Al tiempo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó recientemente sobre los posibles daños de los edulcorantes a la salud y la falta de evidencia sobre su uso para bajar de peso, especialistas en América Latina —donde se comercializan productos que incluyen estas sustancias sin advertirlo— reciben con agrado la medida porque incentiva a incluir la información en el etiquetado de alimentos.
La directriz de la OMS es contundente al desaconsejar el uso de edulcorantes para controlar el peso o prevenir enfermedades y alertar que su uso a largo plazo puede estar asociado al aumento en el riesgo a padecer diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y mortalidad en adultos.
En América Latina, los productos que contienen edulcorantes abarcan toda la línea de alimentos: desde jugos, leches y sodas, hasta galletas, cereales o dulces. Estos y otros productos contienen aspartame, sacarina, sucralosa o estevia, entre otros, que son precisamente los desaconsejados por la OMS.
“Lo que hemos revisado en los productos es que combinan más de cuatro edulcorantes. Ponen hasta nueve edulcorantes en un solo producto para tener ese nivel de dulzor. Aunque no rebase la cantidad máxima de ese edulcorante, le están dando una mezcla de efectos adversos al consumidor”.
Alejandra Contreras, Instituto Nacional de Salud Pública, México
Estos edulcorantes, además, se venden, en la mayoría de los países, sin el sello que lo advierta.
Es el caso de Chile. En 2016, después de varios años de discusiones, fue el primer país de la región que estableció los sellos que advertían los excesos de azúcares, calorías, grasas saturadas y sodio en alimentos y bebidas. Pero esto propició que la industria alimentaria modificara muchos productos y que, en lugar de azúcar, añadiera edulcorantes sin sello de advertencia.
“Después del cambio que hizo la industria, en Chile, 70 por ciento de las bebidas carbonatadas y 90 por ciento de las leches con sabor ya están sin azúcar, pero tienen edulcorantes sin sello (…)”, explica a SciDev.Net Samuel Durán, doctor en nutrición e investigador de la Universidad de San Sebastián, de Chile.
“Pasa con el yogurt y otros productos, entonces gran parte de nuestros alimentos tienen edulcorantes, pero no tienen sellos”, dice Durán.
En Brasil, en tanto, a inicios de este año, un grupo de investigadores reportaron en un artículo que, después de analizar la presencia de edulcorantes en bebidas energéticas, al menos cinco de las marcas más vendidas están etiquetadas como “cero azúcares”, pero contienen edulcorantes, y sus cantidades no se reportan en el etiquetado.
Muchos de estos productos son consumidos por niños. En un estudio de 2020, de los 250 niños chilenos entre 6 y 12 años que encuestaron, encontraron que todos consumieron al menos un producto “reducido en azúcar, pero con edulcorantes añadidos” durante el mes anterior. El aspartame fue el de mayor ingesta media, y procedía principalmente de las bebidas.
También en Argentina han reportado un alto consumo de estos productos entre niños, incluso preescolares. Un estudio de 2018 que analizó a 2.664 niños de Buenos Aires revela que más de la mitad consumían edulcorantes diariamente, en especial de jugos en polvo, gaseosas dietéticas y aguas saborizadas.
Además, hay reportes de que el uso de estos edulcorantes durante el embarazo ha aumentado considerablemente, y que en la actualidad 30 por ciento de las mujeres embarazadas los consumen.
La OMS reconoce que la evidencia sobre los impactos a la salud por el consumo de edulcorantes entre niños y mujeres embarazadas es limitada y de calidad moderada. Pero advierte que los daños en adultos, como el riesgo de diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares puede ser extrapolada a esa población vulnerable.
Alejandra Contreras, investigadora del Instituto Nacional de Salud Pública, en México, dice que “no hace falta tener evidencia al 100 por ciento para tomar decisiones que prevengan posibles problemas de salud”. En el caso de los edulcorantes, dice, “la evidencia es suficiente para regular”.
Y una de las cosas que urge regular es la forma engañosa en la que se suelen presentar los edulcorantes en el mercado de América Latina.
Por ejemplo, en Perú, el gobierno reportó en 2022 que varias marcas de edulcorantes no incluyen una tabla nutricional y que hay “edulcorantes que informan tener cero azúcares en sus etiquetas, pese a que declaran en sus ingredientes sustancias como maltodextrina y dextrosa, las cuales pueden elevar la glucosa”.
También identificaron en etiquetas mensajes que alientan su consumo, tal como “permitido para niños, embarazadas y diabéticos”. “Esto podría influir en la decisión de los consumidores, por lo que es necesario estar atentos a su veracidad”, dice el reporte.
Contreras advierte que otro problema tiene que ver con las mezclas de edulcorantes que tampoco se reportan. “Lo que hemos revisado en los productos es que combinan más de cuatro edulcorantes. Ponen hasta nueve edulcorantes en un solo producto para tener ese nivel de dulzor. Aunque no rebase la cantidad máxima de ese edulcorante, le están dando una mezcla de efectos adversos al consumidor”, explica.
Una investigación de 2017 que analizó el consumo de estevia en México afirma que los extractos en forma de polvo que se venden en supermercados “están dispersos en un vehículo que puede ser maltodextrina, dextrina, sucralosa, edulcorantes artificiales, etc., adulterando el producto y promoviendo propiedades funcionales del extracto de estevia sin ser esto confiable o del todo cierto”.
Por todas estas inconsistencias en la venta de edulcorantes, los especialistas consideran que la directriz de la OMS ayudará a regular las falsas promesas de los edulcorantes creadas por la industria.
“Va a incentivar que los futuros etiquetados para alimentos y bebidas, en los países de la región que están por agregarlos, añadan la advertencia de que tienen edulcorantes”, dice Durán.
Contreras confía en que “la industria va a dejar de utilizar tantos edulcorantes, porque cuando el consumidor lea el producto y vea la advertencia, los consumidores lo van a pensar dos veces antes de comprarlos”.
Por: Aleida Rueda (*)
(*) Este artículo fue producido por la edición de América Latina y el Caribe de SciDev.Net.
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