Pasar de auriculares de conector a usar sistemas vía Bluetooth va más allá de tener o no un cable que conectar. No son pocas las marcas que han lanzado sus propios audífonos inalámbricos en los últimos años, y el auge de estos dispositivos se puede evidenciar, por ejemplo, con las abundantes copias en Internet que imitan modelos como los AirPods de Apple y prometen beneficios como la portabilidad, la duración de la batería y hasta la calidad del sonido.
Pero ¿qué tanto es antojo y en qué hay que fijarse a la hora de optar por uno de estos sistemas?
Solo en 2019, marcas como Sony, Huawei, Samsung y hasta Bose lanzaron modelos. Unos prometen reducción de ruido ambiente; otros, comodidad y agarre en las orejas, y otros son resistentes al sudor o al agua.
Estas opciones resultan un recurso práctico para rutinas de gimnasio o dar una caminata en el parque, pero también son de mucha utilidad para recibir llamadas de larga duración.
Jorge Luque, ingeniero de sonido en vivo y docente de la escuela musical Emmat, explica que es posible que la gran mayoría de los consumidores no puedan notar la diferencia de calidad entre oír un audio en un MP3 en sistemas Bluetooth y escuchar una pista en formato WAV en auriculares de cable.
Un gusto relativo
“Escuchar música es, inevitablemente, un tema subjetivo. Que algo suene bien o no depende de quien lo escuche. Depende, incluso, hasta del estado anímico de la persona”, expresa.
Sin embargo, la cuestión de la calidad sí suele medirse en rangos de frecuencias. Según Luque, el oído humano oye entre los 20 y los 20.000 hercios (Hz). Cuanto más cercano sea el rango de los auriculares a esos valores, cubre una mayor parte de los sonidos audibles para el ser humano. En ese sentido, unos audífonos que trabajan de 150 a 14.000 Hz serán inferiores a unos que trabajen de 80 a 19.000 Hz.
La cuestión con los Bluetooth es que no se miden igual. Su funcionamiento depende de la frecuencia de transmisión de datos.
“Como ocurre con el wifi, la información viaja por unas frecuencias, en este caso en la banda de los 4,2 gigahercios (GHz), que tienen limitaciones de desplazamiento en el espacio”, señala. Por eso, si usted se aleja del dispositivo emparejado, la conexión podría caerse.
“Los audífonos Bluetooth normalmente no dicen el rango de trabajo en el espectro. Se limitan a especificar que funcionan en 2,4 GHz. Eso significa que ‘encaraman’ el audio como una transmisión de datos, que depende de cuánta información puede viajar por segundo y qué tan óptimo puede llegar a ser el sistema”, agrega. Esto generaría, por ejemplo, que haya pequeños retrasos en la señal cuando una pista de audio es de tipo WAV y resulte pesada.
“Yo no mezclaría un disco con unos audífonos Bluetooth, que dependen de la digitalización y transmisión de los datos y en los que habría que cambiar las pistas a una calidad más ligera para que puedan viajar por la frecuencia portadora”, expresa.
Aspectos diferenciales
Los audífonos Bluetooth pueden llegar a “congestionarse” en lugares públicos. Con nombres habitualmente complejos y estandarizados, es posible que usted falle un par de veces a la hora de emparejar un dispositivo y su solicitud termine en un teléfono vecino.
Otro factor que menciona Luque es la relación señal con ruido: “Mientras menor sea el porcentaje de ruido, los componentes son más finos y la electrónica dentro del audífono es de mejor calidad. Un bajo porcentaje quiere decir que suenan mejor”.
Una forma de comparar entre audífonos Bluetooth es conocer el porcentaje de ruido, puesto que sus componentes podrían comprometer la calidad: “A esa ecuación hay que agregarle el ruido ambiente”.
El elemento de la salud
Aunque la elección entre cables o Bluetooth termina dependiendo tanto del gusto como del uso que se les vaya a dar, la audióloga Aida Daza Botero, entrenadora en Starkey Hearing Technologies en Colombia, asegura que debe evaluarse cuán profundos quedarán insertados estos auriculares en su oído para evitar que por un exceso de exposición se acabe ocasionando una pérdida auditiva irreversible.
“El ruido que se genera a través de los auriculares, inalámbricos o no, es más peligroso en la medida en que estén más insertado en el oído”, alerta.
Explica que cuanto menor sea el espacio entre el final del auricular y la membrana timpánica, el volumen generará mayor presión y ruido en la cavidad: “Como los auriculares no tapan completamente el ruido exterior, las personas tienden a compensar el ruido ambiente con mayor volumen”.
De acuerdo con un estudio del Journal of American Medical Association, existe una prevalencia de la pérdida auditiva entre adolescentes y adultos jóvenes debido al uso prolongado de auriculares.
El estudio reporta, por ejemplo, que exponerse a un volumen de 80 decibelios (dB) por 25 horas empieza a generar daño auditivo. Esos decibeles equivalen al tono del dial de un teléfono. Mientras mayor sea el volumen, menor debe ser la exposición.
Con solo 3 dB más, el máximo de exposición cae a 12 horas. A 86 dB, equivalentes al tráfico de una ciudad como Bogotá, la pérdida puede empezar; se habla de un máximo de 6,5 horas. Para los 113 dB, como el sonido que generan los martillos para romper el concreto, más de un minuto de exposición puede resultar nocivo.
Daza recomienda que si quiere utilizar estos auriculares sin cables sin generar daños por ruido, que luego no tienen tratamiento médico ni quirúrgico, existe la regla 60/60: no escuchar a más de 60% del volumen máximo por más de 60 minutos.
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