@rioverdeoficial @jul_narvaez
El valle de Caracas es una ciudad con alas; en ella pueden observarse más de 270 especies de aves, dentro de las cuales están aproximadamente 15 especies psitácidos. Los psitácidos son la familia de aves a las que pertenecen los loros, cotorras, pericos y guacamayas. Esta es una familia muy particular, pues hacen sonidos inconfundibles. A las guacamayas se les reconoce desde lejos por sus colores verdes, amarillos, rojos y azules intensos, pero especialmente se les puede identificar por su particular canto. En la ciudad aparecen desde las primeras horas de la mañana y visitan puntualmente sus comederos, que no son más que viviendas en las que los caraqueños las reciben con frutas, semillas de girasol y agua. Al caer la tarde vuelven a estos los lugares para luego ir a sus refugios a descansar.
Ara ararauna (azul y amarillo), Ara chloropterus (rojo y verde) y Ara macao (amarillo, azul y rojo) son las especies que solemos observar en nuestra ciudad, que ha resultado ser un lugar ideal para ellas ya que tiene muchas áreas verdes, árboles frutales y florales, quebradas y no hay grandes depredadores, además de la alta disponibilidad de lugares para anidar por la abundancia de chaguaramos y un hongo que los mató. Es común verlas sobre los árboles florales y frutales que posee la ciudad. A manera de banda sonora de la ciudad, los alaridos de las guacamayas compiten con los ruidos de las motocicletas, y recuerdan que Caracas es una ciudad sumamente generosa en lo que a naturaleza se refiere.
Las A. macao, A. chloroptera y A. ararauna no son nativas de la ciudad y se han reproducido aceleradamente. Aún se desconoce el impacto sobre otras aves: hasta ahora los expertos han observado efectos entre ellas, la A. ararauna desplazó a la A. macao y A. chloroptera, que eran más abundantes en los ochenta y noventa ya que la azul y amarilla es más exitosas construyendo nidos y reproduciéndose. Por eso quedan pocas guacamayas rojas en Caracas; es decir en la competencia por espacio y comida, las rojas están perdiendo.
Aunque muchos caraqueños quieran y cuiden a este tipo de aves, en otros lugares del mundo son consideradas como plagas, porque producen daños económicos que no estamos viendo; se comen el friso, las antenas, los cables, porque necesitan limarse el pico. Este impacto ha sido cuantificado en otros lugares. Hasta el momento en Caracas no hay cifras oficiales de cuántas guacamayas existen, su condición de salud o los daños que generan a la ciudad, lo que sí se sabe con certeza es que no son poblaciones saludables, ya que se ha observado el aumento en la aparición de mutaciones. Ejemplo de ello son las guacamayas azul y blancas que pierden el color amarillo, algo que ocurre en las poblaciones comúnmente en cautiverio: cuando la población tiene poca diversidad genética, así como algunos individuos híbridos entre dos especies, lamentablemente la proliferacion de estos fenómenos raros en la naturaleza da cuenta a los expertos de los problemas que están teniendo estas poblaciones para reproducirse, lo que se traduce en que cada vez hay menos diversidad genética lo que trae como consecuencia que los organismos sean más vulnerables a enfermedades y menos resilientes a los cambios, porque tienen menos capacidad de adaptación.
Adicional a los problemas genéticos, esta la mala alimentación: las guacamayas están engordando porque la gente las alimenta con grasas, azúcares y carbohidratos, como galletas, pan, cremas y leche. Estas aves evolucionaron para comer semillas, frutas y nueces, la abundancia de comederos las hace más sedentarias porque no necesitan volar lejos para conseguir comida, si un animal no se mueve mucho, no consume mucha energía, y adicionalmente come muchas grasas y azúcares, las expectativas de vida son bajas; se cree que están viviendo poco en la ciudad y no lo percibimos porque se siguen reproduciendo. Aunque no están en peligro crítico, las poblaciones originarias de A. ararauna, A. macao y A. chloroptera están decreciendo, desaparecen en su medio ambiente natural pero crecen en las ciudades. Entender la dinámica de estas especies en sus hábitats naturales resulta complejo, intentar hacerlo en las ciudades que también son ecosistemas mucho más dinámicos resulta un reto aún mayor que con la debida inversión puede tener resultados positivos que contribuyan a recuperar estas poblaciones en sus hábitats naturales, por ello es importante educarnos sobre cómo hacer de este contacto lo menos invasivo y perjudicial para ellas.
Lo cierto es que las guacamayas se han convertido en un hilo de esperanza para los caraqueños, que durante esta dura época de pandemia llenan los largos días de cuarentena con colores y cantos. Conservar los ecosistemas urbanos es un compromiso mundial, esperemos que en nuestro país estos retos pueden ser financiados por entes públicos y privados de forma más eficaz.
Si desea saber cómo contribuir con los proyectos de conservación escribanos a revistarioverde@gmail.com porque conocer es proteger. Sigamos explorando las maravillas de nuestra Venezuela megadiversa.