Condeno la violencia, es atroz golpear, gritar o humillar a cualquier persona, sin importar su género. Si un hombre golpea una mujer debe responder por sus acciones. Si una mujer golpea a un hombre también debería hacerlo.
Hace días se hizo viral la noticia sobre la denuncia realizada por la actriz Eileen Moreno contra el también actor Alejandro García por violencia doméstica. A través de sus redes sociales, Moreno, hizo del dominio público los golpes que, según sus palabras, le propinó el actor.
Días después, Alejandro García, también tuvo la posibilidad de contar su versión de la historia, la cual es totalmente opuesta a la que relató la actriz.
No sé qué versión sea la real, ya que ambos se acusan de mentir y forjar la realidad. Ambos presentan “pruebas” y ambos se defienden con distintos argumentos de los que no podemos estar seguros, ya que no estuvimos en el lugar de los hechos.
Sin embargo, este escándalo me recordó un asunto que está muy presente en el mundo del entretenimiento latinoamericano, sobre todo en la pantalla chica.
El mundo de la televisión está lleno de personajes que son más famosos por los sucesos que acontecen en sus vidas que debido a las historias que representan en la ficción. Más que sus dotes histriónicos, algunos actores, parecen potenciar su popularidad debido a razones nada artísticas.
Pareciera que la sociedad celebra el escándalo y goza con la miseria humana. Todos tenemos un lado oscuro, pasamos por situaciones que tal vez no son tan agradables, sin embargo, la mayoría de las veces las mantenemos en privado. A nadie le gusta lavar su ropa sucia con público. Al menos eso es lo que cualquier persona supondría. No es el caso de algunas estrellas de televisión.
Exponen sus vidas, cuentan sus problemas, se pelean con los padres de sus hijos, piden pruebas de paternidad, discuten las cantidades de dinero que deben repartirse tras sus divorcios en televisión internacional. Hacen participes al público de sus necesidades, confundiéndolos en múltiples ocasiones.
Particularmente en este caso, la forma en que ha sido manejado por las partes involucradas, genera suspicacia y más interrogantes que certezas.
Si el problema de Eileen Moreno y el actor Alejandro García es un asunto legal y de justicia ¿por qué no ir a los entes pertinentes? ¿Por qué contar lo que sucedió como una novela por entregas?
Dice el refrán popular que la mujer del César no sólo debe ser honrada, también debe parecerlo. La denuncia, que bien podría ser justa, se ha convertido en un circo mediático, lo que le resta (al menos para mí) credibilidad.
Más allá de la violencia, siempre cuestionable, el modo en que se han presentado los hechos (y la forma en que ambas partes se han defendido y acusado mutuamente) me hizo preguntarme: ¿cuándo llegará el día en que algunas figuras de televisión alcancen notoriedad solamente por su trabajo?