Los arrecifes de coral de Florida están en peligro de desaparecer en un futuro cercano si no se gana la batalla a una enfermedad que los está matando y que, según los científicos, puede haberse ya extendido a otras zonas del Caribe.
Los corales de las Islas Vírgenes estadounidenses, la península de Yucatán, Jamaica y las islas Caimán están en peligro por esta enfermedad que les destruye el tejido y hace que se despegue de la estructura sólida que es su esqueleto y quede suelto en el agua, dice a Efe la especialista Erinn Muller.
«No he oído nada por ahora que indique que la enfermedad haya llegado a Cuba», subraya la directora científica y administradora del Centro Internacional Elizabeth Moore para la restauración e investigación de los arrecifes de coral, que forma parte del Laboratorio Marino Mote de Sarasota (Florida). Se sabe que la enfermedad, que parece ser nueva, bacteriana y originada en el agua, apareció en 2014 en Cayo Virginia, en Miami, y se extendió rápidamente desde allí hacia el norte y el sur. Actualmente está presente en un tramo de unos 430 kilómetros (más de 266 millas) de largo en la costa este de Florida, que va desde el condado Martin hasta Cayo Hueso, extremo sur del estado.
El índice de mortalidad supera 80% en algunos arrecifes, señala el Laboratorio Marino Mote en un artículo colgado en su web. «No hay nada que detenga el curso de esta plaga. Es altamente improbable que nuestras devastadas colonias de coral puedan ser capaces de llevar a cabo una recuperación natural por sí mismas», dice el presidente y director gerente de Mote, Michael P. Crosby. El especialista descarta que solo con medidas conservacionistas se pueda revertir lo que no duda en definir como un «desastre medioambiental». La enfermedad no solo amenaza el importante ecosistema de la barrera coralina del sur de Florida, la tercera más grande del mundo, sino también a una «locomotora económica» de 8.500 millones de dólares en la que se sustentan 74.000 empleos relacionados con el turismo, según un documento publicado por Mote Marine Laboratory.
Erinn Muller señala que el origen de esta enfermedad «devastadora y sin precedentes» es todavía un misterio que otros científicos están tratando de aclarar para dar con una solución. “La situación es crítica, hemos perdido 99% de nuestros corales en los últimos 50 años», dice la especialista en restauración de los arrecifes. Por ese término se conoce la tarea de recoger pequeños fragmentos de coral y criarlos en viveros especiales para cuando alcanzan el tamaño adecuado trasplantarlos a los despoblados arrecifes.
El índice de supervivencia de los corales con los que los científicos del Mote repueblan los arrecifes -han colocado unos 43.000 hasta ahora- es de 95%, dice orgullosa Muller. Actualmente está enfocada en identificar especies que sean resistentes a la enfermedad que mata a los corales. De las aproximadamente 50 especies de corales de Florida, unas 20 están afectadas y entre ellas están las más comunes y las que más contribuyen a crear las estructuras de los arrecifes, señala. Un motivo de esperanza -dice Muller- es que «tenemos la capacidad de hacer restauración a gran escala» y que la respuesta de las autoridades y las universidades y entidades sin ánimo de lucro de Florida, así como las agencias federales, está siendo «fuerte».
El Laboratorio Marino Mote ha puesto en marcha una iniciativa para dar respuesta a esta y otras de las «múltiples amenazas» que acechan a los corales, animales de la familia Cnidaria. La genética tiene un gran papel en la Iniciativa de Restauración y Respuesta a la Enfermedad del Coral en los Cayos de Florida lanzada por Mote en conjunción con otras muchas instituciones como el Departamento de Protección Medioambiental de Florida y organismos de la Administración Nacional de la Atmósfera y los Océanos.
De hecho, uno de los proyectos de Mote a largo plazo es crear un banco genético que pueda «acoger los genotipos representativos de cada especie de coral que exista en Florida» y luego ampliarlo a todos los corales de Estados Unidos, según Crosby. En los próximos tres años los socios de la iniciativa se proponen «plantar» aproximadamente 70.000 fragmentos de coral de variedades diversas y endémicas, especialmente de las que se haya probado que son más resistentes a la enfermedad y al cambio climático, «otra amenaza grave y extendida» para estos seres vivos.