La caída de árboles en una ciudad reduce la absorción de carbono, la sombra y el filtrado de aire, y su atención debe considerarse en el desarrollo de planes de manejo eficientes y sostenidos en el tiempo.
Así lo sugiere un estudio publicado en la revista Urban Forestry and Urban Greening, que ofrece algunas recomendaciones a partir del análisis de la cobertura de árboles de São Paulo (Brasil), donde se registran hasta dos mil caídas al año.
Basándose en las caídas registradas en esa ciudad entre 2016 y 2018, los investigadores identificaron causas y definieron líneas de acción para reducir los daños.
Durante las tormentas, el agua debilita los suelos y las ráfagas de viento producen fallas mecánicas que pueden derribar los árboles, dijo a SciDev.Net Giuliano Locosselli, experto del Instituto de Investigación Ambiental del estado de São Paulo y uno de los autores del estudio.
En particular, los árboles que crecen en calles al interior de corredores de edificios altos son más proclives a la caída, debido a la canalización de los vientos. Los ejemplares más viejos resultan especialmente vulnerables, porque sufren micro-fracturas a lo largo de su vida y están expuestos a hongos y microorganismos que los degradan.
“Debemos entender a los árboles como una parte de la infraestructura urbana que trae muchos beneficios a las personas y a la biodiversidad”. Pero también “requieren mantenimiento para seguir proveyendo beneficios sin convertirse en un riesgo”.
Giuliano Locosselli, Instituto de Investigación Ambiental del estado de São Paulo, Brasil
En base a estas observaciones, los investigadores usaron algoritmos de inteligencia artificial para dilucidar la importancia de cada uno de los factores que influyen en la caída.
Así, concluyeron que los problemas en las ramas representan 46% de las causas de las caídas —porque se doblan más fácilmente por el viento—, 33% responde a fallas en las raíces —resultado de su confinamiento para evitar que invadan casas o calles— y 21% a problemas en el tronco, debido a degradación de la madera y malas prácticas de poda.
Lecciones de la tormenta
El 17 de diciembre de 2023, un temporal en Buenos Aires (Argentina) causó 13 muertos y miles de destrozos, entre ellos la caída de 715 árboles y ramas de gran porte.
En un recorrido posterior por la ciudad, el ingeniero agrónomo Carlos Anaya -presidente de la Asociación Civil de Arboricultura de su país- se sorprendió por la cantidad desproporcionada de árboles verdes que se habían perdido, algo que atribuyó a “la poda frecuente, excesiva e indiscriminada” que los debilita por demás.
“Las podas deben ser mínimas”, insiste a SciDev.Net. “No se debe salir a podar por calendario o cuadrícula, sino sobre los árboles jóvenes que lo necesitan, y con un objetivo claro”. Es importante hacerlo en los momentos indicados (varían para cada especie) y con cortes de poco calibre, evitando avanzar cuando el árbol está estresado por plagas, sequías o inundaciones, agrega.
“Debemos entender a los árboles como una parte de la infraestructura urbana que trae muchos beneficios a las personas y a la biodiversidad”, remarca Locosselli. Pero también “requieren mantenimiento para seguir proveyendo beneficios sin convertirse en un riesgo”.
Las iniciativas de planificación y manejo requieren considerar las variaciones que pueden presentarse en cada ciudad en relación con el clima, la topografía y el tipo de especies, destaca Anaya.
El estudio de Urban Forestry también propone que los gobiernos locales verifiquen en forma rutinaria la resistencia de los árboles, que las oficinas públicas y compañías privadas revean sus prácticas de poda, y que los ciudadanos dejen espacio para el crecimiento de las raíces frente a sus hogares.
Algunas de estas recomendaciones se recogen en el nuevo Master Plan de São Paulo, que incluye la capacitación a empleados públicos y proveedores de servicios, según detalla el estudio.
En una línea similar, la ecóloga urbana Cynnamon Dobbs, experta de la Universidad de Connecticut que ha estudiado los ecosistemas urbanos en Latinoamérica, recuerda que Bogotá (Colombia), Santiago de Chile y Mendoza (Argentina) han mostrado “mucho progreso en sus inventarios de árboles, que son la base informativa para generar buenos plan de manejo”.
También recuerda que Cities4Forests —la alianza global dedicada a conservar bosques en las ciudades— destaca las experiencias exitosas del programa dedicado al bosque atlántico en Río de Janeiro (2015), la creación de un cinturón verde alrededor de la ciudad peruana de Iquitos (2011-2021) y la iniciativa para construir una relación armónica entre los ciudadanos y el entorno en la comuna chilena de Coronel (2009-2050).
Sin embargo, a nivel global y regional faltan precisiones en torno a las acciones que lleven a una implementación exitosa con sus correspondientes presupuestos, apunta Dobbs.
Para eso, recomienda que los programas de plantación se gestionen a escala barrial (para mejorar su seguimiento) y monitorear la salud de los árboles sobre el terreno o en forma remota, incluyendo la identificación de conflictos con la infraestructura edilicia, como los cables aéreos o el pavimento levantado.
Un manejo virtuoso también debería abordar la vulnerabilidad potencial a las plagas y enfermedades de las diferentes especies, para identificar eventuales reemplazos. Así no solo mejorará la salud de los árboles, sino también aspectos tan relevantes como la calidad del aire y la seguridad de las personas.
Por: Pablo Corso
Este artículo fue producido por la edición de América Latina y el Caribe de SciDev.Net