La neblina agobia mis sentidos tratando de descifrar esta situación por días y, una frase de Bernard Russell retumbó en mi mente: «Yo suponía que la mayoría de las personas preferían el dinero a cualquier otra cosa, pero me di cuenta de que aún les gustaba más la destrucción», justo en el blanco porque hoy, lamentablemente nuestro país está destruido desde sus cimientos más profundos. Por momentos creemos que la solución a nuestra realidad caerá del cielo como el agua en época de invierno, nos dejamos ganar por la ansiedad de salir rápido de este infierno y no nos damos cuenta de la destrucción que hacemos con nuestras acciones y palabras.
Hemos ido convirtiendo a Venezuela en un lugar donde si le va bien a alguien seguramente es malo y corrupto, en donde todos los políticos son unos cobardes y vendidos, en donde el término «exiliado» es bueno y el de «patriota» es malo, un país en donde lo informal es lo legal y la ley tiene unos cuantos ceros, lo convertimos en un país inestable, social y económicamente donde en segundos todo cambia y jamás se sabe cuando toca partir o parir. Se dice mucho en las tertulias y en los chats, se toma a la ligera la situación que afrontamos y hasta se bromea con la solución, pero cuando se analiza a profundidad se comprende que nadie está exento de esto y llega el día donde el terror se presenta en nuestra cara y debemos decidir qué hacer.
Nos convertimos en cómplices de la «revolución», por acción u omisión, hemos dejado que las opiniones de la envidia, la desesperación, la agonía y la frustración tomen el timón de nuestro barco y hagan estragos en nuestra mente y espíritu, frenándolos y drenándolos. El resentimiento social está a flor de piel y su hedor se siente en el aire. Se ve multiplicarse a aquellos Líderes que promueven la inmediata intervención de terceros porque es “lo que le conviene al pueblo” y, peor aún, muchos han creído que jamás necesitaremos un líder que nos impulse y nos motive por el buen sendero y han crucificado por todos los medios a aquél que intente erigirse con las mejores intensiones entre la multitud.
No dejemos que la euforia nos invada, recordemos que Roma no se construyó en un día, que la reconstrucción de nuestro país no es una carrera de cien metros, la solución pasa por tener mucha más resistencia y resiliencia, se necesita más de carácter y temperamento, se requiere más pulitura en nuestro vidrio de talentos y dones, se necesita aún más arar la tierra fértil de nuestra alma para cultivar y abonar nuestra esperanza, esa que nos ilumina todos los días para seguir y seguir. El nuevo reto del siglo es saber más y hacer más, es urgente salirnos de la gráfica, de la caja del estatus quo, somos el diseño más espectacular que el tiempo y la historia podría registrar y aún seguimos buscando la magia fuera del mago.
Por eso creo en las libertades de cada individuo y lucho todos los días por ellas: por la libertad de trabajar y producir y disfrutar del producto de tu trabajo y entero esfuerzo, por la libertad educativa y de ideología, pues a todos se nos facultó desde el inicio de nuestras vidas para ser libres de producir, de crear y de multiplicar de forma positiva lo que somos, hacemos y tenemos, creo firmemente en la libertad de opinión con fundamento y con criterio, porque en tiempos de crisis los sabios construyen puentes y los necios murallas.
Creo que la política es la trinchera de lucha para conquistar ese futuro que la mayoría soñamos y un grupo minoritario nos niega y sobre todo, siguiendo la inamovible convicción de que merecemos mucho más, merecemos mejor política, merecemos mejor ciudadanía, merecemos ver el mañana con gallardía y no con incertidumbre ni tristeza. Podemos dar más, debemos dar más, no existe otra alternativa.
Hace milenios existió un hombre, en la antigua Grecia, el maestro de Platón y Aristóteles, lo llamaban Sócrates y entre una de sus inmortales frases dijo: «Cada uno de nosotros solo será justo en la medida en que haga lo que le corresponde». Pues, empecemos a hacer.
@JorgeFSambrano
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