A día de hoy, hay 11 variantes de SARS-CoV-2 identificadas y la Organización Mundial de la Salud las divide en dos tipos.
Considera «de preocupación» aquellas a las que se les asocia uno o más de los siguientes cambios en tanto que afecten de forma significativa a la salud pública a nivel global:
– Hay un aumento de la transmisibilidad.
– Hay un aumento de la virulencia – la capacidad del virus de causar daño a su hospedador, o hay un cambio en la presentación clínica de la enfermedad.
– Hay una disminución de la efectividad de las medidas sociales y de salud pública o de los medios de diagnóstico, las vacunas y los tratamientos disponibles.
Están en esta categoría las identificadas por primera vez en Reino Unido, India, Brasil y Sudáfrica.
Por otro lado, una variante es considerada «de interés» (VOI, por sus siglas en inglés) cuando su genoma presenta mutaciones en comparación al virus de referencia y cuando ha sido identificada como causa de transmisión comunitaria o ha sido detectada en varios países.
Una de ellas es la variante Lambda, que se encontró por primera vez en agosto de 2020 en Perú. En el momento se le denominó C.37 o «variante andina» y ahora está presente en 29 países, según datos del GISAID.
Los gráficos de las variantes
Desde principios de junio, el organismo usa las letras del alfabeto griego para referirse a las distintas variantes.
Una medida, señala, para simplificar la discusión y ayudar a eliminar el estigma que puede generar que una variante vaya asociada al nombre de un país.
«Ningún país debe ser estigmatizado por detectar y reportar variantes», tuiteó a finales de mayo Maria Van Kerkhove, líder técnica de covid-19 de la OMS.
Aunque los signos de adaptación del virus no sorprenden a los científicos, cómo evolucionará y si surgirán nuevas variantes aún está por ver.
«Estamos en una fase realmente interesante, intermedia y algo impredecible. Es difícil predecir cómo se desarrollará dentro de un año», dice Wendy Barclay, viróloga del Imperial College de Londres.