Un ambiente oficial y a la vez familiar se respira en el auditorio de la Fundación Empresas Polar. Los cinco científicos venezolanos ganadores del Premio Lorenzo Mendoza Fleury, que reconoce la labor de las investigaciones relacionadas en Biología, Física, Matemática y Química, se ubican en la primera fila del auditorio. Junto a ellos, los miembros del comité seleccionador, prestigiosos científicos de reconocida experiencia, esperan entre saludos y apretones de manos a que inicie la ceremonia. Este año, en su XX edición, la gala celebra el talento, creatividad, impacto y constancia del médico Óscar Noya, el biólogo José Luis Ramírez, la astrofísica Gladis Magris, el matemático Neptalí Romero y el químico Jaime Charris, todos acompañados por sus emocionados familiares.
La ceremonia comienza con Himno Nacional y la lectura del veredicto del comité seleccionador integrado por María Cristina Di Prisco, José Rafael León y Liliana López, de la Universidad Central de Venezuela (UCV); José Bubis, de la Universidad Simón Bolívar; Renzo Nino Icani, de la Universidad de Carabobo; Alejandra Melfo, de la Universidad de Los Andes; y Flor Pujol, del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas. De 36 científicos postulados, solo 5 fueron escogidos tras un consenso del comité por sus valiosos aportes en las distintas áreas de las ciencias en las que se desenvuelven.
Los cinco ganadores han dedicado su vida, sus esfuerzos y sus recursos a la ciencia. Con ellos asciende a 99 el número de científicos que la Fundación Empresas Polar ha reconocido durante 20 años. De esta cifra, 37 han sido por su desempeño en el área de la Biología, 22 en Física, 21 en Matemáticas y 19 en Química; todos ellos con una historia y un espíritu incansable por seguir investigando a pesar de las vicisitudes que enfrentan en el país. Este año no es la excepción. La XX edición se celebra en medio de las dificultades y consecuencias de la pandemia del covid-19.
Mantener encendida la luz
La primera en subir al escenario es la doctora Liliana López, miembro del comité seleccionador, encargada de presentar la labor del químico Jaime Charris. Profesor titular de la Facultad de Farmacia de la UCV desde 2007, egresó de la Universidad Santa María en 1985. Desde entonces, se ha dedicado al estudio de las propiedades farmacológicas de nuevos compuestos con potencial terapéutico; y tiene en su haber una maestría y un doctorado en Química de Medicamentos.
Su labor como investigador va de la mano con la docencia. Charris dicta la materia de Química Orgánica en la UCV y, además, ha sido el tutor de tesis de alumnos de diferentes universidades del país. La doctora Liliana López señala que el campo de investigación de Charris es la evaluación de las propiedades farmacológicas de nuevos compuestos antimaláricos y antiinflamatorios. Investiga también los nuevos usos de los medicamentos para tratar el Mal de Chagas.
Aunque Charris nació en Colombia, su nacionalidad es venezolana. Se radicó en el país en 1974; miembro de una familia de bajos recursos, le tocó trabajar de día y estudiar Farmacia por las noches luego de darse cuenta de que no podría estudiar Medicina. Gracias a su desempeño y buen rendimiento le otorgaron una beca para estudiar la maestría en Química Orgánica en la UCV, donde también cursó su doctorado.
“Hay pocos investigadores actualmente en Venezuela”, reconoce Charris tras la entrega del premio. “La poca investigación que estamos haciendo ocurre en medio de todas las dificultades que enfrentamos con los recursos y problemas de infraestructura. Desde 2013 la UCV no financia proyectos, este año es que se está retomando un poco. Esperemos que llegue a un feliz término para poder seguir trabajando”, comenta el farmacéutico, quien además es un apasionado del fútbol y amante de la cocina.
Charris no es el único que señaló las dificultades del gremio para continuar con las investigaciones en Venezuela. Con él concuerda la astrofísica Gladis Magris, la segunda en recibir el premio en la gala tras las emotivas palabras de presentación de Alejandra Melfo, miembro del comité seleccionador.
Magris, con ascendencia italiana, siempre contó con la ayuda de su familia en cada uno de los pasos que la llevaron a ser una científica reconocida. Estudió Física en la Universidad Simón Bolívar. Allí se interesó por la Astronomía y encontró el apoyo de sus profesores, quienes le recomendaron acudir al Centro de Investigaciones de Astronomía (CIDA), en Mérida, donde, finalmente, se residenció tras graduarse del pregrado y realizar un doctorado.
Su campo de investigación, explica Melfo, es el modelado de espectros de galaxias a partir de la distribución de las estrellas que las componen. Melfo señala: “Como saben el CIDA ya no queda en una pequeña quinta, ni tampoco están los ilustres científicos. Todo ha cambiado, pero Gladys sigue en Mérida con crisis o no, con pandemia o no, con fallas eléctricas o no. Allí hace investigaciones, da clases y ejerce cargos administrativos en el CIDA. Esto es posible porque el espíritu del CIDA se mantiene a distancia, creando una especie de versión virtual del CIDA de antaño. Y qué suerte para todos que en una de esas habitaciones virtuales sigue Gladys Magris estudiando las galaxias y manteniendo encendida las luces”.
Luchar contra la Malaria y el Mal de Chagas
Óscar Noya es profesor titular del departamento de Parasitología de la Facultad de Medicina Luis Razetti de la UCV y médico investigador en el área de Parasitología y Medicina Tropical. Su labor investigativa la considera una forma de agradecimiento hacia el país: sus padres migrantes llegaron a Venezuela y fueron recibidos con tolerancia y aprecio. A juicio de Noya, otro de los premiados en la gala de la Fundación Empresas Polar, la comunidad científica del país está tan mermada que solo quedan los tercos, los veteranos y los que creen que en algún momento la situación mejorará, grupos en los que se incluye.
“Las universidades, que son el epicentro de la investigación, están muy mermadas. Yo estimo que la mayoría ha perdido 50% o 60% de su personal que es donde se concentra la mayor parte de la comunidad científica. Hay otras instituciones muy valiosas, como la Fundación Instituto de Estudios Avanzados (IDEA), pero lamentablemente ya quedamos un grupo reducido”, comenta Noya.
Médico cirujano egresado de la UCV, Noya cuenta con un doctorado en Medicina Tropical y Parasitología Médica de la Universidad Estatal de Luisiana, Nueva Orleans. Su campo de investigación se centra en los estudios epidemiológicos de las enfermedades infecciosas con énfasis en los aspectos moleculares y bioquímicos de la parasitosis de enfermedades como la Malaria y el Mal de Chagas.
Como un experto e incansable investigador reconoce que la situación de la comunidad científica no es la mejor actualmente. “Los jóvenes, cuando tratan de hacer investigación, ven que las condiciones no son ideales, las condiciones salariales son miserables y no tenemos financiamiento. Hemos pasado 10 años donde el financiamiento era 0. Algunos de nosotros tuvimos que mover y buscar financiamiento internacional para subsistir. Y es subsistir no sólo en términos materiales, es poder darle algo de dinero al personal porque con un salario de 20 dólares nadie puede sobrevivir”, asevera.
No ha sido fácil, pero aun así, Noya continúa su labor con la que ha logrado introducir al país instrumentos tecnológicos de gran valor para el diagnóstico y tratamiento de enfermedades.
Durante la gala de la Fundación Empresas Polar, María Cristina Di Prisco, miembro del comité seleccionador a cargo de presentar la labor de Noya, explicó que el doctor colaboró en detectar un brote del Mal de Chagas en un colegio de Caracas. Colaboró en el tratamiento que recibió la comunidad, tras diagnosticarla y erradicar el foco.
Di Prisco explica: “Noya es formador de talento humano, además coordina grupos de investigación sobre enfermedades de alta prevalencia en el país. Una anécdota que puedo contarles es que cuando Noya viajaba desde España hasta Suiza por tierra pasó por un paraje donde estaba un pastor con sus ovejas. Sus hijos, inmediatamente, le pidieron detenerse para verlas. Él sabía que las ovejas pueden transmitir parasitosis así que se detuvo y les explicó a los niños el ciclo de vida de los parásitos para evitar que se contagiaran y prevenir un brote”.
Matemáticas y Biología
Al biólogo José Luis Ramírez se le considera el padre de la Biología Molecular por su labor pionera en el país y en el mundo. Egresado de la UCV en 1977, cuenta con más de 150 artículos publicados en reconocidos medios y revistas científicas. Además, Ramírez tiene un doctorado en Biología Molecular de la Universidad de Johns Hopkins de Baltimore, Estados Unidos, donde se codeó con varios ganadores de los Premios Nobel de Medicina. Sus contribuciones a la ciencia se enfocan en tres aspectos fundamentales: Parasitología, Biotecnología y Biología Molecular.
“Los jóvenes continúan viniendo a la universidad y formándose a pesar de la situación del país. Ellos serán, afortunadamente, nuestra generación de relevo”, explica. Coincide con sus colegas sobre las dificultades y faltas de recursos e infraestructuras que enfrenta el gremio en el país.
En la presentación de su labor, a cargo de Flor Pujol, se explicó que Ramírez, además de ser un buen investigador, es un científico que se entretiene en sus tiempos libres con el cuatro. A su pasión por el instrumento nacional se le suma su interés por la cocina. Para Ramírez, las plantas son también una de sus mayores pasiones. En el Páramo La Culata, ubicado Mérida, Ramírez tiene una pequeña casa a la que define como “el jardín del Edén” por todas las plantas y flores que tiene.
Como investigador, Ramírez hizo sus investigaciones comparando especies a partir del uso micotondrial, uno de los métodos más usados en la parasitología. Además, estudió y contribuyó en las investigaciones sobre el parásito causante del Mal de Chagas, dando aportes importantes para su diagnóstico y tratamiento.
El quinteto de científicos galardonados por la Fundación Empresas Polar lo completa el doctor Neptalí Romero, profesor jubilado activo, categoría Titular, de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA). Cuando el matemático se enteró de que había ganado el Premio Lorenzo Mendoza Fleury, lo primero que exclamó fue: “Ah mundo”. Aunque nació en Maracaibo, estado Zulia, Romero se considera más barquisimetano (“barquisimetido” como se describe a sí mismo) que los nacidos en Barquisimeto.
Cuando era joven, tuvo la suerte de tener buenos profesores en las materias científicas. Decidido a seguir el camino de la ciencia, se mudó a Barquisimeto siguiendo a su novia y ahora esposa. Tras una vida dedicada al estudio de los Sistemas Dinámicos, los cuales comprenden ecuaciones que describen el comportamiento de un sistema a través del tiempo, reconoce que hacer ciencia en el interior es muy difícil.
“Los recursos económicos son escasos, el cuerpo académico en el país está desmantelado bajo los efectos de la migración y la crisis. Los pocos que quedamos estamos haciendo un pequeño esfuerzo, la sumatoria de esos pequeños esfuerzos busca recuperar la actividad científica en el país”, asegura.
A su juicio, los científicos que permanecen en Venezuela están empeñados, “tercamente”, en levantar las actividades en el país porque sin ciencia es difícil que haya un buen futuro para Venezuela. Ahora, con el premio Lorenzo Mendoza Fleury, Romero se suma al grupo de destacados científicos que afirman su compromiso con la ciencia y la investigación como vía hacia un mejor porvenir.
“La ciencia es esencial y no podemos dejarla a un lado, por eso nos hemos propuesto el reto de seguir adelante, porque Venezuela nos necesita. Un país sin ciencia no puede sobrevivir. La ciencia es la garantía del desarrollo”, concluye el emotivo acto la presidenta de la Fundación Empresas Polar, Leonor Giménez de Mendoza.
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