extraterrestre
Foto National Geographic

Por Camilo Flórez Góngora*

Especial para El Nacional

La pandemia del coronavirus ocupó la agenda noticiosa del 2020 y pasará a la historia como un annus horribilis que nos marcará para siempre. A pesar de esta tragedia que ha provocado tanto dolor por los altos niveles de muertes y el desalentador impacto económico, para la astrobiología el 2020 ha sido un annus mirabilis.

Esta ciencia joven de 85 años ha progresado a pasos vertiginosos durante las últimas dos décadas. El descubrimiento de nuevos planetas parecidos en tamaño y condiciones al de la Tierra, no para de crecer. Al punto que hoy se sabe que existen tres veces más planetas habitables en la Vía Láctea (Misión Espacial Kepler) que personas en el mundo.

Las preguntas de la astrobiología son variadas, pero sin duda una de las más interesantes es la de encontrar un segundo planeta Tierra y la posibilidad de comprobar la existencia de otras civilizaciones en los confines de nuestra galaxia. De lograrse un contacto con otra civilización, constituiría uno de los hechos más trascendentales de la historia de la humanidad.

Frank Drake, un prestigioso astrónomo estadounidense, desarrolló en 1961 lo que se conoce como la ecuación o fórmula de Drake. Nada más que una expresión matemática fundamentada sobre los siete factores necesarios para que se desarrolle la vida inteligente y calcular la probabilidad de que existan otras civilizaciones inteligentes en nuestra galaxia.

Dentro de una de esas variables se requiere que el planeta tenga una estrella adecuada y existan las condiciones favorables para albergar vida. Esta ecuación, a pesar de ser ampliamente criticada, fue aceptada como el primer esfuerzo para determinar la existencia científica de vida extraterrestre. Hoy en día se tienen versiones modificadas de la ecuación de Drake que pretenden llenar los vacíos que esta dejó al descubierto.

Recientemente, un grupo de investigadores del Reino Unido, examinando una versión modificada de la ecuación de Drake y haciendo uso del principio de mediocridad (el fenómeno de la vida no es exclusivo del planeta Tierra) de Nicolás Copérnico, sugirió que el número probable de civilizaciones extraterrestres que podrían ser contactadas es de 36.

Algunos consideran tecnológicamente imposible lograr algún contacto cósmico por la gran distancia en años luz que nos separa de la Tierra. Tan solo el diámetro de la Vía Láctea es de 100.000 años luz. Esto supone que una señal recibida hoy desde el otro extremo de nuestra galaxia habría sido enviada hace 100.000 años y una respuesta se tomaría otros 100.000 años en llegar de vuelta. Sin embargo, la esperanza de lograrlo sigue intacta.

El debate en astrobiología no solo concierne a las limitaciones de los aspectos tecnológicos para lograr sus objetivos, sino también a las implicaciones éticas y sociales que estos descubrimientos pueden llegar a tener sobre nuestras sociedades. A menudo la pregunta que se busca responder es si la humanidad está preparada para hacer contacto con una civilización extraterrestre y cuáles podrían ser las consecuencias, tanto planetarias como del futuro de la especie humana, en caso de que esto ocurriera.

Existen temores reales por la incertidumbre sobre el grado de avance tecnológico que pudiera tener una civilización extraterrestre que entrara en contacto con la nuestra y para cuyo desenlace no se tiene bajo un plan de respuesta planetaria. Ya en 2010, la Oficina de la ONU para Asuntos del Espacio Exterior había advertido que los humanos no estamos preparados para responder a un posible contacto con seres extraterrestres.

En septiembre pasado, el astrobiólogo español Carlos Briones –en una entrevista concedida a la agencia EFE por su nuevo libro ¿Estamos solos? En busca de otras vidas en el Cosmos (Editorial Crítica)– confirmó la advertencia de la ONU. No obstante, existe un protocolo desarrollado por el Instituto de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre (SETI) que pueda ser utilizado por todas las organizaciones que participan en proyectos de búsqueda de vida extraterrestre para que la información sea científicamente válida y transparente. Esto con el fin de evitar la especulación y la charlatanería que puede llevar a una innecesaria ola de pánico a escala global.

El objetivo de la misión Kepler de la NASA, con la puesta en órbita del telescopio del mismo nombre en 2009, fue la de encontrar planetas extrasolares. Preferiblemente que tuvieran el tamaño similar a la Tierra y orbitando en la zona de habitabilidad de su estrella.

Durante su operación, la sonda Kepler encontró algo más de 2.700 candidatos a exoplanetas. Los datos de Kepler han permitido estimar la existencia de cerca de 17.000 millones de exoplanetas del tamaño de la Tierra en la Vía Láctea. Con esta enorme abundancia de planetas, las probabilidades de encontrar vida extraterrestre aumentan, pero no necesariamente la de encontrar civilizaciones inteligentes. Lo que representa 2 problemas distintos que trata de resolver la astrobiología.

La vida extraterrestre puede estar representada en formas de vida microbiana y no necesariamente en organismos más complejos como un mamífero homínido. Si pensamos en civilizaciones inteligentes, estas deben ser parecidas morfológicamente a la especie humana. Tendríamos que poner nuestra imaginación a funcionar para describir cuáles podrían ser esas potenciales formas homínidas que puedan haber evolucionado en los exoplanetas de la Vía Láctea. Aquí la astrobiología tiene uno de sus retos más complejos y fascinantes.

Las nuevas misiones que llegarán a Marte en febrero de 2021 nos confirmarán si hubo vida en el planeta rojo. Esto supone por el momento el rastreo de vida microbiana en suelo marciano y que de ser confirmado abrirá la puerta a un nuevo capítulo de la astrobiología marciana. También se conocerán nuevos detalles sobre la mineralogía marciana, cuyos resultados pueden abrir el camino a una competencia entre naciones o empresas privadas por los recursos con potencial de explotación en este cuerpo celeste.

El dilema de exploración o explotación marcará la agenda a futuro de la relación de la humanidad con Marte. SpaceX, la empresa californiana del billonario Elon Musk, ya ha advertido que “ningún gobierno con base en la Tierra tiene autoridad o soberanía sobre las actividades en Marte”. Una declaración audaz que, hasta el momento, no se ha tomado seriamente en la opinión pública internacional para su correspondiente debate. Lo que se espera es que la destrucción de los recursos terrestres no sea una aventura exportable al sistema solar y la integridad extraplanetaria se pueda conservar.

La celebración de los 85 años de la astrobiología no pudo darse de manera ampliamente, como se lo merecía, por las limitaciones que nos ha impuesto la pandemia del coronavirus. Sin embargo, sus logros impresionantes seguirán marcando la frontera del conocimiento en los próximos años. La astrobiología es una ciencia joven con un gran futuro y a la espera de otros grandes descubrimientos. Como lo expresó en una conferencia TEDx Dimitar Sasselov, profesor de astronomía de la Universidad de Harvard: “La biología es el futuro de la astronomía”.

*Biólogo consultor y autor. Con pregrado en la Universidad del Valle (Cali, Colombia) y posgrado en el Prescott College de Arizona (Estados Unidos).


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