La irrupción de la inteligencia artificial (IA) generativa, capaz de crear voces sintéticas apenas diferentes de las humanas, amenaza con desplazar a locutores, actores de doblaje y narradores de audiolibros que, irónicamente, alimentan día a día esa tecnología que podría arrebatarles su sustento.
«Estamos peleando contra un monstruo muy grande». Así dice Mario Filio, el actor de doblaje y locutor cuya creatividad quedó inmortalizada en la banda sonora de la película animada Madagascar, con su pegajoso estribillo «¡Quiero mover el bote! ¡Quiero mover el bote!».
El verso original y título de la canción era «I like to move it». Pero Filio, que dobló al español latino la voz del fiestero lemur Rey Julien, y la encargada musical del filme idearon la adaptación, que se convirtió en un éxito.
Este mexicano, que ha puesto voz a Will Smith y a personajes como Obi-Wan Kenobi (Star Wars); Winnie de Pooh o Miss Piggy, sostiene que nunca recibió regalías por aquel éxito. Pero eso es un asunto menor frente al desafío que plantea la IA generativa, que crea textos, imágenes, videos o voces utilizando contenido existente, sin intervención humana.
Para dar esa batalla, bajo el lema «No roben nuestras voces», una veintena de gremios y sindicatos de Europa, Estados Unidos y Latinoamérica crearon la Organización de Voces Unidas (OVU). Grupo que impulsa legislaciones para armonizar IA y creación humana.
El uso indiscriminado y no regulado de IA puede extinguir un «patrimonio artístico de creatividad (…) que las máquinas no pueden generar», advierte OVU.
Leyes para detener el aprendizaje de máquinas
Los artistas de voz ya competían con Text To Speech (TTS), sistema que locuta textos, con dicción robotizada, y se emplea en asistentes como Alexa o Siri.
Pero la IA sumó el aprendizaje de máquinas (machine learning), con el que un software puede comparar una muestra de voz con millones existentes, identificando patrones que generan un clon.
«Se alimenta con voces que hemos estado subiendo por años», explica Dessiree Hernández, presidenta de la Asociación Mexicana de Locutores Comerciales.
«Hablamos del derecho humano de usar la voz y la interpretación sin tu consentimiento», añade.
Plataformas como revoicer.com ofrecen una vasta gama por mensualidades de 27 dólares, una fracción de lo que cobrarían profesionales. En su web aclara que no pretende reemplazar las voces humanas, sino ofrecer una alternativa ventajosa.
Aunque las empresas tecnológicas siguen contratando intérpretes, estos sospechan que solo sea para alimentar sus archivos. Y buscan herramientas para rastrear sus voces frente a una piratería que se sofistica.
Abogan por leyes que impidan que sus registros de voz sean usados para entrenar IA sin su aval e impongan cuotas de trabajo humano. Así detalla el locutor colombiano Daniel Söler de la Prada, que llevó el cabildeo de OVU a Naciones Unidas y a la Organización Mundial de Propiedad Intelectual.
En México, meca del doblaje en Latinoamérica, también fue radicado un proyecto de ley para regular esta tecnología.
Mientras, en Argentina ya existe una ley que limita la locución a personas tituladas. Y una máquina no lo es, observa Fernando Costa, quien pelea contra el eslogan «No utilice más locutores, no gaste», desde el Sindicato Argentino de Locutores y Comunicadores.
Las posibilidades con la voz son infinitas
Pero la IA abre infinitas posibilidades. A futuro, por ejemplo, la voz real de Will Smith podría escucharse en varios idiomas pero con la entonación de un artista de doblaje, refiere Filio, tras pláticas con ejecutivos de la industria.
No suena mal si hay empleo y el público gana. «Pero necesitamos cobrar lo justo», apunta Filio, denunciando la desprotección de un gremio que trabaja de forma independiente.
AFP contactó a seis empresas de servicios de voz sintética, pero no respondieron a la solicitud de comentarios.
Empero, observó una cláusula contractual que planteaba que la cesión de derechos incluye medios y métodos que no existan o no se conozcan y puedan surgir en el futuro, lo que intérpretes consideran abusivo.
Maclovia González, locutora mexicana para reconocidas marcas, negocia con una compañía de IA cuyo nombre se reserva.
Ha hecho muchísimas preguntas para no arriesgar, si firma, las cuentas de las que vive, pero no obtuvo información completa, salvo una promesa de regalías.
Desde que la contactaron hace cinco meses, otros locutores han sido contratados. «Quiero ser parte de esta revolución, pero no a cualquier precio».
La IA no tiene alma
Las alarmas también sonaron en Art Dubbing, donde doblan contenidos cristianos. Esto después de que cuatro clientes solicitaron cotizaciones para emplear voces sintéticas.
Su fundador, el mexicano Anuar López de la Peña, enfrenta ahora un dilema. «Me adapto o desaparezco», aunque no está dispuesto a sacrificar el talento humano.
Filio dejó de grabar para muchos clientes por negarse a ceder todo. «Es hora de apoyar a mis compañeros», dice, seguro de que la IA no podrá desplazar a las personas porque simplemente no tiene alma.