Venezuela entera enfrenta a diario y hora tras hora, lo que algunos definen como un proceso de somalización, refiriéndose con ello a un deterioro acelerado que nos conduce a condiciones de pauperización que se asemejan a las de ese sufrido país africano como lo es Somalia; y aunque esa comparación suene exagerada y a años luz de nuestra realidad, pues al referirnos a esos distantes territorios vienen a nuestra mente imágenes y situaciones que nunca consideramos siquiera cercanas, las estadísticas lamentablemente indican lo contrario. El acceso a los servicios de salud una utopía y las medicinas ausentes; la violencia y criminalidad desatadas; el ingreso y poder adquisitivo destruido; los servicios públicos en algunos casos precarios y en la mayoría casi ausentes; y ni hablar de un elemento que nos hace ser parte de la modernidad, como lo es la Internet, allí y con suerte con velocidades de la era del dial-up; son todos elementos que por desgracia nos acercan más a sociedades derruidas que a la civilización.
Entender como durante los últimos veinte años Venezuela se insertó en esa perversa espiral que la condujo a ese estado de deterioro e involución, es lamentablemente simple. Basta observar la historia y antecedentes de quienes conducen y tienen las riendas del gobierno y del diseño y ejecución de las políticas públicas que afectan e impactan la calidad de vida de los venezolanos, para arribar a la penosa conclusión de que cuanto ocurre es el reflejo fiel y exacto de una clase política que secuestró al país, moldeando su estructura y lo que está a su alcance, a su imagen y semejanza. Así, cuando quienes gobiernan vienen de ser parásitos durante su vida entera, entendiendo a parásitos como a aquellos que viven de otros y que terminan causando un daño a quien le alimenta, resulta obvio que lo que enfrentamos es el mero resultado de la invasión de una plaga parasitaria que con su accionar y omisión han convertido al país en lo único que cabe en sus estrechas mentes, que es mediocridad, caos, destrucción y precariedad.
El IV Congreso que ahora mismo desarrolla ese accidente histórico llamado PSUV, es reflejo inequívoco de lo que acá se afirma; pues allí podemos observar en vivo y directo, sin necesidad de microscopios y reunidos en pleno a quienes han vivido del país durante las dos últimas décadas sin aportar nada a cambio que no sea destrucción y mala fe. Comenzando por Maduro, pasando por Cabello y continuando con todos esos dirigentes que hacen comparsa incondicional a las ignorantes propuestas que solo conducen al precipicio, no hay uno solo que haya hecho en su vida aportes, que haya sumado, que haya construido y aportado para la construcción de una Venezuela moderna. Al contrario, han vivido por siempre cual manganzones, disfrutando antes y ahora de la generosidad de una tierra que a cambio solo ha sido traicionada. Solo conocen la cultura del vivo, del aprovechado, de la papaya, de la mangüangüa, del atajo, el camino corto; y les es ajena y desconocida la cultura del esfuerzo y del trabajo. En síntesis, una elocuente cultura parasitaria.
Frente a los parásitos, hay sin embargo una Venezuela que se niega y se resiste activamente a entregarse al abandono y a la mediocridad que se promueve deliberadamente desde el poder, y no mediante marchas y protestas, que igual ocurren y que sin prisa pero sin pausa vienen desarrollándose y creciendo cual avalancha; sino más bien con trabajo, esfuerzo, creatividad, arrojo y audacia. Son los venezolanos que construyen, que suman, que promueven desarrollo, innovación, soluciones y evolución. Están por todos lados, creando, luchando y construyendo. Trascendiendo al mero sobrevivir y apostando más bien al triunfo, al éxito, muy a pesar de los obstáculos que cual minas siembran quienes promueven lo contrario, convirtiendo al país en un campo minado para todo emprendimiento. Esa Venezuela que emprende a pesar de y contra toda lógica y pronóstico, es la luz al final del túnel que nos anuncia que la reconstrucción es posible. He allí lo que debe reflejarse a lo largo y ancho de toda nuestra tierra ¡Esa es nuestra apuesta!