Las navidades siempre han tenido un sabor especial; en cada país y en diversos momentos han tenido un sabor distinto y particular.
Las navidades venezolanas siempre emanaban sabores y olores de alegría. Compartir, celebrar, y emocionarse eran parte de nuestra esencia como nación, eran Navidades para gozarlas en toda su plenitud.
Las fechas decembrinas sabían a hallacas, pan de jamón, ensalada de gallina, dulce de lechosa. Su sabor era de familia, de reencuentro y de felicidad.
Las navidades venezolanas tenían un sabor único e irrepetible. No había navidades como las que nosotros vivíamos y disfrutábamos a plenitud.
Las festividades de esta tierra, eran como los venezolanos. Es decir, con una sonrisa de oreja a oreja, con dinamismo y con fe.
Pero todo acabó cuando llegó el régimen socialista. Hoy, las navidades tienen otro sabor, su textura es más parecida a la hiel que a la miel.
Las Navidades actuales tienen un sabor a tristeza, a melancolía. Sabemos con la amargura de una crisis sin igual en los anales de la historia nacional.
Maduro destruyó toda la felicidad. En este momento los venezolanos no poseen la posibilidad de comerse un plato navideño como Dios manda, debido a los errores económicos de un régimen que sigue adelante con sus fallas y sectarismos.
Estas navidades sabrán a tristeza. Sin nada que cenar, sin nada que darle a nuestros hijos y nietos. Serán unas navidades apagadas.
En otros tiempos las Navidades eran tan dulces como un niño abriendo desesperado el paquete de su obsequio que le trajo el Niño Jesús; en esos días el dulce de lechosa sabía a los besos de tus seres queridos, y los aguinaldos y gaitas sonaban al ritmo de las sonrisas de nuestra gente alegre.
Esta vez, serán una tonada lánguida y melancólica. Las familias rotas por la emigración forzosa, la falta de recursos para poder ir al mercado y comprar los ingredientes de la hallacas, todo conforma un ambiente desalentador.
No obstante, esta no es el fin de la historia. En la Navidad celebramos el nacimiento de la esperanza, de la salvación y de la Buena Nueva con el nacimiento del Niño Jesús. De esa misma forma nacerá la libertad para nuestra tierra.
Con un año nuevo, fuerzas nuevas y acciones nuevas. Levantemos el ánimo, más allá de la amargura de unas navidades corroídas por el socialismo, debemos tener la entereza de seguir adelante y demostrar que podemos reconstruir a Venezuela.
Sí, el socialismo aniquiló la Navidad, pero hagamos lo posible, y también lo imposible, para que esta sea la última Navidad en socialismo.
Hagamos el propósito de Año Nuevo y construyamos un país mejor y libre en el 2019.
Creo y confío que el cambio está en cada uno de nosotros. Nunca nos resignemos a lo malo, luchemos por una vida mejor.
Por encima de la crisis, alcemos nuestros rostros y nuestras voces. Estas Navidades serán duras por culpa de Maduro, y está en nuestras manos que el futuro sea mil veces mejor. ¡Feliz Navidad!