Con su rifle, Miguel Gallardo emprende una tarea colosal: cazar los castores que se han convertido en una plaga en la Patagonia chilena. Los animales fueron llevados hasta allí en los años 40 para formar una fallida industria peletera.
Pero las 10 parejas introducidas en 1946 se multiplicaron en 100.000 ejemplares y él logra cazar unos 60 por temporada.
«El castor es muy lindo, es muy inteligente, pero lamentablemente el daño que está causando en la vegetación nativa y en la fauna es altísimo», dice a la AFP Gallardo, un cazador con 15 años de experiencia. El experto es también operador turístico en la localidad de Puerto Williams en la isla de Navarino, colonizada por completo por este roedor.
Armados con filosos dientes y dotados de sorprendentes facultades para la construcción, los castores lograron hacerse de un hogar en la Patagonia chilena. Pero sin predadores naturales y con magníficas cualidades de adaptación al clima agreste, se convirtieron en una plaga difícil de combatir.
«Hay que erradicarlos, pero tampoco es llegar y dispararles en el agua y que queden tirados y que se pudran», agrega este cazador que decidió recuperar los ejemplares y aprovechar su piel. Esta, dice, «es muy noble y bastante calentita».
En 1946 militares argentinos trajeron desde Norteamérica 10 parejas de esta especie exótica (castor canadensis) a Tierra del Fuego con el fin de crear una industria peletera en la zona. Pero el negocio no tuvo éxito y los castores quedaron libres y cruzaron al lado chileno del archipiélago. Nadie sospechaba el impacto que podían generar estos animales por su voraz apetito por la madera y su habilidad para construir diques.
La polémica
Los dos países realizan desde la década de 1980 programas de control para reducir sus poblaciones, mediante la colocación de trampas o el uso de armas de fuego. Sin embargo, organizaciones animalistas, como la Unión de Defensa de Derecho Animal de Punta Arenas, denuncian que los métodos son crueles y no han logrado su objetivo.
«A la gente que es animalista yo la entiendo. Entiendo que dar muerte a un ser vivo es penoso, a un animalito que es inteligente. Pero lamentablemente si no tomamos acciones con respecto al castor nos vamos a quedar sin bosques y sin vegetación», dice Gallardo.
«Pensar en la erradicación del castor no tiene que ver con una lucha en contra del castor. Tiene que ver con una necesidad de resguardar el patrimonio natural de nuestro país», dice por su parte a la AFP Charif Tala González, jefe del departamento de conservación de especies. La experta trabaja en la división de recursos naturales y biodiversidad del ministerio de Medio Ambiente.
«El bosque no tiene cómo defenderse»
En pocos años, el castor, un roedor semiacuático, de pelaje marrón rojizo que puede llegar a medir más de un metro y pesar 32 kilos, logró colonizar todo el archipiélago de Tierra del Fuego. Hoy se estima que hay más de 100.000 ejemplares en la Patagonia chilena.
La especie puede vivir entre 10 a 12 años, por tanto, tiene una larga vida para reproducirse, en camadas de entre cuatro a seis crías por año.
Para su supervivencia, construye una especie de represas o lagunas, cortando y moviendo la vegetación existente. En el medio de este lago artificial, crea su madriguera para protegerse de unos predadores que no tiene en la Patagonia chilena.
La inundación mata los bosques nativos y los pocos árboles que logran quedar en pie son cortados por el castor para fortificar su dique. Los centenarios bosques de lenga y coihue son su bocado preferido.
«El bosque no tiene cómo defenderse. Todo lo que queda al medio del agua muere, porque nuestros bosques no están preparados para el exceso de agua», explica Gallardo.
Las autoridades chilenas estiman que desde su introducción los castores han devastado más de 23.000 hectáreas de bosques nativos. Las pérdidas económicas se estiman en 62,7 millones de dólares por la destrucción de madera.
Igualmente, han afectado la flora y fauna de la zona, ya que sus inundaciones han cortado carreteras, zonas de pastoreo y sembradíos.
«Los ecosistemas de la Patagonia son únicos a nivel global. Para que vuelva a tener una condición de bosques, estamos hablando de cientos de años si es que las condiciones se dan», concluye Tala González.