Los avances en investigación científica e innovación tecnológica alcanzados por algunos países de América Latina se verán frenados debido al proceso inflacionario mundial y la consiguiente alza de precios que ya padece la región cuando aún no termina de recuperarse de los estragos de la pandemia de covid-19.
Más aún, esa desaceleración de la ciencia, tecnología e innovación ya se está sintiendo, advierten especialistas consultados por SciDev.Net quienes, sin embargo, no se atreven a pronosticar el exacto alcance que tendrá no solo sobre sus programas y proyectos sino sobre el mejoramiento de las condiciones de vida de los ciudadanos, objetivo final al que toda buena ciencia aspira.
“Puedo decir con certeza que la ciencia que hago hoy es más cara que hace diez años. Tenemos menos dinero ingresando, y ese dinero está infravalorado para tratar de hacer las mismas cosas que antes”.
Aldo Zarbin, profesor del Departamento de Química de la Universidad Federal de Paraná (Brasil)
Analistas del Fondo Monetario Internacional estiman que los precios continuarán aumentando en Latinoamérica y prevén que 2022 terminará con una inflación regional de 12,1% y 8,7% en 2023, las tasas más elevadas del último cuarto de siglo, subrayan.
“La inflación, sin duda, complica y disminuye la eficiencia del proceso de desarrollo tecnológico y científico”, señala desde Buenos Aires (Argentina) María Julieta Comin, gerente de Desarrollo Tecnológico e Innovación del Instituto Nacional de Tecnología Industrial.
“Se vuelve muy difícil la planificación y los proyectos no pueden ejecutarse según han sido pensados porque al momento de presentación el monto en moneda extranjera es uno y al momento de ejecución, es otro, más bajo, y en general ya no se puede hacer lo que se planificó”, explica.
Su compatriota Pablo Kreimer, director del Centro de Ciencia, Tecnología y Sociedad de la Universidad Maimónides de Buenos Aires, detalla que la alta inflación que vive Argentina afecta a todas las áreas de la sociedad, “aunque su impacto es diferente según el sector social implicado”.
Según datos del Banco Central de Argentina, la inflación en agosto (último dato disponible) fue 7% y la inflación interanual (de agosto 2021 a agosto 2022), 78,5%, la segunda más alta de la región después de Venezuela. Algunos economistas vaticinan que el país cerraría 2022 con una inflación interanual de tres dígitos.
Kreimer, quien también es profesor titular de la Universidad Nacional de Quilmes, en Buenos Aires, señala que en el desarrollo científico, el impacto inflacionario se observa en la pérdida del valor de compra de los subsidios otorgados por las instituciones locales y en los salarios de investigadores y becarios. “Si la compra de insumos y equipamiento básicos para la investigación disminuye drásticamente, la capacidad de llevar adelante determinadas investigaciones se ve afectada”, subraya.
Frente a esa realidad, María Julieta Comin cree que las políticas de los gobiernos pueden ayudar a contrarrestar, al menos parcialmente, el efecto inflacionario “en función de la promoción de la ciencia y la tecnología como políticas de Estado”.
Indetenible subida de precios
Pero, ¿qué pasa cuando el Estado en lugar de prestar apoyo disminuye severamente la asignación de recursos? “Se sufre el triple”, responde Aldo Zarbin, profesor del Departamento de Química de la Universidad Federal de Paraná (Brasil) y miembro de la Academia Brasileña de Ciencias.
“La cantidad de recursos que recibimos en ciencia ha disminuido drásticamente, y este valor frente al dólar actual es insuficiente. Hay un aumento de los precios de todo —ya que la ciencia depende de insumos y equipos importados— [a lo que se añade] la devaluación del real y, en tercer lugar, hay falta de inversiones a través del gobierno federal. Como los precios en todo el mundo están aumentando, es catastrófico”, resume.
La variación en el tipo de cambio es un dolor de cabeza para los científicos brasileños. Como ejemplo basta ver que el 7 de octubre un dólar costaba 5,21 reales y con un real se compraba 0,19 centavos de dólar. Este año, el menor precio del dólar en Brasil fue a principios de abril, cuando llegó a cotizarse a 4,60 reales.
Hasta agosto 2022 (último dato disponible) la inflación en Brasil registró un acumulado de 8,7 por ciento en los últimos 12 meses, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, ligeramente inferior a la inflación acumulada de la región hasta agosto, que fue 11,2% según Statista, pero que aún así impacta en la subida interna de precios.
El Banco Central de Brasil había previsto una meta de inflación para 2022 de 3,5%, pero al terminar los ochos primeros meses del año la inflación ya estaba cinco puntos porcentuales más alta.
“Puedo decir con certeza que la ciencia que hago hoy es más cara que hace diez años. Tenemos menos dinero ingresando, y ese dinero está infravalorado, para tratar de hacer las mismas cosas que antes”, asegura Zarbin.
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“Hoy, 33 millones de brasileños pasan hambre. No hay nada más importante que eso. Haces ciencia para mejorar la vida de las personas, pero inicialmente necesitan comer para existir y tener dignidad. El aumento general de precios está dejando con hambre a 33 millones de brasileños”, recalca Zarbin, citando datos de la encuesta realizada por Olhe para Fome.
Negociar para subsistir
Desde el estado de Baja California, al norte de México, Juan Carlos Herguera, líder del Consorcio en Investigación del Golfo de México (CIGOM), coincide con sus colegas sudamericanos. “En general todo ha aumentado”, afirma.
Aunque en setiembre México registró una inflación de 0,6% según el Instituto Nacional de Estadística, su inflación anualizada (setiembre de 2021 a setiembre 2022) es de 8,7%, mientras su inflación acumulada en este año es de 6%. Directivos del Banco de México esperan que la tendencia se desacelere en el último trimestre del año, aunque advierten que las perspectivas inflacionarias continuarán hasta inicios de 2024.
“Generalmente se pide una cotización, se traduce a pesos y entre el momento en que se somete la propuesta al momento en que se puede hacer el gasto, pasan 9 o 12 meses, lo cual implica que suba aún más el precio”, detalla Herguera.
Él sabe de lo que habla pues el Cigom reúne a investigadores y académicos de diversas disciplinas de reconocidas instituciones científicas y educativas mexicanas que han aprendido a ‘negociar’ para poder seguir adelante con sus proyectos e investigaciones.
“La inflación ha afectado insumos importantes, sobre todo la infraestructura analítica, reactivos y material de cómputo. A veces te quedas atrapado, otras veces puedes negociar, pedir ayuda a tu institución, sobre todo cuando se trata de infraestructura cara. Les decimos: ‘Si no me lo gasto, lo vamos a perder’, y ayudan, pero son casos muy contados. También podemos solicitar autorización para gastar en algo distinto a lo que se había planificado, pero también es poco frecuente. Y lo malo es que si no gastas los recursos, hay que devolverlos”, relata.
“En mi laboratorio usamos tanques de helio ultrafino, consumimos un tanque en 5-8 semanas, dependiendo del flujo de muestras que tengamos. Esos tanques, nos los vendían en US$ 600 cada uno. Pero en los últimos 3 meses han subido a 1.000 dólares cada uno”.
Juan Carlos Herguera, líder del Consorcio en Investigación del Golfo de México (CIGOM)
Un alto precio para la ciencia
En los tres países —México, Argentina y Brasil—, que son líderes regionales en investigación científica y desarrollo tecnológico, las áreas más afectadas por la inflación y el aumento de costos son las ciencias que dependen de equipos e insumos importados.
El caso del mexicano Herguera es un buen ejemplo: “En mi laboratorio usamos tanques de helio ultrafino y consumimos un tanque en 5-8 semanas, dependiendo del flujo de muestras que tengamos. Esos tanques, nos los vendían en US$ 600 cada uno. Pero en los últimos 3 meses han subido a 1.000 dólares cada uno”.
“Estamos viviendo de lo que queda y trabajando con lo que tenemos. Por ejemplo, cuando el equipo se descompone no tenemos los recursos para repararlo y mantenerlo porque los precios son demasiado altos… Así que trabajamos con lo que podemos, haciendo reemplazos, adaptando piezas y equipos, viendo si alguien tendría una pieza para colocarla y hacer que el equipo funcione. Los disolventes y reactivos de alta calidad están siendo sustituidos por otros de menor calidad y acabamos purificando la sustancia en el laboratorio”, sostiene el brasileño Zarbin.
Los kits de diagnóstico y la secuenciación de algunas variantes del virus desarrollados durante la epidemia de covid-19 se verían ahora frenados por el alto precio de los insumos. Foto: Raquel Portugal/ Fiocruz“Las dificultades a la hora de gestionar proyectos debido a la devaluación de los subsidios sin duda afectan a la ciudadanía”, reflexiona por su parte la argentina Comin.
“Baja la eficiencia, tanto de la generación de conocimiento o de ciencia básica (y no hay tecnología sin ciencia) como también de los desarrollos tecnológicos que apuntan a productos o procesos, con impacto directo en la sociedad en todas las áreas”. Esto incluye desde “el desarrollo de una vacuna, de un dispositivo de diagnóstico, el impulso a la movilidad sustentable, el desarrollo nacional de la cadena de valor de la electro-movilidad, energías verdes, entre otros”, añade.
Su colega Kreimer, aunque más escéptico sobre los aportes concretos de la ciencia latinoamericana para mejorar el bienestar de sus ciudadanos —que él resume como CANA, es decir, Conocimiento Aplicable No Aplicado—, sí reconoce que han habido “casos excepcionales” en los que se ha producido un conocimiento científico útil y aprovechable.
Cita como ejemplo los kits de diagnóstico y la secuenciación de algunas variantes del virus desarrollados durante la epidemia de covid-19, “que ahora se verán frenados”.
Y subraya que la alta inflación “no hace más que agudizar el antiguo problema de una baja transferencia efectiva de los conocimientos a la sociedad en general y al mundo productivo en particular”.
“Las dificultades a la hora de gestionar proyectos debido a la devaluación de los subsidios sin duda afectan a la ciudadanía. Baja la eficiencia, tanto de la generación de conocimiento o de ciencia básica (y no hay tecnología sin ciencia), como también de los desarrollos tecnológicos que apuntan a productos o procesos, con impacto directo en la sociedad en todas las áreas”.
María Julieta Comin, gerente de Desarrollo Tecnológico e Innovación del Instituto Nacional de Tecnología Industrial, Argentina
Pero Fernando Peirano, presidente de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación, organismo del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Argentina, dice que las instituciones “deben tener mecanismos que reconozcan la realidad macroeconómica del país”.
Y asegura que la agencia que dirige brinda apoyo real y constante a los investigadores, a pesar de las dificultades macroeconómicas que se enfrentan, “en un contexto de iniciativas, tanto científicas como productivas muy renovadas”.
“Se trata de tener inversiones que transformen nuestra matriz productiva haciéndola mucho más federal, con mayor contenido tecnológico, que es la base para tener mejores empleos y exportaciones en un futuro próximo”, asevera.
Transformar dificultades en oportunidades
Acostumbrados a trabajar bajo condiciones adversas, ¿podrán, una vez más, los científicos latinoamericanos convertir la adversidad en oportunidad y, por ejemplo, aprovechar para desarrollar insumos nacionales o regionales?
“En líneas generales, diría que es muy difícil”, responde Kreimer.
“Hay una industria mundial globalizada y muy especializada, que produce insumos para la investigación. Esas empresas trabajan con escalas gigantes (su mercado es todo el mundo) y logran costos mucho más bajos. Ello vale tanto para la fabricación de equipos e insumos, como para algunos servicios”, añade.
“Es posible que haya algún que otro nicho donde pueda hacerse desarrollo local (algunos muy importantes, por cierto, como el desarrollo de software), pero la producción de insumos y de equipos está fuertemente estandarizada, industrializada y globalizada”, precisa.
Por su parte, Zarbin —en vísperas de la segunda vuelta electoral, que el próximo 30 de octubre definirá al nuevo presidente de Brasil— es cauto sobre el futuro del sector. “No necesitamos crear expectativas. Estamos hablando de dos expresidentes. Uno cuyo mandato está por terminar y otro que ya cumplió dos mandatos. La diferencia de enfoque entre los dos es absolutamente antagónica”.
“En el gobierno de Lula alcanzamos la mayor tasa de inversión en ciencia y tecnología que el país haya tenido. Y bajo el gobierno de Bolsonaro alcanzamos el nivel más bajo de inversión. Punto. No hay expectativas; hay realidad”, afirma.
Comin reconoce que cambiar la actual situación no es algo que esté al alcance de los investigadores. “Lo que puede hacerse es adaptar los proyectos de acuerdo con nuestras realidades, intentando que no baje la calidad, el impacto, la originalidad y el grado de innovación”.
“Deben darse muchas condiciones para desarrollar la mayoría de las cadenas de valor necesarias para tener producción nacional de insumos y equipamientos. No es solo decisión política; también es cuestión de economía de escala que, en muchos casos, hace que el desarrollo local no sea factible”, indica.
Pero cree que si se piensa a nivel regional, mediante una franca articulación entre países, podría avanzarse en algunos aspectos.
Por: Zoraida Portillo, Claudia Mazzeo, Renata Fontanetto y Aleida Rueda (*)
(*) Este artículo fue producido por la edición de América Latina y el Caribe de SciDev.Net con la colaboración de Claudia Mazzeo (Argentina), Renata Fontanetto (Brasil) y Aleida Rueda (México).
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