Enviar una sonda a otro cuerpo celeste es un odisea, no lo olvidemos. Que además consiga aterrizar y funcionar adecuadamente es casi un milagro tecnológico que involucra a numerosos investigadores, una estructura administrativa eficaz y unos recursos económicos significativos. No es solo un escaparate del potencial científico: también lo es de su capacidad industrial.
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¿Por qué Marte, por qué ahora?
Marte se puede considerar como un gemelo poco afortunado de la Tierra: reducido tamaño y masa, tenue atmósfera, escasa insolación, minúsculos satélites, ausencia de campo magnético global. Sin embargo, su interés geológico y astrobiológico es enorme.
El acceso in situ a su superficie y la posibilidad de estudio de su clima desde su órbita son esenciales para entender su proceso de formación y evolución, así como las condiciones que permiten (o permitieron) la aparición de actividad biológica, si es que llegó a ocurrir en algún momento de sus 4.500 millones de años.
Varias naves están llegando a Marte en febrero de 2021, en un proceso que no es casual. Por una parte, con objeto de optimizar la carga útil que cada misión lleva a un planeta, los lanzamientos se producen en determinados momentos. En el caso del planeta rojo, la ventana idónea ocurre cada dos años y correspondió al verano pasado.
Tras meses de travesía interplanetaria, las sondas Hope, Tianwen-1 y Perseverance alcanzan ahora su objetivo. Por su complejidad y por la experiencia de los países involucrados, esta última es la que posiblemente producirá los resultados más espectaculares.
La misión Mars2020: la Perseverance
La agencia espacial norteamericana tiene una amplia experiencia en Marte, tanto con orbitadores como situando sondas en la superficie. El rover Perseverance será el quinto vehículo que recorrerá los terrenos del planeta rojo, tras Soujourner, Spirit y Opportunity, y Curiosity, este último todavía en funcionamiento.
Entre sus objetivos se encuentran la búsqueda de ambientes que hayan sido capaces de albergar vida, la detección de indicios de esta en el pasado y la recolección de muestras para la ulterior recogida por otras sondas y el envío a la Tierra. Además, realizará una demostración tecnológica con un pequeño helicóptero.
El rover tiene como destino el cráter Jezero, un interesantísimo hábitat de unos 50 km de diámetro, caracterizado por una estructura similar a un delta de un río, que pudiera haberse formado por el llenado y desbordamiento de un lago en el pasado remoto del planeta. Los siete instrumentos de la nave permitirán realizar un estudio exhaustivo durante el tiempo que dure la misión y recorra las regiones de este completo ambiente.
La primera red meteorológica en otro planeta
La misión Mars2020, esencialmente estadounidense pero fruto de la colaboración internacional, tiene un marcado acento español. El instrumento Mars Environmental Dynamics Analyzer (MEDA) permitirá el estudio de las condiciones ambientales (humedad, presión, temperatura del aire y del suelo, velocidad y dirección del viento). También el estudio del polvo, tan crucial en este planeta, y la radiación solar en rangos del espectro electromagnético.
MEDA, construido en España, está liderada por el Centro de Astrobiología (CAB), centro mixto de Instituto Nacional de Tecnología Espacial (INTA) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y por uno de sus investigadores, José Antonio Rodríguez-Manfredi. Otro de los instrumentos, SuperCAM, también ha contado con colaboración española, ejecutada por el Instituto de Geociencias (IGEO), centro mixto de la Universidad Complutense de Madrid y del CSIC.
En la superficie de Marte, el Centro de Astrobiología ya tiene otros dos instrumentos: REMS (Rover Environmental Monitoring Station) y TWINS (Temperature and Wind for InSight). El primero está acoplado al rover Curiosity y funciona desde 2012, mientras que el último es parte de InSight, que se posó en el planeta en 2018.
Por tanto, España está desplegando la primera red meteorológica que existe en otro planeta y los científicos que trabajan en el Centro de Astrobiología, junto con sus colaboradores, están desarrollando proyectos que permiten entender el comportamiento del clima de este fascinante planeta. Un verdadero relato épico que ocurre día a día, y que nos acerca un poco más a la última pregunta: ¿existe vida más allá de las lindes de nuestro planeta?
El éxito de la misión y de la contribución española reside en el personal humano, mujeres y hombres que han trabajado durante muchos años. En ocasiones apoyados por sus respectivas organizaciones y por la industria española, pero también a pesar de la administración pública. Las numerosas trabas administrativas, los escasos recursos económicos y la limitada carrera profesional son obstáculos que impiden competir en igualdad de condiciones con nuestros colegas internacionales que también son, no lo olvidemos, competidores.
Solo un cambio profundo en la gestión de la ciencia y la tecnología permitirá mantener programas de frontera como MEDA y la correcta interacción entre investigación básica y aplicada, en beneficio de todos. Nuestro futuro como sociedad avanzada depende en buena parte de ello.
David Barrado Navascués, Profesor de Investigación Astrofísica, Centro de Astrobiología (INTA-CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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