Las personas antimascarillas creen que son demasiado porosas para retener el virus o al contrario susceptibles de provocar asfixia. Estas y otras teorías sobre las mascarillas siguen exponiéndose en las manifestaciones contrarias a su porte, pese a haber sido desmontadas por muchos científicos desde hace meses.
Falta de oxígeno y demasiado CO2
La falsa idea de una «hipoxia», déficit de oxígeno, es una de las más extendidas. Algunas publicaciones en las redes sociales afirman incluso que las mascarillas pueden matar.
Sin embargo, como explicaron numerosos médicos a la AFP, «la mascarilla no es un circuito cerrado, deja pasar el oxígeno». Así lo subrayó, por ejemplo, el doctor Yves Coppieters, médico epidemiólogo y profesor de salud pública en la Universidad Libre de Bruselas.
En cambio puede dar una «sensación de incomodidad, que provoca a la vez una impresión de ahogo, pero es psicológico. En el caso de una persona con buena salud, (la mascarilla) no impide efectuar actividades diarias con normalidad», agrega.
A esta idea se suma la teoría muy popular entre los antimascarillas de que con ella uno respira su propio CO2. Pero, «como no es un circuito cerrado», «casi todo el aire expirado se escapa», explica Shane Shapera. El experto es director del programa de enfermedades pulmonares del hospital público de Toronto, Canadá.
Caldos de cultivo de bacterias, hongos, mohos
«Las infecciones fúngicas graves son raras», explica Françoise Dromer, responsable de la unidad de Micología Molecular y del Centro Nacional de Referencia de Micosis invasivas y antifúngicas del Instituto Pasteur de Francia. «En las condiciones de uso recomendadas, es imposible que se desarrollen hongos en el interior de una mascarilla».
«Para que una mascarilla se pudriera, habría por ejemplo que dejarla húmeda en una habitación llena de moho o en un compost, durante semanas», agrega Dromer. Asimismo, recordó que esta deba cambiarse cada cuatro horas.
Como «los seres humanos tienen bacterias normales en su boca y sus fosas nasales», «cuando hablamos expulsamos gotitas de saliva. Puede ser que haya hongos y bacterias que se queden en la mascarilla», afirma Daniel Pahua, profesor de salud pública de la Universidad Nacional Autónoma de México. Pero «la mayoría de estos agentes no provocan enfermedades, porque son bacterias que (ya) tenemos en la boca» normalmente, subraya.
Dejan pasar los virus
Los antimascarillas tienen la teoría según la cual las mascarillas dejan pasar los virus porque los agujeros del entramado son mayores que los virus.
Primeramente, «el tamaño de la partícula viral no es pertinente. Es el tamaño de las gotitas que contienen el virus lo que cuenta». Además, las mascarillas las filtran de sobras, explica el doctor Julian Leibowitz, profesor de inmunología microbiana de la Texas A&M University.
Por otro lado, la mascarilla quirúrgica no funciona como un colador sino que filtra según otros principios físicos como el efecto de la inercia y la captura electroestática. Por ello, se logra frenar al máximo las gotitas, incluso las pequeñas. Así lo explicó Jean-Michel Courty, profesor de física en la Univesidad de la Sorbona de París e investigador en el laboratorio Kastler Brossel.
Y «las mascarillas no necesitan ser eficaces 100% para tener un papel significativo en la ralentización de la epidemia», apunta el virólogo Benjamin Neuman, de la Texas A&M University.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) las considera una medida eficaz para limitar la propagación. Estas se deben usar además de la distancia física y del lavado de manos. Y más cuando se llevan masivamente, puesto que sus portadores se protegen mutuamente.
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