Un hecho poco usual atendieron médicos de un hospital de Estados Unidos cuando ingresó por el servicio de urgencias una mujer, de 45 años. Estaba preocupada por el dolor torácico que se había originado justo después de tener relaciones sexuales con su marido.
“Durante su orgasmo sintió un ‘estallido’ en el pecho con radiación en la espalda”, escribieron los especialistas en un artículo científico publicado en la revista ‘American Journal of Case Reports’.
La magnitud del dolor era tal que la mujer la calificó como intensa en una escala de 10 sobre 10. Además, aseguraba tener punzadas, disnea y náuseas. Su presión arterial rondaba los 220/140 mmHg, la cual, según la literatura médica, era supremamente elevada y generaba aún más preocupación.
Antecedentes de salud
Para tratar su fuerte dolor en el pecho, se le aplicó una dosis de morfina y fentanilo. Así, sintió una mejoría del dolor. El proceso continuó con la toma de exámenes, valoración por parte de otras áreas y toma de otras medicinas. Logró ser dada de alta luego de tres días para tener un proceso de seguimiento en casa.
Tras los primeros análisis, el equipo de especialistas encontró que tenía antecedentes de hipertensión, por lo que debía ingerir un medicamento a diario. Sin embargo, hacía más de un año que había dejado las pastillas.
“La paciente admitió una historia de abuso de tabaco de aproximadamente 17 años, afirmando que actualmente fuma de seis a siete cigarrillos diarios”, se lee en el reporte.
¿Qué le ocurrió?
El caso fue documentado por William Bryan Bishop y otros médicos como el síndrome aórtico agudo (AAS, por sus siglas en inglés). Se trata de una disección aórtica, es decir, se rompe parte de la pared de la aorta, la que transporta la sangre fuera del corazón.
“Es un proceso patológico grave que típicamente se presenta con dolor torácico agudo y desgarrante con radiación a la espalda”, escribieron. De ahí que sintiera como que se le ‘partió el corazón’.
Según ellos, la vida de la mujer estaba en riesgo; habría muerto al no ser tratada con rapidez. De hecho, sus probabilidades de fallecer aumentaban en 1 % cada hora si no era evaluada. Por la gravedad podría tener afectaciones neurológicas y daño de otros órganos.
Bishop y su equipo sostuvieron que fue un tema “atípico” en una paciente durante su relación sexual que antes no había sido descrito en la literatura, ya que la única documentación registraba situaciones con hombres que habían sentido el ‘estallido’ en el sexo o en medio de la masturbación.
Se produjo como respuesta al esfuerzo físico y a la agitación emocional. “Los parámetros fisiológicos de frecuencia respiratoria, frecuencia cardíaca y presión arterial aumentan con las relaciones sexuales, en correlación con el ejercicio”, recalcaron.
Los latidos del corazón al tener un AAS pasan de 110 a 180 por minuto y se eleva la presión arterial sistólica de 30 a 80 que trae consigo grandes repercusiones, incluso peores en personas con antecedentes de hipertensión.
“Nuestro caso es inusual porque nuestra paciente era una mujer, que representa una proporción menor de los casos de ASS y estaba teniendo relaciones sexuales consentidas con su esposo. Sin embargo, tenía factores de riesgo iniciales para AAS, incluida hipertensión no controlada y no tratada y antecedentes de abuso de tabaco”, añadieron.
Gracias a los procedimientos, la ingesta y aplicación de medicamentos pudo recuperarse. Eso sí, ahora está en tratamiento por la hipertensión y la adicción al tabaco.
“Esto no es una ocurrencia comúnmente reportada. Comprender los cambios fisiológicos y el estrés de las relaciones sexuales y cómo esto afecta la hemodinámica puede ayudar a predecir resultados adversos en pacientes con factores de riesgo cardiovascular preexistentes”, concluyeron en el artículo de la revista científica.