Batalla de Agincourt

El heroísmo puede salvar a un pueblo en circunstancias difíciles, pero es la acumulación diaria de pequeñas virtudes lo que determina su grandeza» (Gustave Le Bon)

Hoy es sábado, 5 de diciembre. Son las 7:03 am y estoy despierto. Me levanto de la cama y me acerco al cuarto de estar. Enciendo la luz. Voy a la cocina y pongo la cafetera al fuego. Busco el teléfono móvil para echar un vistazo al correo -a estas horas, lo sé-, compruebo los mensajes entrantes de WhatsApp, hojeo la prensa y los primeros textos de Twitter. El café tardará un rato en estar listo. Un libro de Frank McCourt ocupa todo mi tiempo libre, o casi. Supongo que el tema de la obra me afecta de una manera directa, ya que trata de la vida del escritor cuando trabajaba de profesor en institutos de secundaria de Nueva York. La verdad es que leo nervioso. Quiero leer a una velocidad anormal porque soy adicto a las letras. Estos días estoy emocionado con Teacher Man (El profesor). No me quedo ahí. Curioseo otros libros, una gramática inglesa ilustrada y extremadamente sencilla de Gabriele Stobbe, Crazy salad de Nora Ephron (qué estilazo escribiendo), y por supuesto, periódicos y revistas.

Han pasado los días volando en el Taco Calendario del Corazón de Jesús. Mientras el aroma del café reciente invade la cocina, recojo el almanaque y me sirvo el primer café con leche de la mañana.

El calendario se había detenido en el mes de julio. Paso las pequeñas hojas, los días, y llego al 3 de agosto. Este día contiene en el anverso un proverbio budista, santos Asprenato de Nápoles, Eufronio de Autum, Pedro de Anagni del día; en el reverso cuenta la historia del asesinato de la madre de un profesor universitario llamado Everett Worthington y la educación en el perdón inculcada en él y su hermana por su madre. Sigo leyendo hasta llegar al 12 de agosto -proverbio chino, santos Juana Francisca Frémyot de Chantal, Aniceto y Focio en el anverso; y adivinanzas en el reverso- hasta alcanzar el glorioso 16 de agosto en el que hago mi descubrimiento. En el anverso leo que es el día de los santos Esteban de Hungría, Arsacio, Armagilo y san Roque, entre otros. No aparece proverbio ni refrán este día. En el reverso y bajo el título «¿Sabía usted que…?» se narra la historia del signo de la victoria. En la Guerra de los Cien Años los franceses se adelantaron a los acontecimientos de la batalla de Agincourt (1415) librada en su propio territorio asegurando que cortarían los dos dedos empleados por los arqueros ingleses para tensar las cuerdas de sus arcos contando con la derrota del enemigo, que era muy inferior en número a su ejército. Los soldados ingleses hicieron buen uso de sus armas y resultaron vencedores. Sin saber la relevancia de su gesto, mostraron orgullosos sus dedos intactos a los franceses que hoy todos reconocemos como la V de la victoria. Hay que añadir a esto la graciosa coincidencia de que la forma de los dedos en uve es interpretada fácilmente por cualquiera como la inicial de la palabra victoria, victoire, victory.

He llegado al día 5 de diciembre de 2020. En el anverso leo el refrán de Gustave Le Bon que adorna el inicio de esta columna. Hoy es santa Cristina y Juan Almond; en el reverso se habla de la misión de Juan en el Evangelio.


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