En la primera quincena de febrero una nueva polémica surgió en las redes sociales en Venezuela. Los involucrados: una bióloga, Richard Linares y guacamayas. Durante toda la semana se habló en los medios nacionales sobre el caso. Pero más allá de que involucraba a una persona reconocida por ser el entrenador de las misses, llevó a la palestra pública un tema del que no se suele hablar: el ciberacoso.
El ciberacoso, o también cyberbullying –término anglosajón–, es la humillación reiterada y que se prolonga en el tiempo contra una persona usando los medios. «Puede tener las mismas consecuencias que el acoso físico a nivel personal. Que sea a través de las redes no representa un factor protector», explica la psicólogo clínica Zena Sleiman.
La doctora es enfática respecto al acceso masivo a la información y la cantidad de usuarios en las redes sociales. «Puedes recibir reconocimiento, likes, elogios, pero también puedes recibir insultos, desacuerdos».
Las consecuencias psicológicas pueden ir desde la ansiedad hasta la baja autoestima, incluso temor por su integridad física. Esto puede estar relacionado con sentimientos o ideas suicidas. Sin embargo, Sleiman indica: «Dependerá de los recursos emocionales que tenga esa persona para afrontarlo. Por ejemplo, una persona con mayores inseguridades, dificultades de baja autoestima, ansiedad, falta de redes de apoyo (amigos, familiares cercanos que apoyen) es más vulnerable».
La también profesora de la UCAB aclara: «Es importante acotar que las formas de ciberacoso no solo están en humillar e insultar a alguien en las redes sociales. Hackear una cuenta, crear un perfil falso y asumir la identidad de una persona también lo es».
Para evitar ese tipo de prácticas, Sleiman recomienda la educación y la responsabilidad individual por lo que se dice en las redes sociales. “Educarnos en cómo funciona cada red, en sus términos y condiciones. Preguntarse qué buscas en las redes sociales, para qué las utilizas. Si es para compartir, formar nuevos amigos, mostrar mi trabajo, etc. También saber que uno es responsable de lo que publica y que cuando se publica algo difícilmente desaparece».
Agrega: «Alejarse de las redes no es una solución porque vivimos en un mundo cada vez más interconectado. No vamos a prohibir los teléfonos, las redes sociales, la tecnología para evitar el acoso. El acoso no es inherente a la tecnología, sino a la persona. Lo que tenemos que hacer es educarnos y reflexionar en relación con el uso de la tecnología y las redes sociales».
En esta tarea también participan las mismas plataformas. Una de las normas comunitarias de Instagram dice: «Respeta al resto de los miembros de la comunidad de Instagram». En ella señala que retiran cualquier contenido que «incluya amenazas creíbles o lenguaje que incite al odio, contenido dirigido a particulares con el fin de humillarlos o avergonzarlos, información personal utilizada para chantajear o acosar a alguien y mensajes reiterados no deseados», así como «resulta inaceptable fomentar el uso de la violencia o atacar a alguien por razones de raza, etnia, origen nacional, sexo, identidad sexual, orientación sexual, creencias religiosas, discapacidad o enfermedad».
Si alguien infringe las normas comunitarias, recomiendan que el usuario denuncie el hecho. Y deja claro que «solo elimina aquellas cuentas y publicaciones que no sigan nuestras normas y condiciones. Es importante recordar que Instagram no actúa como intermediario en conflictos entre las personas que utilizan nuestros servicios».
Y si una persona es víctima de comunicaciones no deseadas recomiendan bloquearla, buscar apoyo en amigos o familiares, como señaló ya la psicóloga Sleiman. Incluso dejan recursos virtuales como Stop Bullying, National Crime Prevention Center on Cyberbullying y Connect Safely.
También dentro de la aplicación hay una función llamada «Restringir». Cuando el usuario seleccione una cuenta para restringirla, esta podrá seguir comentando las publicacione, pero con la diferencia de que el comentario solo será visible para quien lo envía. Ni el usuario ni sus seguidores recibirán este mensaje, salvo que la cuenta que restringe permita que sus seguidores lean este mensaje. Además, la cuenta restringida no tendrá conocimiento de que se aplicó este procedimiento.
En las reglas y políticas de Twitter no están permitidas las «amenazas violentas, injurias y epítetos abusivos, o alusiones racistas o sexistas, contenido abusivo que reduzca a una persona a algo inferior a un ser humano y contenido que incite al miedo». Si una persona o un grupo adoptan cualquiera de estos comportamientos se suspenderá la cuenta de forma permanente.
También hay otros organismos que contribuyen a prevenir y a ayudar contra el acoso en línea. En Venezuela se cuenta con iniciativas como el proyecto Melissa Loto que lleva José Bordón junto con los psicólogos Yanireth Nassif y Oscar Ramos. Comenzó hace cuatro años como forma creativa de concienciar sobre el acoso escolar −que es específicamente entre estudiantes−. Desde entonces han ido a colegios de Maracay, Carabobo y algunos de Caracas. Con el personaje de Melissa, una cantante de pop que junto con sus amigos imaginarios ayuda a las personas que han sufrido bullying, crean un puente entre el afectado y la institución.
Una de las formas de detección que utilizan son cartas anónimas que le escriben a Melissa, cuyas respuestas son elaboradas por un equipo de expertos. Algunas de ellas son publicadas, igual de manera anónima, en el Twitter de Melissa Loto.
Ante una «ola de ciberacoso», dice José Bordón, están planificando el lanzamiento del proyecto anticiberacoso «Doble corazón» para apoyar a las personas que están siendo victimas de acoso en línea. Con la campaña se pretende dar la mano a través de la publicación de dos corazones morados. «No vas a entrar en conflicto con el agresor ni con el otro, pero significa que estás apoyando, por eso el doble corazón y el morado por ser el color antibullying. Pronto se va a lanzar», asegura.
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