Tully dirigida por Jason Reitman no es políticamente correcta. En esta cinta protagonizada por Charlize Theron, su director no se mide cuando relata detalladamente la vida de una madre. La película no es una postal de instagram donde todos aparecen perfectos y sonriendo a la cámara. En ella no hay filtros, ni marcos, ni figuritas para tapar las imperfecciones. La clásica familia americana se despeina y nos deja ver sus miserias.
No obstante, aunque podría pensarse lo contrario, al brindar una versión más cercana a la realidad, veremos también una visión mucho más humana (y quizás por ello más hermosa en el fondo) sobre la responsabilidad que representa criar a los hijos.
Charlize Theron, a quien no le importa engordar para interpretar un rol –ya lo hizo en el pasado y por eso ganó su primer Óscar gracias a Monster 2004- interpreta a la nerviosa Marlo, madre de dos y a punto de tener a su tercer hijo.
Su barriga de embarazada es directamente proporcional a su poca paciencia y mal humor. A su descuido no hay maquillaje que lo recomponga. Su cansancio traspasa la pantalla. Su desesperación está a punto de enloquecerla cuando consigue una niñera que llega para ayudarla.
La película recrea muy bien la sensación de hastío que generan las rutinas cotidianas en la vida de Marlo y su poco comprometido esposo. Con secuencias reiterativas y diálogos recurrentes se expone el estancamiento de la pareja y la confusión existente en una etapa de la vida que, de por sí, promueve la ansiedad.
“Nadie nace sabiendo ser padre o madre” esta frase mil veces repetida parece ser el leitmotiv de la película escrita por Diablo Cody (Juno, Young adult) con quien Jason Reitman y Theron ya habían trabajado.
Tully es reflexiva y sin embargo es una comedia. Recrea situaciones difíciles en clave de humor. Sus chistes son crueles y hay mucha ironía, pero precisamente eso es lo que permite profundizar en planteamientos que sin las risas podrían ser en exceso dramáticos.
Y aunque la historia pretende ser tan honesta que muchas veces desagrada, porque la realidad sin edulcorantes puede ser chocante, hay también una gran ternura en la transformación que vemos de la protagonista en el transcurso de la película.
El filme cuestiona y expone ideas clave para cualquier mujer con hijos o que sienta la necesidad de tenerlos: los cambios que genera la maternidad en la mente y en el cuerpo, el amor que se entrega, la relación con la pareja en esa etapa de la vida y lo que es más importante el vínculo de las mamás consigo mismas.
Inteligente y sin desperdicio, al finalizar, Tully deja bien claro cuál es una de las más importantes cualidades para ser una buena madre y quien es esa persona fundamental a la que se debe recurrir en los peores momentos. Si quieres saber a qué me refiero no dejes de verla.
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