Variantes, mutaciones… Estos términos, muy técnicos, son generadores de ansiedad y temor para el gran público, golpeado ya por la pandemia del covid-19. Esto es lo que sabemos sobre las variantes.
¿Cuántas variantes?
De momento, tres son consideradas como especialmente preocupantes, las detectadas en Inglaterra, en Suráfrica y en Japón (pero en viajeros procedentes de Brasil, de ahí su nombre común de «variante brasileña»).
Paralelamente hay una segunda categoría de variantes, objeto de vigilancia por la comunidad científica debido a sus características genéticas potencialmente problemáticas, pero que circulan por ahora a un bajo nivel.
Todas estas variantes están clasificadas por familias, o «estirpes»: según las mutaciones que han adquirido, ocupan un lugar preciso en el árbol genealógico del virus de origen SARS-CoV-2.
La lista se ha ampliado estas últimas semanas.
Por ejemplo una estirpe bautizada B.1.525 fue detectada en Escocia, en Nigeria, en Francia o en Australia. Otras variantes han sido detectadas en California, en Zambia, en Uganda o en Finlandia.
¿Qué consecuencias?
La aparición de variantes no es en absoluto una sorpresa: se trata de un proceso natural, ya que el virus adquiere mutaciones a lo largo del tiempo para garantizar su supervivencia.
«Más de 4.000 variantes del SARS-CoV-2 han sido identificadas en todo el mundo» explican los servicios de salud británicos en su sitio internet.
Entre ellas, «solo una pequeña proporción es fuente de preocupación para la salud pública» según los especialistas estadounidenses, entre ellos el experto gubernamental Anthony Fauci, en artículo aparecido en la revista especializada Jama.
Lo que importa es el tipo de mutaciones que adoptan.
Por ejemplo, las variantes inglesa, surafricana y brasileña comparten una mutación denominada N501Y que podría convertirlas en más contagiosas.
Y las variantes sudafricana y brasileña tienen otra mutación, E484K, que reduciría la inmunidad adquirida bien por infección pasada -con una posibilidad por tanto mayor de reinfección-, bien mediante vacunas.
Para el gran público, es difícil comprender totalmente las variantes, sobre todo porque tienen nombres muy técnicos ,sin armonización internacional. Por ejemplo, la variante inglesa se llama 501Y.V1 o VOC202012/01 y pertenece a la estirpe o familia B.1.1.7.
¿Más contagiosa?
«Al menos para la variante inglesa, y sobre todo para la sudafricana, hay consenso en que son más transmisibles», explica Etienne Simon-Lorière, responsable de virus ARN en el Instituto Pasteur de París.
Pero esta constatación se basa solamente sobre datos epidemiológicos, la velocidad a la que estas variantes se propagan, pero ello no permite llegar a una conclusión categórica ya que los resultados pueden cambiar según las medidas de restricción adoptadas en cada región.
Así, las autoridades británicas anunciaron inicialmente que la variante inglesa era 50 a 70% más transmisible, sobre la base de observaciones efectuadas localmente. Pero el hecho de que no se asista a propagaciones de tal magnitud en otros países obliga a matizar esa afirmación.
¿Por qué ciertas variantes parecen ser más contagiosas?
«Hay varias hipótesis a considerar: quizá la carga viral es más elevada, o la variante puede entrar más fácilmente en las células, o se multiplica más rápidamente», declara a la AFP Olivier Schwartz, responsable de la unidad Virus e Inmunidad del Instituto Pasteur.
Investigadores de la Universidad de Harvard en Estados Unidos han emitido otra hipótesis. Según ellos, la infección provocada por la variante inglesa podría durar más: un individuo infectado permanecería contagioso más tiempo que con un coronavirus clásico.
Si ello se confirmara, «se podría necesitar un periodo de cuarentena y aislamiento superior a los 10 días actualmente recomendados», escriben estos investigadores en un reciente estudio.
¿Cuál es la eficacia de las vacunas?
«Según los tests, la variante inglesa no es fuente de inquietud, pero sí lo es la variante sudafricana» explica Etienne Simon-Lorière.
Varios estudios in vitro convergen en efecto para afirmar que la variante sudafricana (llamada 501Y.V2 o de la familia B.1.351) parece reducir la eficacia de las vacunas, debido en especial a la famosa mutación E484K.
Los dos últimos estudios han sido publicados el miércoles en la revista médica NEJM y fueron efectuados por científicos de Pfizer/BioNTech y Moderna, los fabricantes de dos de las principales vacunas.
Los estudios muestran que la cantidad de anticuerpos protectores producidos tras la inyección de estas dos vacunas es menos importante cuando se está en presencia de la variante sudafricana (en comparación con la variante inglesa o con el virus clásico). Ello da a entender que la protección es más débil.
El equipo del profesor Schwartz realizó un estudio similar, según el cual «es mucho más difícil una protección contra la variante sudafricana a lo largo del tiempo».
Observaciones parecidas han sido efectuadas para otras vacunas, como las de AstraZeneca (abandonada por Sudáfrica por esta razón), Novavax o Johnson & Johnson.
No obstante los científicos alertan contra las conclusiones apresuradas.
Ante todo, incluso si una vacuna es menos eficaz ante la variante sudafricana, ello no quiere decir que no sea eficaz en absoluto.
Además, estas investigaciones se centran solamente en la respuesta del organismo tras la vacuna, es decir en la producción de anticuerpos: «no evalúan otros tipos potenciales de inmunidad, como la actividad de los linfocitos T y B» (lo que se llama inmunidad celular, ndlr), destacan el profesor Fauci y sus colegas en el articulo del Jama.
¿Qué nos espera?
«Probablemente seguirán emergiendo variantes contra las cuales las vacunas actuales podrían ser menos eficaces» advierte el Centro europeo de prevención y control de enfermedades (ECDC).
Por ello, las autoridades sanitarias mundiales han instado a los fabricantes a que trabajen en vacunas de nueva generación, adaptadas a las variantes emergentes.
Además, la Unión europea y Estados Unidos anunciaron la implementación de programas destinados a reforzar las operaciones de secuenciación genética, indispensables para seguir la progresión de las variantes y detectar rápidamente la aparición de nuevas mutaciones.
De momento, los científicos insisten en el respeto de las medidas de protección, tan cruciales contra las variantes como contra el coronavirus clásico.