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Pasión, muerte y resurrección de Venezuela

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Esta historia ocurre en un sitio sin agua ni electricidad. No es Jerusalén. Es Venezuela (aunque la han retrocedido al año 33 DC). Ese Domingo de Ramos, Jesús entra triunfante al país por Maiquetía. Los soldados romanos no reaccionan. Pedro lo recibe con una comitiva, pero Jesús lo saluda con reserva, diciéndole: “Antes de que el gallo cante, me negarás tres veces”.

Al día siguiente, Pedro tiene una entrevista en televisión. Está nervioso, pues él cree fervientemente (no en Dios, sino en que DirecTV lo espía). Cuando entra al estudio, nota que el entrevistador es Judas, quien ha recibido una televisora valorada en 30 monedas de plata depositadas en Andorra. Se saludan con sospechosa efusividad y arranca la entrevista:

– ¡¡¡Familia!!!… ¿Los apagones son por falta de mantenimiento?

– No.

– ¿En el Helicoide torturan?

– No.

– ¿Hay escasez de medicinas?

– No.

En ese momento canta el gallo. Es el del Partido Comunista de Venezuela, que vuela despavorido.

Esa misma noche, Jesús llama a sus apóstoles para cenar en un salón del hotel Paseo Las Mercedes. Es una cena tipo “contri”, pues cocinar para doce personas ahorita es más difícil que ver a Melchor entrando con 10 lingotes de oro a la oficina del G2, en Fuerte Tiuna, y que no lo atraquen.

Jesús no consigue pan. Hace una gran arepa con harina bachaqueada. Como para el vino ya hay que pedir un crédito, entonces compra cerveza artesanal (que no rasca, pero al menos embucha). Al llegar los apóstoles, Jesús les cepilla los pies porque no hay agua. Luego reparte la arepa, mientras lanza una punta: “Uno de vosotros me ha traicionado”. Ninguno habla, solo Judas disimula tomarse un selfie, cuando en verdad es un “live” que sale en directo por el programa de Pilatos.

En plena transmisión, Pilatos consulta a los empleados públicos si Jesús es inocente o culpable. Amenazados de perder su trabajo, lo declaran culpable. Pilatos se lava las manos. Es el único en Venezuela que tiene agua para hacerlo.

Desde ese momento, el pueblo presencia milagros: el Guaire se vuelve potable, carniceros regalan carne casi fresca y el TSJ se vuelve eficiente para allanar la inmunidad de Jesús y condenarlo a la cruz. Pero en Venezuela ya no hay madera. Los aserraderos quebraron. Sin embargo consiguen una torre electromagnética y se la montan a Jesús en la espalda para que camine hasta El Calvario.

La caminata es tortuosa. Se tropieza varias veces porque no hay luz y hasta cae en un hueco que no ve. Los colectivos de Pilatos, en vez de darle latigazos, van con el mazo dando. A un lado, María Magdalena transmite todo desde su cuenta @LaMagdalena, cuyo perfil reza “Bendecida y Afortunada. Guerrerita de Dios”.

Al llegar al calvario crucifican a Jesús, amarrándolo a la estructura con cables sin electricidad. Es que de electrocutarse, habría que trasladarlo al Hospital Militar y capaz llega una misión de la ONU con San Michelle Arcángel. La guardia rusa pre-toriana (ladrona del torio de Guayana) le coloca el cartelito de “INRI”, que en chavista significa “Indolentes, No Reaccionaron Inmediatamente”. Curiosamente, en esta crucifixión los dos ladrones no están. Uno logró sobornar al juez Caifás y emigró a Perú. El otro está organizando una fiesta rave con la Primera Complaciente en Tocorón, pues es el Pran.

Jesús muere. Pasa dos días en la morgue de Bello Monte. Los apóstoles hacen un “GoFundMe” y compran un ataúd usado. Lo entierran a duras penas. La tercera noche, malandros entran al cementerio a robar lápidas. Al llegar a la de Jesús, descubren que está abierta. Fue Él, que cuando todo se puso lo más oscuro y desesperanzador posible, resucitó para hacer un reinado basado en la honestidad, la justicia, el amor al prójimo y el respeto por los derechos humanos.

Parece mentira, ¿no? En un desierto lleno de asesinos, sin agua ni luz eléctrica, Jesús logra algo contra todo pronóstico: resucitar para convertirse en el símbolo que es hoy.

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