El último escándalo de la red social Twitter en Venezuela fue la discusión entre Tamara Sujú y Luis Florido, cada uno con buenos argumentos a favor y en contra. Uno se pregunta si la batalla en las redes sociales es lo más adecuado en estos momentos tan difíciles. La imagen que da la oposición venezolana es de incoherencia y fragmentación. Hoy en día, la oposición ni siquiera es capaz de ponerse de acuerdo en apenas tres puntos en común. El precario estado de la oposición venezolana nos preocupa a todos.
En Venezuela es bien conocido el historial de Luis Florido y los problemas que ha tenido incluso en el partido Voluntad Popular. La salida del diputado Florido estuvo ocasionada por gravísimas acusaciones de corrupción; se ha alegado que el parlamentario desvió 31 millones de dólares y 16 millones de euros. Luis Florido ha negado los hechos de corrupción durante su gestión, pero lo cierto es que a raíz de dichas acusaciones salió de la Comisión de Política Exterior de la Asamblea Nacional.
Tamara Sujú Roa, desde República Checa, se define a sí misma como una abogada defensora de los derechos humanos. Sujú es la directora ejecutiva del Casla Institute y ha sido miembro fundador de numerosas ONG venezolanas, algunas de las que más destacan son: Damas de Blanco en Venezuela, Fundapresos, Fundación Nueva Conciencia Nacional, entre otras. Desde Praga, la abogada venezolana lucha por la injerencia humanitaria de la comunidad internacional en la nación caribeña.
Sin tocar todavía el tema de la viabilidad de la injerencia humanitaria/intervención militar en Venezuela, lo cierto es que la Corte Penal Internacional no actúa de la noche a la mañana. Los organismos internacionales se toman su tiempo. El gobierno venezolano aún tiene margen de maniobra para perpetuarse en el poder, no obstante, algunos insisten en ignorar ese pequeño detalle. Los países no tienen amigos, sino intereses. Algunos tienen una perspectiva muy idealista de la comunidad internacional.
Aunque Donald Trump sugirió la posibilidad de intervenir a Venezuela el año pasado, esa es una opción que todavía no tiene el suficiente respaldo del Partido Republicano. Recordemos que Estados Unidos no se gobierna como Venezuela. Si bien es cierto que Trump es el legítimo presidente constitucional de EE UU, este no puede pasarle por encima a los intereses de su partido y menos aún a los otros poderes constitucionales. EEEII entiende además que necesitaría medir muy bien las consecuencias regionales de la intervención a Venezuela, de modo que no afecte negativamente a sus intereses en América Latina.
El principio de intervención humanitaria requiere la autorización del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas ONU para su aplicación. Los aliados del gobierno de Venezuela están presentes en el Consejo de Seguridad y pueden detener el proyecto de la intervención humanitaria. Para que el plan sea medianamente viable, será necesario negociar con las potencias que respaldan el gobierno de Nicolás Maduro y ofrecerles ciertas garantías. China y Rusia son miembros permanentes del Consejo de Seguridad.
Hay que tener cuidado a la hora de vender esperanzas en algo que podría no materializarse a corto-mediano plazo; probablemente tampoco a largo plazo. La gente eventualmente se da cuenta y se desilusiona. El proyecto de injerencia humanitaria en Venezuela apenas se está comenzando a cocinar. No olvidemos que la ciudadanía venezolana se ha llevado muchísimas decepciones en los últimos años. Si sus planes de intervención humanitaria fracasan, esos venezolanos que tanto insultan a los líderes de la MUD en Twitter se dirigirán también hacia ustedes. Ustedes también le han contado a la gente solo lo que les conviene.
Seamos más críticos y menos ingenuos; no confiemos a la ligera en aquellos que solo nos cuentan medias verdades. La situación en Venezuela es dramática y lo peor es que no se ve salida a mediano plazo de la crisis política que vive el país actualmente. Si nos vamos por el camino de la intervención extranjera en Venezuela, tenemos que asumir los sacrificios del plan y entender que el proceso podría ser más largo de lo pensado.
Lamentablemente, la crisis se prolongó tanto que hemos llegado a esta situación. Los venezolanos hemos retrocedido al siglo XIX, cuando pedíamos la intervención extranjera para solucionar nuestros propios problemas internos. Por un lado, Fermín Toro y Manrique pidieron la intervención de Estados Unidos en 1848, y por el otro, José Antonio Páez pidió la injerencia española días después. Todo esto ocurrió tres años después del Tratado de Madrid en 1845, con el cual se había hecho definitiva la independencia de Venezuela.
La injerencia humanitaria extranjera en Venezuela implica además reconocer que podríamos haber fracasado como Nación. Las súplicas de un creciente número de venezolanos que piden una injerencia humanitaria para solucionar los problemas de nuestro país evidencian que estamos ante un país herido. Cada vez que nuestros líderes se sientan a dialogar sin llegar a ningún acuerdo relevante le confesamos al mundo nuestro hundimiento en lo moral, lo espiritual, lo político y lo económico.