Vuelvo a Caracas, tras recorrer una parte de Venezuela con mi familia, reencontrando amigos y amores, constatando lo mal que tantos la pasan.
Encontré a una amiga querida, flaca hasta los huesos, porque no tiene para comprar ni un pollo. Ella es la Venezuela de hoy.
Las estaciones de gasolina cerradas, sin combustible, en Barinas y Cojedes, y las colas de tantos para llenar el tanque en los Llanos. Eso es Venezuela hoy.
La familia campesina que conozco desde hace años y que compartió conmigo su pobre almuerzo de papas fritas en grasa de res, curuba y moras silvestres. Eso es Venezuela hoy.
Los humildes compatriotas empujando sus Centurys o Chevettes por una o dos cuadras, para llegar a la otra bomba, pensando que tal vez tenga gasolina. Ellos también.
Mi amiga que hace tiempo levantaba a sus hijos vendiendo empanadas y pastelitos, pero que ya no puede, porque no encuentra harina. Ella también es la Venezuela de hoy.
La abuela, la madre y la tía que decidieron comer una vez al día para que el niño de la casa sí comiera las tres veces. Ellas son Venezuela hoy.
El Guardia Nacional que en la Mérida de este país tan petrolero como nuestro supervisó que solo pusiéramos 20 litros de gasolina. Él también es Venezuela hoy.
La señora delgadita que a mi lado no podía comprar el kilo de hueso, porque no le alcanzaba para pagar los 1.800 bolos. Ella es Venezuela hoy.
La muchacha vivaz e inteligente, a la que le di taller desde niña y que murió días después de parir, porque en el Páramo no había cómo atenderla. Ella es Venezuela.
La madre campesina que lloró su muerte y que vio irse a Colombia a su único hijo varón, porque allá al menos gana suficiente para el pan. Ellos son la Venezuela de hoy.
La anciana que tanto me quiere, que ya tiene los deditos retorcidos, soportando el dolor porque en ningún lugar encontramos su medicina. Ella es Venezuela hoy.
La sorda pregunta que escuchaba en todos lados, con melancolía y dolor: ¿Hasta cuándo? Eso también es Venezuela hoy.
Las hermanas turnándose en las colas y las puertas cerradas al atardecer, porque la delincuencia llegó hasta al Páramo. Eso es Venezuela hoy.
Hace más de 20 años que aprovecho mis vacaciones para pisar tierra en la Venezuela profunda que amo. Nunca vi tanta necesidad como hoy.
De vez en cuando, alguien me escribe para exigirme que hable solamente de beisbol. Esos tienen sus ojos y sus oídos cerrados para los más humildes, aquellos que tanto sufren.
Esos que no se conduelen por estas cosas, y que por razones políticas deciden voluntariamente no mirar el sufrimiento de tantos, también son Venezuela.
A pesar de ellos, sé que va a amanecer.
@IgnacioSerrano
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