EL escepticismo ante las vacunas es una grave amenaza para la salud mundial, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). El término escepticismo, en este caso, sirve para referirse al retraso en la aceptación o el rechazo a las vacunas, a pesar de su disponibilidad. Esa actitud constituye un riesgo grave para las personas que no se vacunan, así como para la comunidad en general.
No se trata de un fenómeno nuevo. Desde el origen de las vacunaciones, ha habido escépticos. Poco después de que Edward Jenner inventara la vacuna contra la viruela en 1796, comenzaron a difundirse rumores de que de los cuerpos de las personas que recibieran la vacuna saldrían cabezas de vaca.
Pero el problema es particularmente grave ahora debido a los esfuerzos para poner fin a la pandemia de covid-19.
Los resultados preliminares de cuatro ensayos clínicos de vacunas sugieren que son muy eficaces para prevenir la infección por covid-19, pero la mera existencia de vacunas no es suficiente. La gente necesita aceptar las vacunas y vacunarse en cantidad suficiente para interrumpir la transmisión de la infección.
Una encuesta reciente muestra que una parte sustancial de la ciudadanía podría rechazar ser vacunada o retrasar la decisión de recibirla. Es importante entender por qué.
Las redes sociales han difundido mucha información errónea contra las vacunas en los últimos 20 años. Recientemente evaluamos el efecto de las redes sociales sobre el escepticismo ante las vacunas a nivel mundial.
Vimos que en los países donde se utilizan las redes sociales para organizar acciones fuera de internet más personas tienden a creer que las vacunas no son seguras. También encontramos que las campañas de desinformación externas online están asociadas con una caída en la cobertura de vacunación a lo largo del tiempo y con un aumento en la discusión negativa sobre las vacunas en las redes.
Las demoras y el rechazo de la vacunación contra la covid-19, o cualquier otra enfermedad prevenible por vacunación, impedirían que se alcancen los umbrales de cobertura necesarios para la inmunidad colectiva. La transmisión comunitaria de covid-19 continuaría y, con ella, la pandemia.
Diseño de la investigación
Medimos el uso de las redes sociales de dos formas. En primer lugar, evaluamos el uso de las plataforma de redes sociales por parte del público para organizar cualquier tipo de acción política. En segundo lugar, medimos el nivel de discurso de orientación negativa sobre las vacunas en las redes sociales utilizando todos los tuits codificados geográficamente en el mundo entre 2018 y 2019.
Los tuits codificados geográficamente informan del lugar desde el que son emitidos a partir de pistas contextuales o de la geoposición del dispositivo. También medimos el nivel de desinformación coordinada de origen externo (es decir, desinformación intencional) en las redes sociales de cada país utilizando indicadores del Proyecto Sociedad Digital.
El impulso intencionado de la propaganda contra la vacunación se ha atribuido a actores pseudoestatales afiliados a Rusia como parte de los esfuerzos para romper la confianza en los expertos y las autoridades en el mundo occidental.
Medimos el escepticismo ante las vacunas utilizando el porcentaje de personas de cada país que siente que las vacunas no son seguras, utilizando los indicadores de Wellcome Global Monitor de 137 países. También usamos datos anuales de cobertura de vacunación de la Organización Mundial de la Salud en 166 países.
Nuestro propósito era evaluar si las redes sociales y la desinformación externa se asocian con mayor escepticismo ante la vacuna y con los niveles reales de vacunación.
Numerosos estudios de países y poblaciones concretos han encontrado que la propaganda contra la vacunación aumenta el escepticismo ante las vacunas. Nuestro estudio tuvo como objetivo cuantificar este efecto en todo el mundo.
Resultados
Descubrimos que el uso de las redes sociales para organizar acciones presenciales está fuertemente asociado con la percepción de que las vacunas no son seguras. Esta percepción aumenta a medida que se aumenta el nivel de organización en las redes sociales. Además, la desinformación externa en línea está fuertemente asociada con un aumento de la discusión negativa sobre las vacunas en las redes sociales y una disminución en la cobertura de vacunación a lo largo del tiempo.
Usamos una escala de cinco puntos para cuantificar la información falsa que se difunde en un país determinado. Varía desde “nunca o casi nunca” hasta “muy a menudo”. Un cambio de un punto hacia arriba en esta escala se asoció con un aumento de 15% de los tuits negativos sobre las vacunas y una disminución de dos puntos porcentuales de la cobertura de vacunación promedio año tras año.
Las redes sociales permiten una fácil comunicación pública masiva. Esto hace que sea fácil compartir ampliamente opiniones marginales y desinformación. Dado que cualquier opinión puede presentarse como un hecho, es más difícil para las personas estar bien informadas. La verdad se pierde entre el ruido. Es difícil saber si algo es un hecho establecido.
La creación de dudas es particularmente dañina en lo que respecta a la vacunación, porque la incertidumbre provoca dudas. El escepticismo ante las vacunas ha provocado muchos de los brotes de sarampión en Europa y América del Norte entre 2018 y 2020.
En 2003, los rumores generalizados sobre la vacuna contra la poliomielitis intensificaron las dudas en Nigeria. Esto llevó a un boicot de la vacunación contra la poliomielitis en algunas partes del país. El resultado fue que los casos de polio en el país se multiplicaron por cinco entre 2003 y 2006. El boicot también contribuyó a las epidemias de polio en tres continentes.
Recomendaciones
Nuestro estudio sugiere que combatir la desinformación contra las vacunas en las redes sociales es fundamental para revertir el aumento del escepticismo en todo el mundo. Estos hallazgos son especialmente importantes en el contexto de la pandemia actual, dado que las vacunas contra la covid-19 requerirán su distribución a nivel mundial hasta llegar a millones de personas. Los gestores políticos deben comenzar a planificar ahora las mejores fórmulas para combatir los patrones encontrados en este estudio.
La investigación demuestra que la divulgación y la educación pública sobre la importancia de la vacunación no serán suficientes para garantizar una distribución óptima de las vacunas de la covid-19. Los gobiernos deberían responsabilizar a las empresas de redes sociales exigiéndoles que eliminen el contenido falso contra las vacunas, independientemente de su origen.
La clave para contrarrestar la desinformación en internet es que las plataformas de redes sociales se encarguen de eliminarla. La presentación de argumentos contra la desinformación paradójicamente la refuerza porque contribuye a legitimirla.
Steven Lloyd Wilson, Assistant Professor of Politics, Brandeis University y Charles Shey Wiysonge, Director, Cochrane South Africa, South African Medical Research Council
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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