La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood que cada año entrega el Oscar, anunció una nueva categoría para reconocer la mejor película entre las más populares. Esta medida hace pensar que para sus miembros, hay una clara distinción entre las cintas “comerciales” o “populares” preferidas por las mayorías y aquellas que merecen de forma natural el scar, considerado el máximo galardón en la industria del cine.
Crear esta categoría equivale a admitir que en todos estos años, han premiado miles de cintas, que más allá de su calidad intrínseca, no han sido del todo taquilleras, es decir, han sido más del gusto de la crítica y los miembros de la Academia que del público.
Además sostiene dos prejuicios, el primero: las películas populares no son lo suficientemente buenas para merecer un Oscar (por esa razón necesitan una categoría aparte) y el segundo: las películas consideradas de autor o de arte (que generalmente ganan los premios) no son populares ni taquilleras.
La creación de esta categoría, al parecer, es un intento desesperado por recuperar la popularidad del galardón. Según los entendidos, gracias a que la Academia en los últimos años ha premiado cintas que para nada son las que más dinero recaudaron, tal es el caso de Moonlight (2016), Spotlight (2015) o La forma del agua (2017), la ceremonia ha visto menguada su buena reputación. Cada año menos gente la ve, ya no es un entretenimiento masivo.
Aunque la nueva categoría no está muy bien definida todavía, ha desatado la polémica. Algunos están a favor, como el actor Mark Wahlberg y otros están en contra.
Particularmente no entiendo esta iniciativa.
Después de todo, el debate entre “buen cine” o “taquillero” es antiguo. Siempre he creído que las producciones solo pueden etiquetarse como buenas o mediocres. La popularidad o la ausencia de ella no tienen nada que ver con los méritos de un filme.
Si una película no es taquillera, si nadie acude a las salas de cine a verla, no se convierte de inmediato ni en un adefesio o en una obra de arte incomprendida. Del mismo modo, si un largometraje es muy popular, un éxito en taquilla, no necesariamente es una obra de arte o debe ser etiquetado de frívolo o como una producción para las masas.
El buen cine no se ampara en las etiquetas de “popular”, “comercial” o “de autor”. Está más allá de todo eso.
Deberían premiarse los méritos de las películas, no cuanto dinero recaudó o cualquier otro elemento extra fílmico.
Sin embargo, la Academia ya tomó una decisión.
¿Qué impacto tendrá la nueva categoría en el Oscar? Pronto lo sabremos, en mi opinión es solamente un nuevo intento por “modernizar” un premio que se ampara en prejuicios y cuyos criterios para elegir a las mejores cada día son más cuestionables.