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Tras la pista de la leyenda del llano, una opción de turismo sustentable: caimán del Orinoco, el crocodylus intermedius

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Por Marijul Narváez y Jack Hoopia
@rioverdeoficial/@jul_narvaez

«Allá aboya», nos avisa Víctor Musiú Cardenas ante la presencia de lo anticipado. Ha repetido este ritual por décadas pero puede verse que aún le satisfacen los buenos resultados. Víctor está llamando caimanes y el primero de ellos acude a la cita.

Estamos en los Llanos venezolanos, específicamente en el Hato El Cedral, una reserva natural de 53.000 hectáreas enclavada en las sabanas inundables del estado Apure, al suroeste del país. Pronto todas las miradas se clavan en una forma oscura que cruza la superficie del Río Matiyure. La silueta prehistórica se dibuja claramente, mientras se acerca decidida a nuestra pequeña embarcación; sus ojos reptilianos y su lomo cubierto de protuberancias rápidamente nos transporta a una era en la que los humanos no éramos más que endebles eslabones de la cadena alimenticia.

«Juancho, Juancho», pepite Musiú, como si le hablara a un viejo conocido, al tiempo que chasquea los labios para producir un sonido muy particular, que parece ser un imán para el saurio; pronto extiende una vara de madera con un trozo de carne empalado al extremo opuesto, con el que golpea el agua. El caimán está ya a un lado nuestro. Finalmente Musiú levanta el cebo y  Juancho impulsado por su poderosa cola de dragón se alza vertical sobre la superficie asomando casi dos metros de su escamosa anatomía y abriendo unas fauces temibles rematadas por hileras de dientes como dagas.

A pesar de que su nombre común es caimán del Orinoco, es uno de los cocodrilos más grandes del mundo, alcanzando una talla máxima de 7 m. Pese a su imponente tamaño es una de las especies de reptiles más amenazadas del continente. Debido a la fragmentación y contaminación de sus hábitats, así como por la caza furtiva, el caimán del Orinoco está clasificado en la categoría «en peligro crítico» por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y aparece en el Apéndice I de la Convención sobre el Comercio Internacional  de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES). Presente en la idiosincrasia, las leyendas, las canciones y hasta en la literatura de la legendaria Doña Bárbara, el caimán del Orinoco es casi el emblema del llano. Esta especie vive en estado silvestre en las tierras bajas de la cuenca del Orinoco. Se encuentra con más frecuencia en los grandes ríos, caños y lagunas, ríos meándricos y sabanas inundables cubiertas de vegetación acuática, así que recorrer la sabana inundable sin poder observarlo es como ir a Egipto sin poder apreciar sus pirámides.

Los esfuerzos por su conservación han sido amplios gracias a las acciones de científicos que han dedicado su vida para elaborar planes que permiten su prevalencia en el tiempo como lo son los miembro del Grupo de Especialistas de Cocodrilos de Venezuela (GECV), hoy en día el ecoturismo es una de esas alternativas que permite educar, replica el mensaje y conservar los ecosistemas donde habita esta especie de forma sustentable. Año tras año, miles de personas organizan sus vacaciones en torno a destinos que incluyen avistamiento y hasta interacción con animales salvajes en su entorno natural y a pesar de toda la crisis que vivimos, Venezuela tiene aún muchísimo que ofrecer a los viajeros ávidos de experiencias salvajes.

Travesías Río Verde busca fomentar  la educación conservación arraigo y pasión por Venezuela. Conservar este tipo de animal no es fácil, el estigma de depredador peligroso le precede y su carne es una tentadora alternativa de subsistencia de modo que si va a preservarse, ha de ser pragmáticamente y con el aporte económico proporcionado por personas que asisten año tras año a la liberación de sus crías en el río Capanaparo. Sea en los llanos de Venezuela o en la Patagonia, el turismo de fauna es de hecho un importante rubro económico, que se traduce en la conservación de especies y su hábitat, ya que produce un incentivo práctico a las comunidades humanas, al darle un valor tangible, se contribuye tremendamente a la conservación de nuestra bella fauna silvestre.

 

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