se caracteriza por una estrecha aproximación al Sol, lo que incluye al cometa en la categoría de rozadores solares Kreutz.

Durante este mes, su observación desde latitudes medias va a ser todo un reto por la peculiar inclinación de su órbita, que lo sitúa a baja altura en el cielo de la mañana. A principios de noviembre volverá a verse acercándose a la brillante estrella Spica de Virgo.

A lo largo de la historia ha habido cometas muy relevantes de este tipo, cuyo tránsito a través del sistema solar interior ha sido tan fugaz como extraordinario.

Puede alcanzar la luminosidad de la Luna gibosa

El cometa ATLAS ya es accesible a telescopios de aficionado, pero como en su trayectoria se acerca angularmente al Sol solo puede verse cerca del crepúsculo.

Si continúa el comportamiento luminoso que estamos observando, el 28 de octubre, cuando alcance su perihelio, a solo 1,23 millones de kilómetros del Sol, podría alcanzar magnitud -8, similar a la que observamos a la Luna gibosa (más que medio llena). Si esto ocurre, pasaría a ocupar el segundo puesto en brillo en el ranking de Cometas rozadores Kreutz, ahora encabezado por el famoso Gran cometa de 1965 C/1965 S1 (Ikeya-Seki), añorado por los astrónomos. Desgraciadamente el cometa ATLAS se encontrará muy cerca del Sol en ese momento, aunque según se aleje del perihelio podría sorprendernos como hizo en su día el Ikeya-Seki.

Cómo localizarlo

Ahora mismo observar el cometa 2024 S1 ATLAS es un reto incluso para telescopios de tamaño medio. Para localizarlo, esta semana hay que discernir la estrella Lambda de la constelación de Hidra desde un lugar bien alto, libre de contaminación lumínica y con un horizonte despejado antes del amanecer. Con telescopio, moviéndonos en el campo ligeramente hacia el sur, podremos observarlo como una estrella nebulosa. La siguiente carta celeste creada por Gideon van Buitenen en su recomendable página del cometa 2024 S1 detalla su trayectoria en el cielo.

Aún será visible tras su paso por el perihelio, aunque bajo en el horizonte. En la primera semana de noviembre podría verse al amanecer bajo la constelación de Virgo, debajo de la estrella Spica. Y podría llegar a verse incluso de día, algo que resultaría bastante inusual.

En términos generales, el cometa irá acercándose al Sol este mes y, tras pasar por el perihelio el 28 de octubre, volverá a ser visible desde nuestras latitudes a partir del 3 de noviembre. Durante las dos primeras semanas de noviembre permanecerá asequible, aunque bajo en el horizonte y alejándose de nuevo hacia los confines del sistema planetario.

Su procedencia en la Nube de Oort

Este tipo de cometas sigue órbitas ligeramente hiperbólicas. Aunque podría pensarse que proceden del medio interestelar, creemos que surgen de un gran almacén exterior llamado Nube de Oort. Los encuentros próximos entre ellos o incluso la interacción gravitatoria con estrellas cercanas podrían impulsarlos al encuentro con el Sol.

Los modelos dinámicos apuntan a que esa enorme nube de cuerpos helados surgió fruto de un gran cataclismo. Se trataría, por tanto, de cuerpos primigenios del sistema planetario, de gran interés cosmoquímico, que se formaron en la región exterior del cinturón principal de asteroides y acabaron almacenados en el límite gravitatorio del Sol.

La mayoría son objetos relativamente frágiles, llamados transicionales por estar a medio camino entre asteroides y cometas, y están formados por agregados de hielos, materia orgánica y diminutas rocas.

En los primeros tiempos evolutivos, el cinturón principal estaba mucho más poblado de objetos y su masa creció tanto que forzó a los planetas gigantes a moverse hacia el interior del sistema planetario. Aquello tuvo consecuencias cataclísmicas y produjo la dispersión gravitatoria de los pequeños cuerpos helados. Unos acabaron almacenados en la Nube de Oort, otros escaparon al espacio interestelar y otros chocaron contra planetas.

El bombardeo tardío de la Tierra

La mayoría de esos objetos que alberga la Nube de Oort fueron impulsados principalmente por Júpiter y Saturno hasta los límites del campo gravitatorio solar. Era el momento en que los planetas rocosos, como el sistema doble Tierra-Luna, se acababan de consolidar, y sufrieron el llamado gran bombardeo tardío. Esto explica que cada año se descubran nuevos cometas procedentes de esa región exterior, situada entre unas 2 000 y 200 000 veces la distancia media Tierra-Sol (conocida como unidad astronómica y equivalente a unos 150 millones de kilómetros).

Las consecuencias de aquel cataclismo todavía perduran. Entonces se fijó la distribución y las distancias entre los actuales planetas. El proceso martilleó la Tierra y la Luna, como reveló la datación de buena parte de las rocas lunares traídas por los astronautas de las misiones Apolo de la NASA. Además, impactos con cuerpos de varias decenas de kilómetros de diámetro produjeron la mayoría de los grandes cráteres de impacto que contemplamos en la Luna, excavados por aquellos cuerpos de baja inclinación que, en vez de ser lanzados hacia afuera, se dispersaron hacia el interior y cayeron hasta encontrarse con los planetas interiores.

La fascinación científica

Los astrónomos no dejamos de fascinarnos por las enseñanzas que dejan los cometas. Una de mis mayores aventuras profesionales fue la participación en la Stardust de la NASA, la primera misión de retorno de muestras de otro cuerpo diferente a la Luna que consiguió claves sobre su composición. Seguirlos de cerca y traer muestras son las mejores maneras de seguir aprendiendo de estos cuerpos que nos traen mensajes embotellados del mismo origen y composición de nuestro sistema planetario.

Esperemos que llegue pronto un día en el que los humanos cesen sus innumerables guerras fraticidas y destinen una pequeña parte de esos recursos a seguir explorando nuestro entorno para comprender lo que tienen que contarnos estos errantes mundos helados.The Conversation

Josep M. Trigo Rodríguez, Investigador Principal del Grupo de Meteoritos, Cuerpos Menores y Ciencias Planetarias, Instituto de Ciencias del Espacio (ICE – CSIC)

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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