¿Qué pasó con los Tiburones? ¿Por qué un equipo que generó tantas expectativas terminó eliminado sin atenuantes?
Tan mala fue esta temporada para La Guaira, que su tren ejecutivo la califica como la peor de ella al frente del club. El manager Oswaldo Guillén señaló con dramatismo que jugaron mal. Jonathan Albaladejo respondió que jugaron bien, pero que siempre les faltó algo más. La afición está disgustada. La espera sin coronas es interminable y esta vez no queda el consuelo de haber batallado hasta los playoffs.
El objetivo mínimo era la clasificación. No es que el balance de la justa pasada o la anterior sean brillantes, pero al menos esas veces hubo de donde aferrarse.
Las cosas salieron mal desde el inicio. Se suponía que la rotación estaría apuntalada por tres grandeligas. William Cuevas incluso puso fecha a través de su agencia de prensa, pero cambió de parecer y nunca llegó. El cerrador Gregory Infante se reportó en la pretemporada y empezó a practicar, pero el permiso no llegó hasta bien entrado diciembre. Dos aspectos cruciales cambiaron así, antes del Día Inaugural.
La mera ausencia de Cuevas no explica el derrumbe brutal de la rotación, cuyos integrantes llegan al final del camino con 5.37 de efectividad y únicamente un miembro, Junior Guerra, con promedio por debajo de la media en la liga (Antonio Noguera también hizo el trabajo, aunque desmejoró como relevista). Ni siquiera el bigleaguer Henderson Álvarez pudo dar lo que se esperaba de él, por más que fuera loable su llegada en la primera parte y su regreso de Estados Unidos en la segunda mitad.
Cosas fuera del control del alto mando también impactaron en el desplome de la defensiva. ¿Cuántos encuentros se perdieron por errores de los antesalistas, luego de que se lesionara abruptamente el grandeliga Luis Sardiñas?
La falta de Sardiñas fue un golpe noble. Tras eso, Guillén trató de solventar el problema con un verdadero carrusel en la esquina caliente, incluyendo hombres ajenos a la posición, como el dominicano Ismael Tejeda o el cubano Yasiel Balaguert.
La fractura de Tejeda pareció adelantar un final trágico. El bate más peligroso quedaba fuera por el resto del trayecto, antes de comenzar la segunda mitad. De pronto, los litoralenses se veían inermes. Pero quedaba el liderazgo del José Alberto Martínez. Cuando el Cafecito también se fue, el lineup quedó devastado.
Los bates importados fueron buenos. Promediaron .306/.371/.414, mucho mejor que los criollos. Es lo que se le exige a los refuerzos. Punto para el alto mando. Pero otra fue la historia con los monticulistas extranjeros, con 4.90 de efectividad, mucho peor incluso que el contingente nativo. Son otra de las causas más claras de la eliminación.
Faltaron piezas, claro. Uno de los conjuntos con más bigleaguers tuvo una escandalosa falta de grandeligas. También faltaron algunos ligamenoristas importantes, como Yonathan Daza o Ronald Acuña. ¿Por qué tantos ausentes? Sí, la MLB y sus limitaciones. Pero fueron demasiados casos frustrados, no parece ser azar. Encontrar la respuesta y preparar correctivos es parte del examen necesario.
Guillén tampoco pudo marcar diferencia, a pesar de ser el manager con la más importante trayectoria entre los ocho que dirigieron en la eliminatoria. Lleno de limitaciones en la cueva, de nuevo con un roster que no daba para aspirar a grandes cosas, esta vez no pudo empujar a los suyos hasta el buen puerto, como sí logró hace 12 meses, y terminó peleando amargamente con los umpires, lejos de su imagen señera en la historia de nuestra pelota.
Será un largo receso, el que comienza en enero. La Guaira necesita una drástica reorganización.
@IgnacioSerrano
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