Verónica Michelle Bachelet Jeria o simplemente Michelle Bachelet, mujer chilena de impresionante trayectoria y dos veces presidente de Chile, forma parte de esa larga lista de personas que, pese a todos sus méritos, empañan cuanto hayan logrado, al sucumbir en esa inexplicable y ciega adoración al régimen cubano de los hermanos Castro; y es que desde el 26 de noviembre de 2016 con motivo del fallecimiento de Fidel Castro, la Bachelet se estrenó en lo que denomino mi lista de sospechosos habituales cuando se trata de lo que sea que tenga que ver con Venezuela, al no solo expresar sus condolencias, lo cual es aceptable viniendo de quien para entonces era Jefe de Estado, sino al señalar a Fidel como un líder por la dignidad y la justicia social en Cuba y América Latina. Curioso, por decir lo menos, que quien fuese presidente durante dos periodos en una casi recién rescatada democracia y luego de tanto sufrimiento, persecución e inclusive haber sido víctima en algún momento de torturas, haya exaltado a quien fuera un sanguinario dictador, como ejemplo de dignidad y justicia.
Todo cuanto ocurre y no ocurra hoy en Venezuela, inevitablemente debe vincularse a lo que se planifique de forma siniestra en La Habana, y por tanto es más que lógico suponer y anticipar que desde la isla, aprovechen y pongan al servicio del desgobierno madurista a todos sus aliados, amigos y simpatizantes, siendo Michelle Bachelet una de ellas, quien con tal de no traicionar a sus convicciones comunistas, es capaz de hacerse la vista gorda o en el mejor de los casos, denunciar con bajo volumen a los desmanes más obvios; y es que cuando se trata de comunismo, la Bachelet tomó el camino fácil, donde aún habiendo estado al frente del ejecutivo chileno en dos oportunidades, sin poder avanzar ni un milímetro en la instauración del comunismo en dicho país, observa con romántica distancia y simpatía a quienes si avanzan en esa ruta de destrucción sistemática como lo es el caso de Venezuela.
Bachelet es actualmente la Alta Comisionada de la Organización de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, y podría pensarse que no hay mejor titular para dicho cargo, que quien haya sufrido en carne propia la violación a sus propios derechos al haber estado bajo tortura y persecución. Tal vez fue lo que pensó António Guterres cuando designó con tan relevante investidura a quien al fin y al cabo ha sido su colega socialista durante tantos años y quien además comparte su simpatía por los Castro. En su condición de Alta Comisionada, la Bachelet vino a Venezuela, precedida su visita por un breve pero importante informe que presentara ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU el pasado 20 de marzo, donde expresaba su preocupación por la magnitud y la gravedad de la repercusión de la crisis venezolana sobre los derechos humanos y sobre su impacto en la estabilidad regional. Allí, entre otros asuntos, señala la negativa del desgobierno a reconocer las dimensiones y gravedad de la crisis en materia de cuidados médicos, alimentación y servicios básicos; señalando igualmente la problemática derivada de las restricciones a la libertad de expresión, las ejecuciones extrajudiciales, persecuciones, torturas, intimidación y el éxodo, expresando igualmente su preocupación por el impacto de las sanciones impuestas por EUA al negocio petrolero, y llamando a las partes a la búsqueda de una solución.
El citado informe oral del pasado 20 de marzo, naturalmente generó gran expectativa en torno a la visita que recién concluyó; y de hecho, aunque a beneficio de inventario, debemos dar la bienvenida a algunos de los elementos positivos que derivaron de dicha gira, como por ejemplo, la disposición de dos representantes in situ de la Oficina del Alto Comisionado con el objetivo de monitorear directamente la situación de los Derechos Humanos, incluyendo el supuesto acceso pleno de su equipo a los centros de detención, así como también la exigencia expresada a viva voz de liberación de presos políticos, la cual en todo caso nos luce incompleta, al limitar el requerimiento a aquellos que estén privados de libertad por ejercer sus derechos civiles y políticos de forma pacífica, cuando en Venezuela sabemos y de sobra, que la simple quema de un caucho puede ser calificada como una guarimba desestabilizadora.
En términos de billar, el piquete de las declaraciones preliminares de la Bachelet con motivo de su reciente visita a Venezuela, es lo que la mantiene aún con sus elementos positivos, como sospechosa habitual, pues asomó sus narices donde no debía, al expresar nuevamente su preocupación por el impacto de las sanciones norteamericanas como agravantes de la preexistente crisis económica, en un esfuerzo más que obvio en atenuar la responsabilidad del desgobierno en todo cuanto ocurre en el país. De igual forma, validó erróneamente y dio protagonismo a la iniciativa Noruega como mecanismo de solución a la crisis venezolana, lo cual coloca a una problemática de múltiples dimensiones en una perspectiva si se quiere superficial, pues en Noruega se discute la construcción de una salida política, que no es lo que a ella como Alta Comisionada de Derechos Humanos le corresponde analizar ni valorar.
El informe final de la visita aún está pendiente. Por lo pronto, Bachelet solo emitió sus declaraciones preliminares y por tanto aún tiene el chance de atenuar su condición de sospechosa habitual, por lo que esperamos que la avalancha de lo obvio impacten en sus conclusiones y disminuyan sus simpatías históricas, para que los Derechos Humanos sean los verdaderos protagonistas de lo que debe ser un informe auténticamente objetivo.