Eugen Rochko era un usuario intensivo de Twitter. Pero empezó a buscar alternativas porque la famosa red de micro-blogging no llenaba sus expectativas. Se mostraba agotado de los abusos de sus usuarios, de los famosos troles que «arruinaron la experiencia».
En un artículo de su autoría, publicado en medium.com, Rochko analizó los puntos débiles de Twitter. Por un lado, criticó su carácter centralizado (hay una única comunidad encabezada por un grupo reducido de personas). Por otro, los constantes e inesperados cambios de su algoritmo. De igual manera, ahondó en otros detalles que, a su juicio, afectan la experiencia de forma significativa.
«Cuando bloqueas a alguien, no lo quieres volver a ver nunca jamás, de ninguna forma. Ni siquiera si otra persona lo menciona. Eso no ocurre en Twitter y es una de las características de Mastodon», apunta el desarrollador.
«Cuando inicias una transmisión por video, quieres tener la opción de compartirla solo con un grupo de amigos sin necesidad de bloquear el acceso a tu perfil», fueron algunos de los ejemplos brindados por el joven alemán.
Eugen desarrolló Mastodon desde comienzos de 2016, justo antes de graduarse. A diferencia de Twitter, Mastodon permite definir a qué público le va a llegar cada mensaje: a uno global e irrestricto o solo a un grupo de amigos de confianza.
El nombre alude a los mastodontes, una familia de mamíferos de apariencia similar a los elefantes que se extinguió desde el año 10.000 antes de Cristo. El grupo de metal norteamericano ‘Mastodon’ también parece haber influido en la elección, dado que es una de las agrupaciones favoritas del creador de la red social.
La interfaz recuerda a la de TweetDeck. En la primera columna, de izquierda a derecha, se despliega el formulario donde el usuario escribe el mensaje que desee. El límite es de 500 carácteres. En la segunda columna, se acumulan los mensajes de las usuarios que seguimos en orden cronológico. En la tercera, se visualizan las notificaciones.
Cuando se escribe un mensaje se puede segmentar dependiendo del alcance deseado. «Público», si quiere que cualquiera lo vea. «Privado», si desea que solo sea visto por sus seguidores, o «Directo», si quiere enviárselo a un usuario específico.
Si se trata de un contenido sensible (bien sea una imagen o un texto con contenido violento o para adultos) lo puede marcar para que quede oculto detrás de un mensaje de advertencia.
Los contenidos no son conocidos como ‘tuits’ sino como ‘tooths’. Existen ‘respuestas’ y ‘boost’ en lugar de ‘retuits’. Retoman los ‘favoritos’ que en Twitter se convirtieron en ‘me gusta’ desde hace un tiempo.
Cada usuario puede optar por ‘silenciar’ o ‘bloquear’ a otros según lo considere pertinente.
La característica central del proyecto es que es de código abierto y cualquiera puede fundar su propia versión de la red social en un servidor propio. En el argot de comunidad, definen cada una de estas versiones independientes como «instancias».
Mastodon opera, por ende, como si fuera una versión virtual de un país con sistema federal como los Estados Unidos. Cualquiera puede fundar su propio «Estado», su propia «instancia», e imponer sus reglas. Las diferentes instancias operan con libertad, pero se pueden comunicar entre sí.
Y es que dentro de la plataforma existen dos posibles líneas de tiempo: una local (la propia de cada instancia) y una global (la que reúne lo que se está diciendo en las casi 300 instancias existentes en la actualidad).
Como cada instancia se encuentra conformada por un colectivo relativamente pequeño de usuarios (por el momento, no hay ninguna que sume más de 3.000 integrantes), resulta más sencillo generar impacto e interacciones con cada contenido compartido. Se abre la posibilidad de llegar con fuerza a nichos de interés, a segmentos especializados, a minorías. Se abre la opción de que cada individuo pertenezca a una comunidad que colme sus expectativas y que esté bajo el tutelazgo de líderes de su confianza.
Cada vez que se quiera ingresar a una instancia diferente, se debe completar el formulario de registro de nuevo.
El código, al ser abierto, está disponible en en GitHub y cualquier desarrollador puede aportar cambios y mejoras. «Permitir que quienquiera inspeccione el código implica que es una plataforma contruida por el pueblo, para el pueblo y bajo el escrutinio del pueblo», reflexiona analiza Rochko en otro artículo publicado en medium.com
Por el momento, y como lo señaló el usuario @Pseudomichael, la principal barrera de entrada es que la interfaz no es del todo amigable, «si eso mejora, podría convertirse en una gran alternativa».
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