Luis Blasini fue, durante su mandato frente al Magallanes, uno de los gerentes más audaces en el mercado de cambios de la LVBP. Era de esperarse que no le tomara mucho empezar a pactar con sus pares, buscando darle un rostro competitivo a La Guaira.
Pasó menos de un mes y medio para que el ejecutivo cerrara su primer negocio. En una movida sorprendente, por lo que entregó, cedió al grandeliga Henderson Álvarez y al buen prospecto José Gómez, para adquirir al receptor Juan Apodaca y al inicialista Samir Duéñez.
Es un movimiento audaz. Incluye talento equilibrado; aunque Apodaca sea un jugador que ya está fuera del beisbol organizado, trae un equipaje que puede resultar de mucha ayuda.
No todo lo que se dice del gerente general de los Tiburones puede resumirse en dos o tres frases hechas sobre su propensión a buscar bigleaguers y entregar jóvenes por ellos. En realidad, es un jugador de ajedrez que ha demostrado capacidad para construir proyectos exitosos. Lo fueron los turcos, con dos coronas durante su administración, y lo ha sido su academia de peloteros, formando nuevos valores para los diamantes.
Apodaca, sin embargo, es la prueba de una constante: el valor de contar siempre con receptor estable, conocedor del circuito y poseedor de una defensiva superior a la media. Eso impacta en la línea central, en la agresividad de los rivales entre las bases y, sobre todo, en el funcionamiento del cuerpo de lanzadores.
El Blasini magallanero se llenó de mascotas. Algunas se mostraron poco, como Ramón Hernández, y otras ni siquiera asomaron en la cueva, como Miguel Montero. Entre esos, estuvo el propio Apodaca, llegado a los bucaneros desde las Águilas, y Jesús Sucre, cuya presencia finalmente forzó la salida del ahora jugador salado.
La preocupación principal de los litoralenses es el pitcheo. Pero esa cuita se relaciona con la falta de un guía detrás del plato. El recién llegado no tendrá limitaciones y posiblemente jugará desde temprano. Se entiende el interés de los escualos.
Con él llega Duéñez, un pelotero que está parado delante una encrucijada: o se convierte en el grandeliga que sueñan en Kansas City o pasa a ser un nuevo Luis Jiménez, un Balbino Fuenmayor, un René Reyes; un toletero hecho para la LVBP, con fuerza y sin mayores restricciones.
La apuesta tiene sus riesgos, porque depende del carácter de prospecto —y eventualmente de bigleaguer— que tendrá el varguense. Si no juega aquí, el cambio quedará escrito con un resumen diferente. Si lo hace, los Tiburones habrán conseguido ese bate zurdo de poder que tanto buscaban para el medio del lineup.
Que esa pieza caiga en su justo lugar es crucial en la apuesta. Claro, así pasa con todo cambalache. Si Álvarez deja de ser un grandeliga establecido, tal vez se convierta en figura de la rotación de los filibusteros, a despecho de los guairistas. Y sí, es paradójico entregar a un lanzador como él cuando e busca pitcheo, aunque es posible que los acuáticos estén pensando en que el tiempo del diestro en la MLB está lejos de terminar, y que, por lo tanto, su disponibilidad será poca.
Gómez parece encaminado a ser un infielder muy bateador. Pero aún es muy joven. Por ahora, las claves de este pacto pasan por el futuro de Duéñez y Álvarez. Entonces sabremos qué ganó cada quién.
@IgnacioSerrano
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