El aumento sostenido de cesáreas entre mujeres que no las necesitan impulsa esfuerzos regionales para que los médicos las lleven a cabo guiados por criterios médicos establecidos.
La cesárea es “una posibilidad de salvar mujeres y, de hecho, salva mujeres. Más que eso, salva a recién nacidos”, dijo a SciDev.Net Suzanne J. Serruya, directora del Centro Latino Americano de Perinatología, Salud de la Mujer y Reproductiva de la Organización Panamericana de la Salud (CLAP-OPS). Pero “hay una tendencia en las últimas tres, cuatro décadas, de un incremento de cesáreas innecesarias. ¿Por qué innecesarias? Porque no hay justificación”, aseguró.
Para la especialista existe la idea de que es una intervención que no conlleva riesgos, cuando en realidad puede llevar a un aumento de hemorragias y de casos de acretismo placentario, una afección grave que ocurre durante el embarazo cuando la placenta se adhiere a las paredes uterinas.
Desde 2018, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reportó que “el aumento de las tasas de cesárea puede asociarse con una mayor morbilidad materna y perinatal. El parto por cesárea conlleva riesgos a corto y largo plazo que pueden prolongarse muchos años para la salud de la mujer, del niño y de futuros embarazos”.
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A pesar de eso, los partos por cesáreas siguen en aumento. Hay estudios que muestran que de 1990 a 2014 la cantidad global de cesáreas se triplicó (pasó de 6,7% a 19,1% del total de partos). De todas las regiones, la que tuvo un mayor aumento fue América Latina y el Caribe (pasó de 22,8% a 42,2%).
“Las cesáreas innecesarias son un problema de salud alarmante, especialmente por los países en donde están ocurriendo: países con altas tasas de fertilidad. Pero a diferencia de África, en América Latina no solo se tiene alta fertilidad sino también la infraestructura y los recursos para realizar la cesárea”, explica a SciDev.Net Rodrigo Ayala, profesor de ginecología y obstetricia del Centro Médico ABC en México.
Según nuevos reportes, para 2030 la tendencia de cesáreas seguirá en ascenso. “En ausencia de intervenciones efectivas que reviertan la tendencia actual, en 2030 (…) las cesáreas ocurrirán en más de 50% de los nacimientos”, dicen los autores.
Para evitarlo, organizaciones como la OMS y la OPS impulsan esfuerzos para que los médicos tomen decisiones con base en criterios médicos, a través de herramientas como la clasificación de Robson, un sistema que ayuda a clasificar a las mujeres ingresadas para parto en 10 grupos según ciertas características (edad, partos y cesáreas previas, edad gestacional, posición del feto, entre otras).
Gracias a esto, los médicos pueden identificar grupos de menor riesgo, por ejemplo, mujeres jóvenes que nunca han tenido hijos y están en trabajo de parto espontáneo (Grupo 1), hasta las que tienen mayor riesgo de complicaciones (Grupos 6-10), como la hemorragia preparto, el sufrimiento fetal, la presentación fetal anormal o la hipertensión.
Por la clasificación de Robson hoy se sabe en qué grupos se llevan a cabo más cesáreas. Una investigación reciente publicada en la revista BMC Pregnancy and Childbirth, en la que se evaluaron más de 90.000 partos en cinco países de la región, reportó que el Grupo 5 (mujeres con cesáreas previas) es el que más contribuye al número general de estas intervenciones.
Esto quiere decir que las mujeres que tuvieron su primer parto por cesárea tienen más probabilidad de repetirla en sus partos subsecuentes, aún si el parto vaginal es una opción. Por eso, dicen los autores, “evitar la cesárea desde el primer parto es clave para reducir las cesáreas innecesarias en América Latina”.
Para Serruya, quien es una de las autoras del artículo, la clasificación de Robson es fundamental para tomar decisiones en los hospitales, pero también para ver que las cesáreas innecesarias representan un problema de salud complejo y multifactorial, en el que están implicadas variables que no son estrictamente médicas, sino sociales, culturales y económicas.
“Las cesáreas no deben programarse”, dice Serruya. Muchos médicos lo hacen “para evitar que la mujer entre en trabajo de parto y los llame a la mitad de la noche, en su feriado o en sus vacaciones”.
“Hay mucha inexperiencia y falta de formación entre los médicos. No saben evaluar bien a su paciente o (…) sale algo que los alarma y dicen: ‘no me la voy a jugar, mejor la opero’. También [están] la desidia y la carga de trabajo de los médicos, sobre todo en instituciones de gobierno”.
Rodrigo Ayala, profesor de ginecología y obstetricia del Centro Médico ABC en México
“En Brasil es impresionante. Vas a un hospital en la víspera de un feriado y está todo lleno. Las cesáreas son de lunes a miércoles porque nadie quiere hacer una cesárea el jueves y tener que volver al hospital para hacer un egreso el sábado. Entonces todo es por una comodidad en la que la mujer está de acuerdo”, comentó Serruya.
Otro asunto clave es la falta de información para las mujeres. Los estudios sobre las preferencias de las mujeres muestran “que no tienen autonomía a la hora de decidir”, dijo Mercedes Colomar, otra de las autoras del estudio y consultora de CLAP.
“Muchas mujeres relatan que ellas, en realidad, a priori hubieran preferido tener un parto vaginal, pero luego ocurren circunstancias durante o antes del parto, por algún motivo el médico las lleva a pensar que a lo mejor puede salir algo mal. Entonces la mujer termina dejando la decisión en manos del médico”, dice Colomar.
“Hay una falsa idea de que la cesárea es más segura que el parto vaginal. No lo es”, afirma Serruya, y por eso, la OMS ha hecho un llamado desde 2015 para informar adecuadamente a las mujeres de los riesgos y beneficios de estos procedimientos.
Para Rodrigo Ayala, quien no participó en el estudio, los esfuerzos también están en entrenar adecuadamente a los médicos.
“Hay mucha inexperiencia y falta de formación entre los médicos. No saben evaluar bien a su paciente o (…) sale algo que los alarma y dicen: ‘no me la voy a jugar, mejor la opero’. También [están] la desidia y la carga de trabajo de los médicos, sobre todo en instituciones de gobierno”, agregó.
Los especialistas coinciden en que entrenar a los médicos para decidir con base en lo que necesita la mujer y no en la comodidad, informar a las pacientes sobre los riesgos de la cesárea, y tener herramientas como la clasificación de Robson, pueden frenar el aumento de estos procedimientos.
Por: Aleida Rueda
Este artículo fue producido por la edición de América Latina y el Caribe de SciDev.Net
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